viernes, 31 de diciembre de 2021

Palabras del Papa sobre la Navidad

"La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio, para oír la voz del Amor.

El pino de Navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida.

Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida.

La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir.

Eres también luz de Navidad, cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, alegría y la generosidad.

Los ángeles de Navidad eres tú, cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor.

La estrella de Navidad eres tú, cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor.

Eres también los reyes Magos, cuando das lo mejor que tienes sin importar a quien.

La música de Navidad eres tú cuando conquistas la armonía dentro de ti.

El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano.

La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus manos.

La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y reestableces la paz, aun cuando sufras.

La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado.

Tú eres, sí, la noche de Navidad, cuando humilde y consciente, recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruidos ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa de confianza y de ternura, en la paz interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti.

Una muy Feliz Navidad para todos los que se parecen a la Navidad"

Papa Francisco

Felicitación de Navidad del Arzobispo

 

Es Navidad

                                          

                                

Nacimiento 2021

 

Oración del Papa Juan XXIII al Niño Jesús


Dulce Niño de Belén,
haz que penetremos con toda el alma
en este profundo misterio de la Navidad.

Pon en el corazón de los hombres
esa paz que buscan,
a veces con tanta violencia,
y que tú solo puedes dar.

Ayúdales a conocerse mejor
y a vivir fraternalmente
como hijos del mismo Padre.

Descúbreles también tu hermosura,
tu santidad y tu pureza.

Despierta en su corazón el amor
y la gratitud a tu infinita bondad.

Únelos en tu caridad.
Y danos a todos tu celeste paz.
Amén

Bautizo de Elías

 

Felicitación de la Parroquia

 

Detalle del Belén parroquial

 

La brisa navideña. Por Monseñor Jesús Sanz Montes

No todo sopla a favor, y hay vientos pertinaces que se empeñan en avivar los rescoldos de algunos incendios que nos asolan con susto y disgusto. Pero, a pesar de los pesares, hay un aire distinto en esta época del año que nada ni nadie es capaz de censurar. Es cierto que los avatares de la vida a veces nos imponen escenarios duros y complejos, que desbaratan las agendas, se llevan al traste los quereres que soñamos eternos, perdemos personas y haciendas. Basta asomarse al reguero de esta todavía inacabada pandemia, o contemplar las secuelas de la lava destructora en la preciosa isla de La Palma tras lo que han sufrido semanas atrás.

Y, sin embargo, a pesar de los reveses con los que las circunstancias nos oscurecen o nos acorralan, este tiempo de vivencia de la Navidad es capaz de encender una luz diferente, esa que se hace cálida en nuestras intemperies tiritonas, la que se hace luminosa en nuestras penumbras y oscuridades. Por eso el adviento cristiano tiene esa maravillosa fortaleza, humilde y discreta a la vez, que consigue devolvernos la esperanza mientras nos sostiene en el empeño de seguir escribiendo la historia para la que nacimos. Una historia que tiene renglones torcidos, en la que no faltan algunos borrones, pero en la que lo más importante y hermoso se sobrepone a cuanto nos deja perplejos y nos impone sus contradicciones. Siempre hay una palabra final, después de todas nuestras penúltimas pronunciadas, en la que es posible escuchar el canto de la esperanza.

Tiempo de espera ha sido esta andadura que nos mete de bruces en la navidad cristiana, momento de esperanza marcando los pasos de la alegría que no defrauda. Son las calendas en las que, con sabor a turrón y mazapán, con las castañas asadas y nuestra sidra dulce, ensayamos los villancicos propios de esta época mágica en la que el niño que llevamos dentro parece revivir ante la conmemoración del Niño Dios que nos nació como chiquillo. Es lo que representa esa preciosa tradición de sabor franciscano, con la construcción de nuestros nacimientos y belenes, desde aquella nochebuena de 1223 en la que San Francisco de Asís quiso escenificar en un Belén viviente lo que luego se ha ido adentrando en nuestros hogares e iglesias, en nuestras calles y plazas haciendo de mil modos un nacimiento. Desde nuestra más tierna infancia lo hemos visto en nuestros hogares, como una hermosa tradición que nos heredaban nuestros mayores, poniendo un paisaje a lo que aconteció hace dos mil años, y que vuelve a suceder si le dejamos a Dios entrar en nuestros cruces de camino, en nuestras cuitas, en nuestros círculos familiares y de amigos, en lo que nos permite soñar a velas desplegadas dibujando nuestra mejor sonrisa o en lo que nos arruga poniendo en vilo la confianza con el llanto de nuestras lágrimas. En todo ese vaivén que es justamente el de la vida, ahí se señala el significado del Belén como acontecimiento de un Dios que siempre nos acompaña.

Sí, la vida es como un ensayo general de ese Belén viviente que es nuestra existencia. Ahí Dios se hizo hueco, y se sigue haciendo todavía, como cuando vino a morar humanamente naciendo de la Virgen María. En la Señora se hizo sitio para poder anidar en mi vida si recordando lo que sucedió entonces, dejo que vuelva a suceder nuevamente en el presente de mis días.

Es un motivo de recuerdo y gratitud, que colman con santa alegría nuestra esperanza. Deseo de corazón que todos tengáis una santa y feliz Navidad, porque Dios nació y renace cuando abrimos las puertas de par en par a Él y a todos a los que Él ama. Con mi bendición, mis augurios más gozosos para el año venidero.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Llévanos a Jesús

Cielos lloved al Justo




Adviento 2021



Catequesis del Papa: San José, emigrante perseguido y valiente

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quiero presentarles a san José como un migrante perseguido y valiente. Así lo describe el evangelista Mateo. Este acontecimiento concreto de la vida de Jesús, en el que también están implicados José y María, se conoce tradicionalmente como “la huida a Egipto” (cf. Mt 2,13-23). La familia de Nazaret sufrió tal humillación y experimentó en primera persona la precariedad, el miedo y el dolor de tener que abandonar su tierra natal. Aún hoy en día muchos de nuestros hermanos y hermanas se ven obligados a experimentar la misma injusticia y sufrimiento. El motivo es casi siempre la prepotencia y la violencia de los poderosos. También para Jesús ocurrió así.

El rey Herodes se entera por los Reyes Magos del nacimiento del "rey de los Judíos", y la noticia lo trastorna. Se siente inseguro, se siente amenazado en su poder. Así que reúne a todas las autoridades de Jerusalén para averiguar el lugar del nacimiento, y ruega a los Reyes Magos que se lo comuniquen con precisión, para que ―dice falsamente― él también pueda ir a adorarle. Pero cuando se dio cuenta de que los Reyes Magos se habían ido en otra dirección, concibió un malvado plan: matar a todos los niños de Belén de dos años para abajo, que era el tiempo en que, según el cálculo de los Reyes Magos, Jesús había nacido.

Mientras tanto, un ángel ordena a José: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; allí estarás hasta que te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» (Mt 2,13). Pensemos hoy en tantas personas que sienten esta inspiración en su interior: “Huyamos, huyamos, porque aquí hay peligro”. El plan de Herodes recuerda al del faraón de arrojar al Nilo a todos los hijos varones del pueblo de Israel (cf. Ex 1,22). Y la huida a Egipto evoca toda la historia de Israel, desde Abraham, que también estuvo allí (cf. Gn 12,10), hasta José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos (cf. Gn 37,36) y luego convertido en “líder del país” (cf. Gn 41,37-57); y a Moisés, que liberó a su pueblo de la esclavitud de los egipcios (cf. Ex 1,18).

La huida de la Sagrada Familia a Egipto salva a Jesús, pero desgraciadamente no impide que Herodes lleve a cabo su masacre. Nos encontramos así con dos personalidades opuestas: por un lado, Herodes con su ferocidad, y, por otro lado, José con su premura y valentía. Herodes quiere defender su poder, su propia “piel”, con una crueldad despiadada, como atestiguan las ejecuciones de una de sus esposas, de algunos de sus hijos y de cientos de opositores. Era un hombre cruel: para resolver los problemas, sólo tenía una receta: matar. Es el símbolo de muchos tiranos de ayer y de hoy. Y para ellos, para estos tiranos, las personas no cuentan, cuenta el poder, y si necesitan un espacio de poder, eliminan a las personas. Y esto ocurre hoy: no tenemos que ir a la historia antigua, ocurre hoy. Es el hombre que se convierte en “lobo” para los otros hombres. La historia está llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de violencia inhumanos. Pero no debemos pensar que sólo vivimos en la perspectiva de Herodes si nos convertimos en tiranos, no. De hecho, todos nosotros podemos caer en esta actitud, cada vez que tratamos de disipar nuestros miedos con la prepotencia, aunque sea sólo verbal o hecha a base de pequeños abusos realizados para mortificar a los que nos rodean. También nosotros tenemos en nuestro corazón la posibilidad de ser pequeños Herodes.

José es todo lo contrario a Herodes: en primer lugar, es «un hombre justo» (Mt 1,19), mientras que Herodes es un dictador; además, muestra valor al cumplir la orden del Ángel. Cabe imaginar las vicisitudes que tuvo que afrontar durante el largo y peligroso viaje y las dificultades de su permanencia en un país extranjero, con otra lengua: muchas dificultades. Su valentía surge también en el momento de su regreso, cuando, tranquilizado por el Ángel, supera sus comprensibles temores y se instala con María y Jesús en Nazaret (cf. Mt 2,19-23). Herodes y José son dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la humanidad de siempre. Es un error común considerar la valentía como la virtud exclusiva del héroe. En realidad, la vida cotidiana de cada persona requiere valor. Nuestra vida ―la tuya, la mía, la de todos nosotros― requiere valentía: ¡no se puede vivir sin valentía! La valentía para afrontar las dificultades de cada día. En todas las épocas y culturas encontramos hombres y mujeres valientes que, por ser coherentes con sus creencias, han superado todo tipo de dificultades, soportado injusticias, condenas e incluso la muerte. La valentía es sinónimo de fortaleza, que, junto con la justicia, la prudencia y la templanza forma parte del grupo de virtudes humanas conocidas como “cardinales”.

La lección que hoy nos deja José es la siguiente: la vida siempre nos depara adversidades, esto es verdad, y ante ellas también podemos sentirnos amenazados, con miedo, pero sacar lo peor de nosotros, como hace Herodes, no es el modo para superar ciertos momentos, sino actuando como José, que reacciona ante el miedo con la valentía de confiar en la Providencia de Dios. Hoy creo que es necesaria una oración por todos los migrantes, todos los perseguidos y por todos aquellos que son víctimas de circunstancias adversas: ya sea por circunstancias políticas, históricas o personales. Pero, pensemos en tantas personas, víctimas de las guerras, que quieren huir de su patria y no pueden; pensemos en los migrantes que inician ese camino para ser libres y muchos acaban en la calle o en el mar; pensemos en Jesús en brazos de José y María, huyendo, y veamos en él a cada uno de los migrantes de hoy. La migración actual es una realidad ante la que no podemos cerrar los ojos. Es un escándalo social de la humanidad.

San José,
tú que has experimentado el sufrimiento de los que deben huir
tú que te has visto obligado a huir
para salvar la vida de los seres queridos,
protege a todos los que huyen a causa de la guerra,
el odio, el hambre.
Sostenlos en sus dificultades,
fortalécelos en la esperanza y haz que encuentren acogida y solidaridad.
Guía sus pasos y abre los corazones de quienes pueden ayudarlos. Amén.

Crónica visita ad limina apostolorum

 

“Si no caminamos juntos, la tarea de evangelizar será estéril” (Marcelino Garay Burgos)

Hace tan sólo unos días tenía lugar el primer encuentro de la Comisión que va a encargarse de coordinar los trabajos del Sínodo en esta primera fase diocesana. ¿Por quién está compuesta?

Esta comisión es un signo más de que el camino que vamos a empezar no es cosa de una persona o de varias, sino que es de toda la Iglesia. Y estará representada en esta comisión, que ya fue la que funcionó cuando hubo que coordinar los trabajos del Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en salida”, en febrero de 2020. Está formada por laicos preferentemente, concretamente cuatro laicos, y yo.

Comunión, participación y misión son las tres claves de este Sínodo que convoca el Papa para la Iglesia Universal. ¿Cómo profundizar sobre ello?

En primer lugar, desde la comisión, vamos a presentar una reflexión de lo que pretende el Sínodo, que es el caminar juntos. Después vamos a convocar el Consejo Pastoral, que es el órgano representativo de todas las vocaciones y de todos los territorios de la diócesis, con unas preguntas en torno a las cuales se quiere que el Pueblo de Dios se manifieste. La pregunta fundamental es: ¿De qué manera estamos caminando juntos, en la diócesis, en los arciprestazgos, en las parroquias? Junto con ella, hay 10 cuestiones más sobre el caminar con el mundo, no sólo dentro de la Iglesia sino en la sociedad que nos rodea, o sobre las actitudes de escucha y de hablar con libertad.

Es decir, hay una serie de cuestiones que se van a plantear a grupos que se puedan formar, o que estén formados ya, porque a lo mejor basta con que se piense en los Consejos Pastorales de las parroquias, que son grupos ya hechos.

Junto con eso, una pretensión que tiene también el Sínodo es el acercarse a los más alejados, que pueden ser son los padres que vienen pidiendo los sacramentos para sus hijos, los jóvenes o las mujeres que muchas veces están ausentes de los centros de reflexión, de discernimiento, de decisión. Y a los pobres también, puesto que no solo tienen que ser los beneficiarios de nuestras ayudas, sino que también hay que escucharles y saber cómo se sienten acompañados o qué opinión tienen ante una serie de temas.

Un gran reto por delante

El reto es grande y es la novedad propia de este Sínodo, que no es el primero, sino el XVI, de los generales ordinarios –después hubo otros extraordinarios y continentales–. Pero en este el Papa quiere que se haga una amplia consulta en las diócesis, como digo, en todos los estamentos. Para ver si es verdad que caminamos juntos. Porque esta consulta se fundamenta en una convicción: si no caminamos juntos, la tarea de la evangelización, de comunicar a Jesucristo, será estéril. Por eso se plantea también escuchar a las personas y los hermanos de otras confesiones cristianas. Es una consulta muy amplia, ambiciosa y por tanto con riesgos, porque a veces puede tropezar con inercias de personas, comunidades o pastores que no tengan muchas ganas de meterse “en estos fregados”.

Sin embargo, nos puede servir para revisarnos y renovar la vida de las parroquias, de las comunidades y movimientos apostólicos, porque todos estamos llamados a eso.

Este domingo tendrá lugar, en la Catedral de Oviedo, la eucaristía de inicio de la fase diocesana del Sínodo. ¿Quién acudirá?

Están invitados todos a participar, pero especialmente los miembros del Consejo Pastoral diocesano, del Consejo del Presbiterio y también los arciprestes, claro está, que son los animadores de la vida comunitaria de sus propios arciprestazgos, además, por supuesto, de todo el Pueblo de Dios.

Fieles difuntos 2021

  



Más arreglos

 

La catedral de Oviedo celebra sus 1.200 años

Tal y como recogen los documentos que se conservan en el archivo de la catedral, el 13 de octubre del año 821 tuvo lugar la dedicación de la catedral de Oviedo. 1.200 años después, «agradecer este acontecimiento supone ayudar a conservar y embellecer la catedral, no en sentido del edificio material, sino la Iglesia como edificio espiritual cuya piedra angular es Cristo».

Con estas palabras, el deán de la catedral ovetense, Benito Gallego, comenzó la homilía de la Eucaristía que se celebró por el rito mozárabe, rito que imperaba en la Península en el tiempo de la dedicación del templo.

Las actividades en torno a este aniversario «que seguiremos celebrando con alegría y gratitud» se acogen también a la intercesión de la Virgen de Covadonga, «nuestra Santina, que desde siempre nos protege y nos guía».

Amor y veneración

«El amor a la Catedral no debe ser principalmente por su valor arquitectónico y artístico, o por su historia, tan unida a la historia de nuestra ciudad», expresó el deán en su homilía. «Todo esto nos lleva a un reconocimiento agradecido, es verdad; pero el amor y la veneración que hemos de tener por la catedral debe ser, sobre todo, teológico: como todo templo cristiano, es la Casa de Dios; lugar de oración, que exige un respeto especial».

Aquí está el sagrario, «donde Jesucristo permanece verdaderamente presente para recibir nuestras confidencias (Él es el auténtico tesoro de la Catedral)». Aquí está el altar, «donde Cristo renueva cada día el sacrificio eucarístico y aquí se imparte el sacramento del perdón y de la misericordia, como en todo templo cristiano…»

Pero en la catedral, ha explicado Gallego, «madre y cabeza de todas las iglesias de Asturias», está la cátedra del obispo, signo de unidad del pueblo de Dios en la diócesis. «Una alegría para todos los asturianos: no olvidemos que la Sancta Ovetensis es la catedral de Oviedo, pero también de Gijón y de Avilés, y de toda Asturias… Alegría, por tanto, para toda Asturias», ha explicado.

Benito Gallego que no quiso dejar de mencionar a las «sucesivas generaciones de obispos y canónigos, que han dado vida a nuestra catedral con el culto y el cuidado vigilante y esmerado, que ha hecho posible que llegara hasta nosotros y, en este caso, después de haber superado peripecias bélicas, revolucionarias, meteorológicas y el simple paso del tiempo, que va dejando sus secuelas… No obstante, la catedral de Oviedo goza de una razonable «buena salud».

«Dono a mi Iglesia» se renueva y hace más sencilla la colaboración con la Iglesia

«Somos ayuda. Colabora para quien lo necesita». Es la invitación del portal «Dono a mi Iglesia», donoamiiglesia, que se renueva y hace más sencillo el proceso de colaboración online con la Iglesia y la recepción de donativos para el sostenimiento de la Iglesia.

¿A quién quieres donar?

El portal cuenta con una interfaz más accesible e intuitiva a través de la que se podrá hacer un donativo directamente a cada parroquia, cada diócesis, a los seminarios; otras instituciones o a la propia Conferencia Episcopal.

A la hora de navegar por el portal, se puede elegir hacerlo en català, euskera, galego, valencià o inglés.

En cuanto a la forma de pago, se ofrece la opción de domiciliación bancaria o tarjeta de crédito. Además, a través del número 91 050 34 06 se hace el donativo de forma telefónica. Una vez finalizado el proceso, se puede solicitar el certificado fiscal correspondiente para beneficiarse de la desgravación en la declaración de la renta. 

Conferencia de D. Benito Gallego sobre la Catedral de Oviedo

 

Iglesia en Camino

 

Santa Eulalia de Mérida, diócesis de Oviedo

Nació en Mérida, en el año 292. Según otras fuentes habría nacido en el año 296, y su martirio se hubiese producido cuando contaba sólo siete años.

Mártir cristiana hija del senador romano Liberio, recibió la doctrina cristiana del presbítero Donato y la educación romana por parte de su familia. En el año 303 Maximiliano y Diocleciano publican los edictos por los que se persigue a los cristianos, al profesar una fe contraria al Imperio Romano. El prefecto Calpurniano, lugarteniente de Daciano, mandó que todos los de la ciudad asistiesen a un solemne sacrificio que quería hacer a los dioses. Acompañada Eulalia de una doncella de su edad, llamada Julia, se presentó al prefecto, reprendiéndole su proceder con los cristianos, o, según otros, el prefecto mandó apresarla en su casa. Hiciéronla sufrir los tormentos más crueles que entonces se daban a los mártires, y después de haber sido azotada con látigos armados de plomo, echaron aceite hirviendo sobre sus heridas. Al fin fue echada en un horno, donde murió, sin quemarse su cuerpo. Añade Aurelio Prudencio que en el momento de expirar se vio salir de su boca su bendita alma en figura de blanca paloma, que voló hacia el cielo, de cuyo prodigio fueron testigos todos los circunstantes. Sufrió su martirio el día 10 de diciembre del año 304, y los autores refieren que hallándose desnuda, cayó una copiosa nevada para cubrir su desnudez.

La devoción a las cenizas de la mártir ya fue muy grande durante la época hispanorromana, y su culto se continuó posteriormente. Los godos veneraron en gran manera el templo y la túnica de Santa Eulalia. El rey Pelayo se mandó enterrar en una iglesia de esta santa, llamada Santa Olalla de Velanio, por haberla llamado en su favor cuando peleaba con los moros y vencídolos. Teniendo el rey Teodorico de los godos cercada a Mérida, se dice que Santa Eulalia la socorrió y la libró de que fuese asolada, mandando en sueños al rey que levantase el cerco, y así lo hizo; y otras victorias y buenos sucesos se cuentan haber recibido los cristianos con el patrocinio de esta virgen, por lo que en España se la tiene gran devoción, y muchas mujeres toman su nombre y aun algunos pueblos en el reino de Toledo y Andalucía. Gregorio Turonense escribe un milagro que cada año se solía hacer en el día de su martirio: de algunos árboles que estaban sobre su sepulcro y le cubrían, y con estar desnudos y sin hojas (por ser el mes de diciembre), aquel día florecían y producían unas flores que tenían figura de paloma, de suave olor, por las males según el tiempo en que salían, la gente entendía si el año siguiente había de ser próspero o estéril.

Su llegada a Asturias la sitúan unos con Don Pelayo y otros con Silo, en ambos casos rescatando los huesos de la santa de una correría árabe. Alfonso II, el Casto trasladó sus restos desde Pravia a la iglesia de San Salvador (catedral de Oviedo), y más tarde el obispo Don Pelayo y Alfonso VI  depositaron sus restos en un arca de plata. La devoción popular creía que un paseo de los restos de la santa por la ciudad de Oviedo atraía las lluvias, por lo que entre 1630 y 1639 el obispado de Oviedo llevó a cabo los trámites necesarios para convertir a la benefactora climatológica en patrona oficial. Cuando esto sucedió Santa Eulalia ya tenía su cofradía.

Fue consagrada como patrona del obispado de Oviedo en 1639 por el papa Urbano VIII. Ya consagrada como patrona, el obispo García Pedrejón inició la construcción de una capilla para la santa en la catedral gótica de Oviedo, capilla que fue terminada en 1697.

Hasta el siglo XIX se realizaban grandes festejos en el aniversario de la Santa, el 10 de diciembre. Desde el año 2004 se celebra una misa mozárabe en honor de Santa Eulalia y durante el trascurso de la misma los concejales del Ayuntamiento portan el arcón con los restos de la santa en una pequeña procesión hasta el altar. También es patrona de la policía local de Oviedo.

El Ayuntamiento de Oviedo acordó darle su nombre a una calle (situada en la antigua travesía de Silla del Rey) el de 2 de marzo de 1996 (dos años después de que se instalara en esta misma calle una estatua de la santa).

«Sed realistas: pedid lo imposible». Por Monseñor Jesús Sanz Montes

Llegan estas fechas en la encrucijada de un año que termina y de otro que comienza. Hacemos los acostumbrados ritos que hemos heredado con el desenfado de unas uvas que engullimos a trancas y barrancas, a ritmo de campanadas cerrando los doce meses que así dulcemente terminan. Peor lo tienen en Italia, que celebran el trasiego comiendo lentejas en la última cena del año. Y, más allá de los ritos y costumbrismos del momento, lo cierto es que nos esforzamos por estrenar algo que realmente pueda sonar a nuevo, que pueda ser renovado de alguna manera.

Pero luego nos topamos con una realidad que es más terca que nuestros buenos deseos, y nos venimos a convencer que la vida no cambia por unas uvas o unas lentejas tomadas con solemne y casa supersticiosa devoción. Todo nos espera entrando en enero, prácticamente igual que lo dejamos cuando lo despedimos terminando diciembre. Pero hay algo que es sincero y verdadero: el deseo de un cambio, de un estreno, de pasar hoja a lo que meses atrás nos señala como que hubiera sido mejorable en tantos sentidos, en tantas relaciones, en todos los climas y los meses.

Me viene a la memoria lo que decía una célebre pintada en las paredes de la Universidad Sorbona de París durante la revolución de mayo de 1968: “sed realistas: pedid lo imposible”. Si no hubiera un indómito deseo en lo más noble de nosotros que nos hace aspirar a ese mundo mejor que no logran amasar nuestras manos, jamás pediríamos lo imposible, sino que nos resignaríamos a lo que hay, a lo que nos imponen, a lo que nos compra-venden. Y, sin embargo, los únicos realistas, los únicos que verdaderamente viven la más legítima revolución, son los que no aceptan que las cosas sean así porque sí, porque se den, porque su propia inercia así nos las asigna.

Dios ha venido para romper esa inercia fatal que nos permita volver a empezar. La Navidad no es sólo la historia lejana de algo que sucedió hace muchos siglos, sino la narración de algo que sigue sucediendo en nosotros y entre nosotros. Que Dios es cercano, que no es enemigo y desea nuestro bien. Él ha venido para abrazar las preguntas que cada uno tiene en su corazón, preguntas tantas veces disimuladas, trucadas o censuradas, pero que siguen desafiando nuestra propia felicidad. Por esta razón hacemos fiesta, engalanamos calles, y nos disponemos al sincero afecto y a la verdadera paz.

Y así también, un rito como este de estrenar el nuevo año, tiene sin duda alguna un trasfondo más amplio que desborda propiamente una fecha redonda como el primero de enero. Porque nuestro corazón, no sólo en este día, sino siempre, tiene una sed infinita de estrenar una felicidad para la que ha sido creado. Por eso nos encontramos y reconocemos siempre que hay una ocasión para volver a recordar esta verdad profunda de nuestro hondón más verdadero que palpita en las entretelas del alma.

En este nuevo año 2022 os deseo a todos vosotros, que podáis experimentar en vuestra propia vida el fruto del nacimiento de ese príncipe de la Paz que se hizo niño para nuestra salvación. Dejemos crecer a ese divino niño en nosotros y entre nosotros: que la Navidad no sea de quita y pon, sino que continúe como luz durante todo el año. Y que Santa María, nos ayude a todos a hacer lo que el Señor nos diga –como fue su propia historia de fidelidad para con Dios–, que nos empuje a percatarnos del vino que le falta a la humanidad en las bodas de la vida –como ella hizo en Caná–, que nos abra al reconocimiento de Jesús en su Eucaristía como el pan adecuado para todas nuestras hambres a fin de poder hallarle también en todas sus demás presencias, particularmente en los distintos rostros de pobreza de nuestros hermanos. Paz y Bien. Feliz año nuevo.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

“San Francisco de Asís, compañía para nuestro destino”

Acaba de salir un nuevo libro de fray Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo. En esta ocasión habla de Francisco de Asís, el santo de la fraternidad universal, al sentirse y vivirse como un hijo de Dios en comunión con todo lo creado. Son 408 páginas muy densas, hablando del Poverello de Asís con pasión de hijo, con sabiduría del teólogo, con amor de estudioso que intenta vivir lo que ha investigado, orado y aprendido en diálogo con la cultura contemporánea, con otros maestros y testigos del quehacer teológico.

En diez capítulos presenta lo que Francisco y el franciscanismo representan en la historia de la espiritualidad cristiana y en la vivencia del Misterio de Dios encarnado en un joven que iba para comerciante en telas y se quedó en “constructor de la Iglesia”. Había escuchado una voz que le tocó el corazón: “Francisco, repara mi Iglesia que va a la ruina”. Primero, la entendió en sentido material y se puso manos a la obra con la iglesita de san Damiano. Después, fue entendiendo la reforma que el Señor le iba proponiendo: amor a la pobreza, obediencia al santo Padre y a los obispos, vida de humildad y servicio, comunidades fraternas, anuncio de la Palabra que da vida.

Fray Jesús hace una síntesis de lo que significa nuestro santo: “Francisco de Asís nos recuerda lo Absoluto de Dios, el Evangelio como gracia y utopía, la Paternidad de Dios que nos devuelve la dignidad filial y nos hermana a todo lo que de sus manos creadoras ha salido y es sostenido, permitiéndonos una mirada y una convivencia llenas de ternura, emoción y de bondad, sin apropiarnos de nada ni de nadie, desde el gozo de sabernos pequeños e incompletos, pero completados y complementados por tantos dones de Dios que Él ha concedido para construir su Iglesia” (p. 153).

Difícilmente se puede expresar mejor lo que Francisco de Asís y su movimiento franciscano han representado para la Iglesia “semper reformanda”. Ahora, solo te queda, amable lector, ponerte a leerlo y disfrutar de su lectura. Sentirás deseos de ser mejor. No te arrepentirás.

José Antonio González Montoto, Delegado Episcopal del clero

Nunca es tarde para empezar

 

Pared pintada: antes y después

  


A San José


Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos. Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje. Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro. ¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.

Homilía de nuestro párroco en Covadonga

Domund

 

Señor, contigo he visto y oído
 que las cosas pueden ser diferentes; 
que el desánimo y el cansancio 
no tienen la última palabra, 
porque Tú no abandonas a nadie 
al borde del camino. 
Contigo he visto y oído 
que Tú vives y quieres 
que yo también viva, 
que eres bondad y misericordia,
 y que me envías a compartir este anuncio
 –el anuncio más hermoso– 
dejando brotar la alegría 
con la que inundas mi corazón.
 Señor, yo quiero ser amor 
en movimiento, como Tú. 
Te lo ruego: pon en marcha 
al misionero de esperanza 
que llevo dentro, 
para que cuente lo que he visto y oído
 a todos mis hermanos del mundo. Amén

Unidos a nuestros pastores

 

Tiempos recios. Por Pedro Trevijano

Hace algunos años, hablando con un sacerdote, me decía que estábamos en tiempos recios. Pienso que en ninguna época de la Historia de la Humanidad se puede hablar de tiempos fáciles y ciertamente los años treinta y cuarenta del siglo pasado fueron terribles.

En nuestros días, creo que lo peor que está pasandoen los países hasta no hace mucho cristianos, es su descristianización. Hasta hace poco, la transmisión de la fe contaba con un gran apoyo sociológico. El ambiente social, la escuela y las tradiciones populares eran transmisores de una visión creyente de la vida. Nuestra Sociedad es indudable que está muy afectada por la descristianización. Muchísima gente ha vuelto la espalda a Dios y no sabe o no quiere saber nada de Él. No hace mucho leí que en Holanda hace cincuenta años había tres millones de católicos practicantes. Hoy quedan sesenta mil. Y algo parecido está sucediendo en un montón de países.

Cuando cayó el Muro de Berlín muchos nos alegramos viendo el declinar de una ideología criminal y atea que había privado de la vida y la libertad a muchos millones de personas. Pero Satanás no descansa y pronto otra ideología, la ideología de género, tan destructora o más que la anterior, pues niega la naturaleza humana y pretende destruir la familia, es decir trata de destruir las raíces más profundas e íntimas del hombre, ocupó su puesto bajo el disfraz de lo políticamente correcto y con la pretensión de crear una nueva ética mundial en una línea profundamente antinatural y anticristiana. Para ello se sirven de instituciones y lobbys, como las estructuras de la ONU o UNICEF, que habían sido creadas para todo lo contrario, en una monstruosa alianza entre algunas de las mayores fortunas del mudo y el extremismo de izquierdas más radical.

Para vender este producto se exacerba nuestra independencia e individualismo. En el plano moral la búsqueda de la libertad absoluta supone el rechazo de las reglas y principios éticos. El individualismo se centra únicamente en la persona y no admite ninguna imposición, considerando a Dios como un enemigo que coarta nuestra libertad dictando leyes. Este eclipse de Dios nos conduce a un materialismo práctico, a un consumo desordenado o abusivo y a falsas normas morales con la satisfacción inmediata como única razón de vivir. Ahora bien, ¿se trata de una situación irreversible o tiene remedio? Benedicto XVI, en su libro «Luz del mundo», apunta por donde debe ir la solución: «Se podrían enumerar muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero esto sólo se conseguirá si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo». En la familia la oración diaria debe tener un lugar importante, llegando a ser plegaria familiar, es decir oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos. En pocas palabras, lo que el mundo necesita es más cristianismo.

Pase lo que pase, no nos debemos desanimar. Dios es más poderoso que el Diablo y los cristianos, y muy especialmente los sacerdotes debemos preguntarnos si no descuidamos nuestra unión con Cristo y nuestra vida sacramental.

Y es que el comportamiento de los cristianos, y en especial de los sacerdotes, es fundamental. En el Seminario se nos decía que, cuando un mal sacerdote llegaba a un pueblo, lo dejaba arrasado. Recuerdo que un sacerdote me comentó que un colega suyo le dijo en cierta ocasión: «Yo no rezo, porque a los curas que rezan no se les nota». El que lo contaba me dijo: «estuve a punto de contestarle: pero a los que no rezan sí se les nota». Seguramente debiera habérselo dicho. Otra anécdota, sucedida en Buenos Aires. Un cura español y un argentino: «¿Cuántos curas hay en Buenos Aires?», «Unos dos mil», «Pero de éstos cuantos curas, curas hay?», «Unos trescientos», a lo que el cura español, que fue quien me lo contaba dijo: «Pero los otros son necesarios para decir Misas etc.», a lo que el argentino replicó con toda razón: «Si sólo hubiese los trescientos, en muy poco tiempo tendríamos los dos mil».

Visita a la Santina

Rosario Misionero

El Rosario Misionero es una forma de oración que toma como base al Rosario tradicional, en la cual, por intercesión de María, se pide al Padre por las intenciones y necesidades de todo el mundo. Es una oración mariana universal y misionera.

Está estructurado, al igual que el Rosario tradicional en cinco misterios, en cada uno de los cuales se pone como intención a uno de los cinco continentes. Las cinco decenas tienen sendos colores, que representan a cada uno de los cinco continentes desde el punto de vista misional, y recuerdan al que reza, la intención misional de cada decena.

1° Misterio, de color verde, se reza por Africa. El color verde, nos recuerda las verdes selvas habitadas por nuestros hermanos africanos.

2° Misterio, de color rojo, se reza por América. El color rojo, simboliza la sangre derramada por los mártires que dieron su vida durante la evangelización de este continente.

3° Misterio, de color blanco, se reza por Europa. El color blanco, nos recuerda a la raza blanca, originaria de este continente y al color de las vestiduras del Papa, que también tiene en él su sede.

4° Misterio, de color azul, se reza por Oceanía. El color azul nos habla de Oceanía, con sus miles de islas esparcidas en las azules aguas del Océano Pacífico.

5° Misterio, de color amarillo, se reza por Asia. El color amarillo nos trae a la memoria el Asia, poblado en gran parte por razas de este color.

Manso y humilde de corazón. Por Guillermo Juan Morado

Jesús agradece a Dios su revelación a los pequeños e invita a todos los oprimidos a seguirlo.

Lo que es ocultado a los sabios y entendidos, es dado a conocer a los pequeños, quienes, de este modo, participan del mutuo conocimiento del Padre y del Hijo: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo de lo quiera revelar”.

Algo similar leemos en el libro del Eclesiástico: “grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes” (Eclo 3,30). Necesitamos situarnos en la senda de la humildad y del discipulado para poder aprender de Jesús, el Hijo de Dios. Frente a los sabios e inteligentes, a los escribas y a los maestros de la Ley, el Señor prefiere, como destinatarios de su revelación, a los simples creyentes, humildes y piadosos; a los excluidos y despreciados.

En cualquier campo del saber se requiere la humildad para poder aprender. Un simple virus ha detenido la marcha del mundo y los grandes sabios han reconocido que apenas sabían nada de él, o muy poco. Un fenómeno de la naturaleza, como un volcán, desafía con su imprevisibilidad los conocimientos de los expertos.

¡Cuánto más acontece en los misterios que rodean al hombre! ¿Qué sabemos nosotros del enigma del dolor y de la muerte? Fuera del Evangelio, lejos de la enseñanza de Cristo, ese enigma nos abruma: “¿cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte?, ¿qué seguirá después de esta vida terrena?”.

Jesús no nos deja solos ante estos interrogantes: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Jesús promete descanso y alivio a los que se sienten atormentados por el peso de la vida, por las limitaciones que impone la enfermedad y la vejez, por la sombra amenazante y cada vez más próxima de la muerte. “Venid a mí…. y yo os aliviaré”.

“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. San Agustín decía: “Cualquier otra carga te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas”.

El que nos llama a caminar hacia Él es “manso y humilde de corazón”. Él personifica las bienaventuranzas: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”; “bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. La humildad mira sobre todo a la relación con Dios, a la obediencia al Padre. La mansedumbre, a la compasión y al servicio con relación a los otros.

En la obediencia y en el servicio se encuentra el yugo suave y la carga ligera que nos libera de la fatiga y del estrés del orgullo, de la presunción y de la hostilidad; de la continua preocupación por mantener la posición elevada, por no perder y fracasar.

Acercarnos al Corazón de Cristo nos libera del miedo e infunde esperanza en nuestros corazones. Tras el umbral de la muerte, nos aguarda no la aniquilación, sino Él, nuestro Maestro y nuestro hermano, nuestro Pastor y anfitrión. Pidámosle que haga nuestro corazón semejante al suyo, un corazón sereno y valiente, que no teme caminar por cañadas oscuras, “porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).

El corazón es el lugar del encuentro salvador con Jesús. Como decía san Agustín: “regresemos al corazón, para encontrarle”. El Corazón traspasado de Jesús en la Cruz expresa la lógica de la donación, del amor. El Corazón salva en cuanto se dona, en cuanto se derrocha. Ese corazón abierto, que con su amor vence la muerte, habla a nuestro corazón y lo rescata del abismo de la amargura y de la desesperación.

Como canta el Salmo: “Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”. Amén.

Primeras Comuniones 2021

 

Oración a San Cipriano, Patrono de Naón

 

Oh, Dios,
que has puesto al frente de tu pueblo
como abnegado pastor y mártir invencible
a San Cipriano de Cartago,
concédenos, por su intercesión,
ser fortalecidos en la fe y en la constancia
para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Agradecidos por esta publicación en lne: Fiesta de Viella 2021 de Paco Álvarez M.

Por amistades que tengo en ese pueblo voy cada 15 de agosto a Viella a participar de la fiesta, sintiéndome uno más. Este año he de decir que la he disfrutado, a pesar de la pena de no tener la folixa en el prau fue un día entrañable para compartir con los amigos y la gente que quieres.

Ha sido un detalle que la comisión de fiestas no dejara pasar la fiesta del pueblo sin hacer algo significativo como el reparto de la botella y el bollu preñao. Estoy seguro que ese gesto no pasó desapercibido para las gentes del pueblo.

Hacia tiempo que no disfrutaba de una misa como la de este domingo en la iglesia de Viella: órgano, incienso, cantos hermosos... la emoción se respiraba en el ambiente hasta el punto de que, una vez finalizada, todo el mundo rompió en un gran aplauso.

Qué decir del párroco, que desde su llegada a Viella no ha parado de trabajar y mejorar la parroquia, de año en año uno se encuentra algo nuevo o restaurado; y eso en una parroquia pequeña y sin recursos no se ve todos los días. Su homilía, como siempre, acertada y actualizada al momento, donde hizo una magnífica disertación sobre las palabras del Evangelio.

Me gustó mucho su agradecimiento a la juventud de la comisión de fiestas, a las mujeres que limpiaron la iglesia y sus ánimos por mirar al futuro con esperanza. Es lo que todos deseamos en estos momentos, poder celebrar la fiesta de 2022 sin las complicaciones de la pandemia.

Puede parecer una tontería, pero los muchos pequeños detalles de este año: el bollu, el poema, las palabras del sacerdote, etcétera, me han llevado a la conclusión de que no pasó el 15 de agosto en Viella sin pena ni gloria. Ahora, a por el año que viene.

Dulce Nombre de María

Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.

En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.

Eucaristía por los difuntos de la Parroquia

 

domingo, 15 de agosto de 2021

Peregrinación a la Novena de la Santina y Horarios Santos - Difuntos

 


Al cielo vais


Al cielo vais, Señora,
allá os reciben con alegre canto;
¡oh, quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada,
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada,
cual reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna.

Volved los linces ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
al val de los abrojos
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista
miráis las tristes almas de este suelo,
con propiedad no vista
las subiréis de vuelo,
como perfecta piedra imán al cielo. Amén.

“ Se alegra mi espíritu en Dios ”. Por Fray Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

(Dominicos) Estamos ante una de las fiestas más populares en el pueblo cristiano. Por ello conviene matizar bien el significado que para el pueblo cristiano tiene la fiesta y no recargarla con desacertadas imágenes y significados que ahogan su espiritualidad. Lo que se celebra es la muerte y resurrección de la Santísima Virgen María, es decir, los misterios del final de su vida y su resurrección por la gracia de Dios que la asocia como compañera inseparable de su Hijo eterno en la vida eterna.

Debe prescindirse, en primer lugar, de toda imaginación simplificadora de ángeles que bajan y trasladan el cuerpo mortal de la Virgen al otro mundo sin pasar por el trance doloroso y denigrante de la muerte, como pasamos todos los mortales. Hacer así es lo mismo que negar la redención de Cristo y el motivo por el que él se encarnó. Hemos sido redimidos por la muerte de Cristo. Así, con todo el realismo. Una muerte ignominiosa y humillante, un derramar hasta la última gota de sangre que nos da la vida mortal y un ofrecer esa muerte en precio de nuestra salvación. A veces, parece que pasamos como de puntillas por esa muerte y solo interesa que ha resucitado, incluso en algunas celebraciones pascuales; no así la imaginería cristiana que reservó siempre tallas admirables para rememorar a Jesús muerto.

El realismo de la muerte es impronta necesaria de nuestra redención -hemos sido redimidos por una muerte humillante- y no podemos subrepticiamente callarla o disimularla. Y también la vida de la Virgen santificada por esa redención tuvo que pasar por la muerte, con su sentido auténtico y universal de dejar para siempre la vida mortal, el cuerpo caduco con el que nacemos y olvidarse para siempre de las condiciones mortales que señalan nuestra vida: la convivencia con otros seres y las relaciones de amistad establecidas y los proyectos terrenos llevados a cabo. La muerte se ceba en todos nosotros arrancándonos jirones de la vida de amistad, convivencia y tareas terrenas. “Todos nosotros nos transformaremos… y lo mortal tiene que revestirse de inmortalidad” (I Cor 15,54) nos amonesta San Pablo.

Y en segundo lugar, pero ya fuera del tiempo, resucitar por obra de Dios para la vida nueva e inmortal. Así fue la muerte y resurrección de Cristo y es a la que configura la muerte y resurrección de su madre santísima. Lo contrario sería ocultar el sentido de la muerte de Cristo.

Se trata de recordar el misterio pascual de Cristo y afirmar cómo se vivió de una manera singular y excelente en su santísima Madre. Después de la Pascua del Señor celebramos la pascua de su santísima madre. Y, eso sí, lo hacemos llenos de esperanza en que también nosotros alcanzaremos nuestra pascua personal. En la fiesta de hoy anhelamos nuestra pascua por la gracia de Dios. Lo que para nosotros es espera, para la Virgen es realidad gozosa por estar asociada a la muerte y resurrección de su Hijo.

Misa por nuestros difuntos

 

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas:

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

Palabra del Señor