martes, 16 de abril de 2024

Semana Santa 2024

 

Don José Manuel Alonso García, el cura de Vega que supo ser pastor de todos. Por Rodrigo Huerta Migoya

 

Se nos ha ido Don José, el querido Cura de Vega (Gijón), un sacerdote según el corazón de Cristo. Nacido en El Pontigón en Carcedo (Valdés) en un hogar humilde y cristiano un 10 de octubre de 1931. Sus padres Felisa y José Manuel fueron su primer gran referente en la ayuda a los vecinos, así como su párroco Don Gil Ganzaraín Fernández, valdesano también de Gamones de Trevías, donde era conocido como ''de Casa de la Chinta'', el cual opositó muy joven a la parroquia de San Pedro de Carcedo para estar así cerca de la familia. El niño José Manuel dio muestras muy prematuras de una clarísima vocación sacerdotal, por lo que el cura del pueblo lo animó a ingresar en el Seminario. Tras cursar los estudios de filosofía y teología en el Seminario Diocesano, recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Francisco Javier Lauzurica y Torralba el 6 de abril de 1957 junto a otros veintidós compañeros, de los cuales sólo viven dos en la actualidad: Don Avelino López Brugos y Don Rodrigo del Sastre Vega, además del renombrado Víctor García de la Concha, que se secularizó. 
Fue una gran promoción de sacerdotes que dejaron huella en la Diócesis, con venerables de la talla de D. Félix Torga, el cura de Lorío (Laviana); D. Ezequiel Fernández, el director espiritual del Seminario; D. José Franco, el canónigo de la Catedral; D. Daniel Presa, el cura de Priesca, o el P. Santiago Fernández Martínez O.P. Queridísimos sacerdotes como D. Manuel Antonio Barrera en Pravia; D. Eduardo Berbes en Pumarín de Gijón; D. José Antonio González Blanco en Soto de Aller; D. Ramón Laruelo en Proaza; D. Juan Miyar en Argame; D. Luis Fernando Tolívar en Collado (Siero); D. Luis Valdés en El Berrón ;D. Luis Villaverde en Verdicio: D. Ángel Pandavenes en la Catedral, D. Senén Rodríguez Zapico en Pando de Oviedo, o D. Avelino López Brugos y D. Justo Ordoñez de misioneros en Brasil, entre otros...

Su primera misa la celebró Don José Manuel en la iglesia parroquial de Carcedo -donde había recibido todos los sacramentos- el jueves 25 de abril de 1957. Y pronto llegó su primer destino como coadjutor de la parroquia de San Félix de Lugones, a la vera del entonces párroco D. Jesús García García. Aquel anciano sacerdote, curtido por la pobreza de su Linares de Proaza por la persecución religiosa en la Revolución y la Guerra se había hecho un hombre que pasaba a menudo por intransigente, pero que ayudó a muchísimas familias de la Localidad que pasaban necesidades, valiéndose de su buena entrada en las fábricas de metales y pólvora para "colocar" a muchos padres de familia y a muchos jóvenes sin futuro. Había en aquellos finales de los cincuenta en Lugones varios poblados gitanos, uno de ellos cerca del barrio de Paredes, de donde llegó el aviso a la Parroquia que una anciana gitana moribunda pedía la asistencia de un sacerdote al verse al final de su vida. El Párroco encargó esta misión al coadjutor que allá fue seguro que con nervios y algo de temor por lo que se habría de encontrar. Don José siempre contó que le dejó conmovido la piedad con que aquella mujer confesó, comulgó y recibió la unción; tuvo que serlo especialmente para él que siempre fue una persona escrupulosa para la limpieza, que llegó a comentar que el olor en aquella chabola era insoportable, pero que el modo en que aquella humilde moribunda aguardaba los sacramentos hizo que llegara a olvidar hasta el olor, la suciedad y la miseria que la rodeaban. 

De Lugones pasó a la vecina parroquia de Santa María de Viella en calidad de Ecónomo, al fallecer el párroco D. Jesús María Fernández Vilabrille, un sacerdote que en su juventud había promovido una gran campaña vocacional en Somiedo, hasta el punto de llevar a muchos jóvenes del concejo al Seminario y que luego acabarían siendo sacerdotes, como su entonces monaguillo José Manuel Álvarez Feito (que luego sería el erudito párroco de Miranda en Avilés). En Viella le tocaría a Don José Manuel rematar algunos detalles del templo, como la colocación de la cruz en la torre del campanario. También tuvo que continuar la reconstrucción del archivo parroquial con declaraciones juradas y testimonios, el cual había sido totalmente destruido -quemado- en la guerra civil. En sus años de sacerdote, cuando se le reclamaba que había que mejorar algo, hacer más o potenciar cosas en la Parroquia, él solía utilizar dos expresiones: ''yo debo de arar con los bueyes que tengo'', o ''y tengo que hacer el cestu con los mimbres que me dieron''; esta última una expresión muy propia para un cura de Viella, dado que a los de este pueblo se les denomina ''paxarros'' por haber sido en la antigüedad una localidad de tradición cestera. 

El tercer destino será la parroquia de Santo Tomás de Latores (Oviedo), a la cual llegará en 1961 sumándose al año siguiente el encargo de San Pedro Ferreros-Las Segadas,  con su filial de San Martín de la Pereda de Oviedo, encomienda que sólo duraría unos meses ante la aparición de una nueva circunstancia: el párroco de Santa María de San Claudio, D. Manuel Fanjul de la Roza, que atendía también entonces en calidad de filial Santa Marina de Piedramuelle, pidió una ayuda para no tener que desplazarse, así no fue nombrado Don José Manuel encargado de Piedramuelle pues no era parroquia independiente, sino encargado de su coadjutoría. Los siguiente cuatro años permanecerá de este modo entre Latores y Piedramuelle hasta que llegó el destino que marcaría el resto de su vida, al ser nombrado por Monseñor Vicente Enrique y Tarancón, Regente de San Emiliano de Vega en Gijón, feligresía que estaba vacante al haber sido destinado el hasta ese momento párroco de Vega y capellán de la Mina de la Camocha, D. Luis Marcos, para la feligresía de Santa María de Luanco, en calidad de Regente. 

La parroquia de San Emiliano de Vega ha sido bendecida ciertamente por el Señor con los párrocos que ha tenido en los últimos cien años, empezando por el venerable D. Dionisio Martín-Ayuso Navarro, Párroco de Vega, del que el entonces canónigo magistral de la Catedral de Oviedo D. Eliseo LLamas Gallo escribió una bella semblanza definiéndolo como ''santo y docto''. Escribió D. Dionisio un diario sobre la persecución sufrida durante la guerra civil digno de ser leído. Vendrían luego D. Alejandro Canal (1937-1959), D. José Barcia Rubio, que fue capellán de la Camocha y Coadjutor de la Parroquia de 1951 a 1959 y Ecónomo de esta de 1959 a 1961, después D. Luis Marcos Valle como Párroco de 1961 a 1966, y tras su marcha llega D. José Manuel Alonso García, el cual permanecerá desde 1966 hasta su fallecimiento en 2024, primero como Regente (1966-1986) y con título de Párroco desde 1986 hasta su muerte en enero de este año. 

Debe su nombre el lugar de Vega por haber sido en el devenir del tiempo una tierra fértil regada por ríos como el Piles, el arroyo de Aroles, el Llantones, el Santa Cecilia, Robledo o el Meredal. Citada ya esta Parroquia en un documento del monasterio benedictino de San Vicente de Oviedo fechado en el año 1151: «hereditate propria que habeo in ualle Gigon, in uilla que uocitant Uega», «et illa hereditas est in Uega inter ambos riuos». Es cierto que seguramente el lugar de culto más antiguo y hasta el primer templo parroquial como defienden algunos autores pudiera haber sido San Vicente de Aroles, que ya aperece citado en el Liber Testamentorum en la donación de Ordoño I: ''In Aramaubes ecclesiam Santi Vicenti''. Así también en nomina de parroquias de Gutierre de Toledo en el año 1385 habla de ''San Vicente de Atoles''. Por ejemplo, el autor Francisco Monge Calleja defiende en una de sus obras que Aroles fue la sede parroquial de Vega hasta cambiarse la ésta en el siglo XVIII. No comparto dicha teoría, pues en la misma relación de parroquias de la Diócesis que hace el obispo Gutierre en el siglo XIV aparece ''Santo Millano de las Cavannas'', referente a Gijón. Más bien parece que en el siglo XVIII el entonces Párroco D. Santiago García de la Figal (1751-1795) decidió encargar el derribo de la iglesia primitiva, seguramente de estilo románico y de proporciones inferiores a la actual, encargándose un nuevo templo de factura barroca terminado en 1767. 
En el siglo XIX se encontraron yacimientos romanos en Vega. Por desgracia, la guerra civil fue muy dura en esta localidad quedando prácticamente todo arrasado al edificarse ya en tiempos de la Segunda República un pequeño aeropuerto en el lugar. El templo incendiado y profanado, fue reconstruido según proyecto de 1938 del arquitecto Mariano Marín de la Viña. Se buscó en un primer momento darle un toque historicista a la hora de rehabilitar el templo, como se haría en Huerces, Somió y otros templos de la Diócesis, pero seguramente el entonces párroco D. Alejandro, optó por levantarla con la mayor fidelidad posible a como era antes de la contienda civil. El paso de los años y los criterios de cada sacerdote fueron cambiándole el rostro al edificio; por ejemplo, cuando el cabildo abierto se cerró para dotar a la parroquia de locales, cuando se empequeñeció la sacristía o se decoró la fachada con cuadrantes de cemento en lugar de con la carga y la sillería de las esquinas vista, o cuando se añadió un tejadillo a la espadaña pensando en el campanero que a diario -fuera invierno o verano- subía para repicar y llamar a misa. 
Algunos de los barrios de la Parroquia son Vega de Arriba, La Piquiella, Paniceres, Vega de Abajo, Aroles, El Poblao, Ciudad Virginia o El Vaticano, este último llamado así debido a que un trabajador de la mina denominaba al capataz-jefe ''el Papa'' y a los otros capataces ''los cardenales'', y como las viviendas de ese barrio eran su domicilio este vecino empezó a denominarlo ''El Vaticano'', quedándole el nombre hasta nuestros días. Existen otras dos parroquias en la Diócesis dedicadas a San Emiliano: una en el concejo de Teverga en la parroquia y pueblo de Taja, además de otra en el concejo de Allande en la localidad llamada Santo Emiliano. También tiene culto con el abreviado nombre de San Millán en tres capillas que encontramos en las localidades de Besnes (Peñamellera alta) así como en Colloto y Granda de Siero. Es San Emiliano, o Millán de la Cogolla, un ermitaño de vida ejemplar y fama de milagroso su historia ha llegado a nosotros a través de los escritos de Gonzalo de Berceo. Fue nombrado en el siglo X Patrón de los reinos de Castilla y Navarra. Es el Patrono de la parroquia y localidad de Vega de Gijón.

Sabemos también de la existencia de tres capillas hoy desaparecidas en el territorio parroquial: la de San Vicente en Aroles, que ya mencioné, y de la que aún queda alguna piedra en pie, la de San Juan en Vega de Arriba, levantado por donación de un tal D. Andrés de Fano, y finalmente la de San Bartolomé, que pudiera estar en la zona de Vega de Abajo y aunque no queda rastro de la misma se conserva el culto y la devoción a San Bartolomé Apóstol en la parroquia que es celebrado, junto a su fiesta sacramental a finales de Agosto. Don José le tenía especial devoción a San Bartolomé, pues también lo celebran en su parroquia natal, donde era costumbre comer en familia las allí llamadas ''Patatinas de San Bartolo'', con carne guisada acompañada del pan casero de maíz llamado allí "fuaza"; y se hacía también con esa misma harina de maíz la ''Rapa'', que era una torta con chorizo, cebolla y algo de tocino; o las ''Papas'' también llamadas "fariñas" con agua, leche y el maíz tostado... 
Don José en más de una ocasión pidió presupuesto para adquirir una nueva talla de San Bartolomé de mayor tamaño, pero él quería que tuviera dos características: que pisara el demonio y que en la mano llevara el cuchillo y la piel, para distinguirle mejor dado que la imagen que se venera en Vega -según él- podría pasar por cualquier mártir al sólo tener la palma y un libro. Siendo Don José Párroco, recibió la iglesia de San Emiliano una valiosa donación de un lienzo del martirio de San Bartolomé, obra de un discípulo de la escuela de Rivera que preside hoy la capilla del Santísimo, regalo de la feligresa de Vega Doña Lucrecia Cortina García. 

¿Qué hizo Don José en Vega? Lo tenía ciertamente difícil, pues los sacerdotes que le precedieron habían dejado el listón muy alto, pero el valdesano no se quedaría atrás, él no miraba esas cuestiones de comparaciones o aplausos, él se movía por vocación y lo puso de manifiesto. Cuando llegó a Vega era un jovencísimo sacerdote de apenas 35 años que pronto convertiría la pequeña iglesia de San Emiliano y sus locales en el corazón de toda la localidad: reuniones, clases, fiestas, excursiones, acampadas, catequesis de la Acción Católica, cursos de cocina, talleres, baile regional, coros, festivales navideños, amagüestos, cabalgata de reyes... Todo lo que se le ocurría para atraer a la gente, y que la parroquia tuviera vida bien recibido era, hasta el punto que la Parroquia se convirtió en sede para la Asociación de Vecinos, así como para varias entidades del lugar. Se edifica la nueva casa rectoral, se construyen baterías de nichos en el cementerio parroquial, se encarga una vidriera para la fachada del templo con la imagen de María Auxiliadora, se reforma el presbiterio del templo, cambia de ubicación la pila bautismal...

Como sacerdote era una mezcla de personalidad muy curiosa; tenía muy marcados en su mente los "marchamos" del postconcilio, pero a la hora de la verdad seguía el modelo del sacerdote de siempre de rosario y oración silenciosa ante el Sagrario; madrugador para dar los buenos días al Señor y abrir el templo, y para desgranar ante el altar la oración de la Iglesia en su gastadísimo breviario. Hace menos de diez años a un colaborador de la parroquia se le ocurrió regalarle la última edición de "la liturgia de las horas", editada en 2012; el día de su muerte su breviario estaba en su sitio habitual del presbiterio y se veía tan gastadísimo en los lomos y las hojas, que era evidente que D. José era una cura que rezaba sus obligadas oraciones diariamente, pues éste parecía tener medio siglo. Cuidadoso con las normas litúrgicas, no permitía cualquier canto en bodas o funerales, ni tampoco cualquier decoración floral o experimento raro. Por esa fidelidad litúrgica se ganó a menudo fama de ''repunante'', que los asturianos ponemos con facilidad, pero en las leyes humanas y divinas Don José no transigía, aunque para los humildes jamás había límite a su bonhomía. 

Trabajó también en la enseñanza donde dejó el recuerdo de su delicadeza y bondad, así como fue designado Arcipreste de Gijón-Suroeste (1966-1975), Consiliario Comarcal de la Acción Católica General de Hombres para la Zona de Gijón (1973-1995) y Párroco- Consultor (1984-2006). Sufrió en sus años mozos aquella crisis iconoclasta que tanto daño hizo en España y en Asturias, y la cual llevó a muchos bellos retablos a convertirse en leña y muchos objetos piadosos terminar en la basura, y a la casi totalidad de las imágenes religiosas a terminar en el trastero. Hubo un tiempo en que sólo quedó en el presbiterio el Cristo, luego entendió que aquello no había sido un acierto y los santos volvieron a retomar protagonismo: San Bartolomé, Santa Bárbara, Nuestra Señora de Covadonga, San Emiliano, Nuestra Señora del Patrocinio... Hombre austero a más no poder; jamás se metía en obras a no ser que realmente fueran necesarias, pues tenía muy claro que los primeros siempre habían de ser los pobres. Y él también en buena medida quiso vivir pobre; jamás fue persona ostentosa ni amigo de lujos; todo lo contrario: la sencillez era su marca de distinción. Acudían a él muchas personas, no le faltaron engaños, pero su móvil era realmente la caridad con mayúscula. Él veía las cosas en clave espiritual; en algunos aspectos era todo un místico, pues cuando alguien le proponía para las primeras comuniones un adorno excesivo, él siempre salía con alguna reflexión del tipo: ''estamos en mayo, y a la Virgen las flores que más le gustan es que nosotros vivamos el Evangelio''... Fue un ferviente defensor de la confesión individual frente a la moda de las "absoluciones colectivas" que tanto daño han hecho en la Diócesis y en el arciprestazgo de Gijón. Buen catequeta: a pesar de sus años se hizo pronto al ordenador para preparar con mimo y detalle la hoja parroquial que mensualmente él mismo editaba para las cuatro parroquias, así como fichas, textos y "libretos" para la vida parroquial. 

En Vega la presencia de la minería y sus sindicatos con sus marcadas líneas políticas. no fueron para este hombre ni contratiempo ni facilidad; quizá un sacerdote "liberal" se hubiera tirado de cabeza a nadar en ese fango para ganar nombre y consideraciones a nivel social como hicieron otros curas en Gijón, que se preocuparon más de ser más próximos a la izquierda militante que a Jesucristo. Nunca formó parte de los llamados "curas del Bíbio", pues él siempre tuvo claro que se había ordenado -como decía el Santo Cura de Ars- ''para ganar muchas almas para Cristo'' y no para apuntar nuevos socios a ningún partido. Don José nuca quiso saber nada de esas historias: se mantuvo equidistante de siglas políticas, como demostró al negarse a firmar aquellas famosas cartas del clero de Gijón contra el Arzobispo de entonces. Supo ser próximo a todos sus feligreses sin distinción de ideas, gustos o criterios. Con Don José sólo había un problema: era el primero en visitar a la familia que había perdido un ser querido, al que estaba enfermo o al que necesitaba ayuda, pero él no quería ser cuidado, que se preocuparan por él o le trataran de ayudar o facilitar alguna necesidad propia. La ascesis que había aprendido en el Seminario la vivió toda su vida; ante la capilla del Santísimo de Vega tenía siempre el libro de la imitación de Cristo de Tomás Kempis, que fue su manual de perfeccionamiento en el seguimiento del Maestro. Con la llegada de la ley de Protección de Datos se le empezó a complicar el poder informarse de las personas de sus parroquias -creyentes o no- que estaban ingresadas, pero pronto se las arregló para que esas personas que siempre se enteran de todo y que hay en cada pueblo le tuvieran informado de los enfermos. En los últimos años se encontró con algún mal recibimiento de personas poco amigas de la religión, a lo que él saldría al paso en su siguiente hoja parroquial con aquella sentencia tan suya de: ''no hacemos milagros, pero la visita del sacerdote al enfermo no empeora su salud''... 


Era un hombre que respetaba y se hacía respetar, y que siempre que era requerido por personas o instituciones allá iba presuroso como María al acudir a casa de su Prima. Por ejemplo, cuando se le convocaba desde la dirección de la Mina, allá iba él para celebrarles a Santa Bárbara, para un responso por los fallecidos o como fue la celebración del 75 aniversario de la mina en 2005 y para cuya efeméride invitó al entonces Arzobispo de Oviedo, Monseñor Carlos Osoro Sierra, para presidir una eucaristía de acción de gracias en las inmediaciones de la boca del pozo. Para tal efeméride se colocó una cruz realizada en madera, que por desgracia sería destruida y profanada tiempo después a base de hachazos: es lo que hizo el veneno del marxismo entre gente noble y trabajadora. Aquellas visitas de renombrados enemigos de la fe católica a "La Camocha" como fueron Santiago Carrillo, Marcelino Camacho o "la Pasionaria", que viviendo ellos como burgueses utilizaban el discurso proletario entre gente humilde y sin formación, dejaron el poso de anticlericalismo como se evidencia en la profanación de la citada cruz de la mina.  Durante los años de Don José Manuel en Vega tuvieron lugar en la Mina de Vega-La Camocha, treinta y tres accidentes mortales; en la sacristía tenía la lista de todos ellos  para aplicarles misas el día de Santa Bárbara o en los aniversarios de los accidentes. 

Dentro de la localidad de Vega vivió la realidad de la piquilla entre los que decían ser de ''La Camocha'' y los que decían ser de Vega; es decir, los que en realidad se referían al poblado de Nuestra Señora de Covadonga, más urbanita, y los que defendían la esencia más rural y originaria del lugar. Don José trató de tener "guiños" y detalles para estar en sintonía siempre con todos, por eso en el calendario de la Unidad Pastoral además de incluir la foto del templo de Vega también añadía alguna imagen de la Santina, patrona del Poblado. Él nunca entró en esos piques. Como cuando le preguntó un vecino: ''¿dónde va con tanta prisa Don José?''... Y respondió: ''a ver a una enferma al Poblado''. Rematando el vecino de Vega: ''pues cuidado en el Poblado con los indios, dese prisa en volver a territorio comanche'' (el interlocutor tal vez no sabía que los "Comanches" también eran "indios")... Celebraba con mucho cariño la fiesta de la Santina y vibraba peregrinando con los feligreses cada año a la Novena. Una fecha muy especial para él fue la visita de esta Imagen a la Parroquia de Vega en el año 2001 cuando peregrinó por toda Asturias con motivo del Año Santo Mariano con motivo del Centenario de la Basílica de Covadonga. Aquel día el rostro del cura de Vega era el de la emoción de un niño feliz.

En sus años de párroco nació el Coro Santa Bárbara de Vega, la Escolanía infantil San Emiliano de Vega, la coral asturiana Enrique Montes, o el coro de voces graves de La Camocha, con encuentros corales, conciertos navideños y otras tantas jornadas vinculadas con la música en el templo. También se acondicionó el entorno de La Carbayera, que Don José defendió como parte de la Parroquia cuando el Ayuntamiento quiso que le fuera cedida; se limpió la fachada, se electrificaron las campanas, se puso nueva megafonía, nuevos muebles para la sacristía... Y fue de los primeros sacerdotes que levantaron la voz contra el PGOU (Plan General de Ordenación Urbana que Ayuntamiento de Gijón) gobernado entonces por el Partido Socialista, que se hizo según su criterio en detrimento y discriminación de la zona rural gijonesa. La respuesta fueron tres "marchas verdes" de los vecinos de la zona rural de Gijón a pie hasta el Ayuntamiento en enero, abril y julio de 2005 en las que participaron varios sacerdotes de los pueblos gijoneses, entre ellos el propio Don José, cuya presencia fue muy agradecida por los vecinos de ver que alguien que jamás se había posicionado en nada con tinte político, si se implicara en alzar la voz en favor de ese Gijón rural que sentía tan suyo. No podemos olvidar la promoción que Don José hizo en favor de la cultura asturiana con la creación del grupo de coros y danzas "Vegaroles", nombre ideado por él uniendo los nombres de los barrios de Vega y Aroles. Gran colaborador con Cáritas Arciprestal de Gijón y, especialmente, con la Cocina Económica; supo vivir como una balanza equilibrada su compromiso social, sin que su mano izquierda nunca supiera lo que hacía la derecha, al tiempo que era hombre de oración y de piedad sincera. Esto lo definió a la perfección el Sr. Arzobispo de Oviedo, D. Jesús Sanz, en la homilía de su funeral al afirmar: D. José Manuel tanto quiso con respeto y cuidado de la liturgia; y por la entrega a los necesitados, que no son actitudes sacerdotales contradictorias. De qué nos serviría comernos los santos, si no damos de comer a los hermanos; de qué serviría entregarnos a los hermanos, si no es desde el secreto de nuestro amor por Dios y con Dios mientras que lo vamos haciendo.

Vivía con mucha profundidad la Navidad, pues él solía decir que también en los hospitales y en los tanatorios era navidad, y no lo decía por pura teoría, sino que en esas fechas su presencia junto a los enfermos y moribundos se duplicaba. Su sensibilidad hacia las familias que perdían un ser querido era total, prueba de esto podrían darla desde Funerarias Gijonesas, dado que jamás impuso nada: facilitó todo y aceptó la hora que a la familia mejor le viniera. Lógicamente. había días sagrados como el Triduo Pascual, aunque un año se vio en una encrucijada con una familia de Vega, que se les murió un familiar el 24 de diciembre, le suplicaron que por favor les hiciera el funeral aunque fuera el 25 de noche dado que no querían esperar al 26 como el resto de difuntos del Tanatorio. Sobre aquello me dijo: "ese tema me dejó sin dormir, pero meditándolo me vino a la mente el evangelio del burro en el pozo y me di cuenta que se hizo el sábado para el hombre, y no el hombre para el sábado". Era tan puntilloso para las cosas que estoy seguro que hasta por aquello se disculpó con el entonces Arcipreste. En Adviento iniciaba ya su operación kilo en las cuatro parroquias, cuando pedía que se contribuyera con alimentos; siempre tenía sus frases épicas como cuando dijo: ''Si traemos fabes traigamos también algo para sazonarlas''; tenía toda la razón, no -los pobres- por el hecho de serlo no iban a dejar de merecer probar una fabada como las que comemos los demás... En Navidad invitaba a los feligreses a acercarse a la Cocina Económica y a las obras sociales de la Iglesia, pues según él: ''ahí vemos belenes vivientes de verdad, no de figuritas'' en alusión a las familias de hoy sin casa ni posada. 

Le gustaba que las procesiones fueran algo bello, por eso siempre cuidaba el orden, la participación y hasta los cantos que él mismo entonaba durante el recorrido con su megáfono, aunque solía invitar a otros sacerdotes para que asumieran presidir y predicar las fiestas. Cuando la Semana Santa se recuperó en Gijón a finales de los noventa, Don José fue uno de los sacerdotes que no tuvo el menor problema en participar en alguna de las procesiones acompañando los pasos. "Mosén" -otro venerable sacerdote (q.u.e.d.)- quería que hubiera siempre tres sacerdotes en cada procesión, y en aquellos tiempos el clero local estaba muy condicionado por algunas voces -hoy ya desaparecidas- que trataban de imponer cierta dictadura progresista en el Arciprestazgo.

Cuando llevaba once años de sacerdote en Vega, se le añade la vecina parroquia de San Martín de Huerces, iglesia que cuidó con acertadas obras y mejoras en estos cuarenta y seis años al frente de esa comunidad parroquial. La Parroquia debe su nombre al Santo obispo de Tours, mientras que el término "Huerces" según el filólogo Ramón de Andrés, proviene del latín vulgar ''hordeas''; es decir, lugar de cebada o que produce cebadas: ''terras hordeas'', evolucionando el término de ''hordeas'' a ''Uerzes'', pasando después a ''Güerzes'' hasta llegar a como hoy lo conocemos. En un documento de 1385 aparece la parroquia denominada ''San Martino de Huergos''... Del templo primitivo apenas dejaron piedra sobre piedra, por lo que tras la guerra civil se optó por un nuevo templo de estilo historicista cuyo aparejador fue José Fano Valdés. Cuando estalló la guerra civil era párroco de esta localidad el sacerdote D. José Lorenzo Lana, natural de Villanueva de Teverga. Tras la persecución religiosa desatada se escondió éste en Cabranes, en casa de una familia amiga que le llamaban el tío Pepe para no levantar sospechas. Era familia del Párroco de Fano Don Belarmino Lorenzo y del Párroco de Granda Don José Lana Álvarez -ambos somedanos-. Devotísimo de la Virgen del Carmen; sabemos que de las pocas veces que salió de casa fue el 16 de Julio de 1937 para procesionar él sólo hasta el Santuario de la Virgen del Carmen de Arboleya con el rosario metido en el bolso de la chaqueta. El niño Ángel Corripio, vecino de la casa donde se escondió el cura de Huerces, lo contaría años después siendo párroco de Villamayor de Piloña. Don José Lana después de la guerra opositó a la parroquia de Rozadas de Villaviciosa, el cual fue su último destino. El templo nuevo de San Martín de Huerces fue muy valorado por sus dimensiones y mezcla de estilos. Al poco de asumir la parroquia, Don José Manuel Alonso tuvo en 1977 una oferta muy interesante y generosa de un empresario particular, el cual quería adquirir la vieja casa rectoral para montar allí su negocio, pero Don José Manuel habló con el ecónomo diocesano al tiempo que consultó a la feligresía, y al ver mucha oposición se puso del lado de su grey. Se conocía al dedillo la parroquia y sus barrios: El Monte, Cabuezo, Santa Cecilia y Villaverde. Hizo importantes reformas en este templo: las nuevas vidrieras, más modernas; reformó el presbiterio, tejados, etc. Él y la feligresía la tenían muy mimada. El templo sufrió un incendio debido a un corto circuito en la instalación eléctrica, la cual incendió parte del templo desapareciendo la venerada imagen de San Agustín de Hipona, cuya fiesta es la principal del pueblo. 

Aún muchos recordaran la desgracia ocurrida durante las fiestas del año 2008 en esta localidad, cuando explotó la pólvora de los voladores que iban en el tractor de la carroza que atravesaba el pueblo el domingo por la mañana temprano, a modo de pasacalles. Todo terminó en desgracia por una chispa que provocó la explosión de los voladores y el posterior vuelco del remolque del tractor sobre una de las jóvenes de la comisión de fiestas, que además era la hermana pequeña del joven que conducía el tractor, añadiéndose también otros heridos de diversa consideración. 
Don José, al tener noticia, se hizo presente en todo momento acompañando a la familia y visitando a los afectados. Habló incluso con el Arzobispo de Oviedo para que presidiera el funeral, pero Don Carlos Osoro, con buen criterio, le dijo que le mandaría una carta firmada por él y el Auxiliar, señalando al tiempo que la persona más indicada para presidir esa celebración era el propio Párroco por conocer a esa familia y a la difunta desde que nació. 
Aquel funeral de la joven Andrea Rendueles fue de los más duros para este buen cura y en cuya predicación afirmó: ''Andrea murió en plena juventud, al servicio del bien y la felicidad de los demás. Deja una vida en plena juventud, por otra vida más plena como es la eterna''. Cabe señalar que el último acto oficial que tuvo Don Carlos Osoro antes de abandonar la Archidiócesis de Oviedo para irse como Arzobispo a Valencia fue, precisamente, colocando y bendiciendo la primera piedra del nuevo centro terapéutico de Cáritas "La Santina" en terrenos de Huerces, y con su buen Párroco al lado. 

En 1998 con la muerte del Rvdo. D. Ángel Eladio Arguelles Coto -''Yayo''- se le pide que asuma la parroquia de San Andrés de la Pedrera, donde nuevamente da lo mejor de sí e intenta llegar a todos acercándose semanalmente a las capillas del Carmen de Llantones y de San Roque de Fontaciera. Era D. José Manuel hombre recio y enérgico, pero sonriente y amable que disfrutaba en el servicio a los demás. Así le conocí en mi niñez: era habitual verlo en el prau de las fiestas de San Roque, del Carmen, de San Juan... saludando, interesándose y quedándose a la mesa. Hombre ágil e inagotable, con la agenda bíblica bajo el brazo, las gafas cayendo a menudo hacia la punta de la nariz y el juego de llaves bailando siempre en la mano. Con qué alegría saludaba a Isabel al llegar a la iglesia de La Pedrera, o le preguntaba a Maruja la de Fontaciera si ya tenía listo el arroz con leche para el día de San Roque... En la Parroquia hizo algún arreglo y mejora, aunque su labor más callada y eficaz fue empezar a poner en orden en el cementerio parroquial legalizando sepulturas, identificando a los usufructuarios y mejorando las zonas descuidadas. 

En el año 2004 la jubilación de Don Bernardino García que había llegado a la parroquia de  Baldornón en 1963, a la de Fano en 1970 y a las sierenses de Muñó y La Collada en 1972 obligó a restructurar la zona. Se le pidió a Don José que renunciara a la parroquia de la Pedrera en la que llevaba tan sólo seis años, y en su lugar asumiera Baldornón y Fano, mientras que Muñó y La Collada fueron asumidas por D. Manuel Suárez Peñalosa. En la parroquia y templo de Santa Eulalia de Baldornón gastó este sencillo cura buena parte de sus fuerzas. En el año 2007 empezaron a aparecer grietas en el templo y el riesgo de derrumbe del edificio obligó al Arzobispado a clausurarlo en el año 2013. El entonces Vicario Episcopal pidió a los feligreses que acudieran a los cultos en las otras tres parroquias de la Unidad Pastoral, pero Don José que siempre encontraba soluciones les dijo que no se preocuparan, que subiría cada domingo y les celebraría la misa dominical en la capilla del cementerio. Muchos pensaban que aquel templo jamás se volvería a recuperar... Luce el presbiterio unas pinturas del sacerdote Ramón Rodríguez Cuevas. 
Era un pueblo de 170 habitantes, la mayoría mayores y jubilados del campo que no tenían recursos para la obra faraónica que exigía la iglesia de Santa Eulalia. Hubo que levantar un muro de contención para frenar el deslizamiento de tierras, después se estabilizaron los cimientos inyectando resinas expansivas. Don José pasó malos momentos con aquello, pero se dejó la piel promoviendo rifas, lotería, sacando dinero propio y debajo de las piedras para recuperar aquel edificio. El templo pudo ser reabierto al culto en octubre de 2017 en una celebración presidida por el Arzobispo... Baldornón es un término que no está muy claro su origen, aunque lo más probable es que provenga de "Valle de Ranón" por haberse llamado así en la antigüedad, sin tener nada que ver con la localidad de Soto del Barco del mismo nombre. Su población se reparte en los barrios de Santolaya, Tarna, La Mata, Quintana, Salientes y Rioseco. La primera noticia que se tiene de esta Parroquia es en el año 921 cuando aparece denominada como ''Sancte Eulalie de Bauone''. Parece que sobre el primer templo se construyó la iglesia románica en la primera mitad del siglo XIII, la cual fue destruida en la guerra civil y reconstruida según proyecto de 1955 de los arquitectos Miguel Ángel García Lomas y Javier García Lomas Mata. El párroco que estaba cuando empezó la guerra civil, Don Paulino Orejas González, fue escondido en el mismo pueblo gracias a la generosidad y cariño de sus feligreses. Pasó un miedo atroz qué, unido a sus años y escasa salud, le dejaron muy tocado. Al terminar la guerra se propuso hacer un viaje a su pueblo natal de Genicera, en León, y ya no regresó a Baldornón pues falleció allí. Curiosamente, hoy la iglesia parroquial de Genicera está presidida por el retablo que se hizo para el altar mayor de la iglesia de San Salvador de Deva de Gijón, en los años cuarenta y que fue retirado en el postconcilio. 
Parece que el primer templo de Baldornón fue construido en este sitio por ser ya un lugar sagrado antes de la llegada del cristianismo; como prueba tenemos el misterioso busto que fue colocado como decoración en el muro exterior del templo y que ha sido datado en el siglo II (período romano de los Julio Claudios) siendo su origen posiblemente castreño. Esta Parroquia celebra el Corpus el domingo propio, además de a la Virgen del Rosario y a Santa Eulalia de Mérida, su patrona. Si hoy el templo de Baldornón sigue en pie y abierto al culto es gracias a D. José... Existieron en Baldornón antaño al menos seis capillas, tres dedicadas a San Andrés Apóstol: una estaba frente a la Casa del Requexu de la que hay noticias de su culto regular hasta el siglo XVIII; en dicha capilla también se veneraba a San Antonio Abad. Las otras dos capillas de San Andrés Apóstol estaban en Migüle y en una finca denominada San Andrés en la Ería de Villar. Hubo una capilla dedicada al Ángel de la Guarda y otra a Nuestra Señora del Patrocinio, de las que nada se conserva. Sí se recuerda aún la capilla de la Inmaculada Concepción, fundada por Toribio Moro en 1697 y destruida en el siglo XX; sus materiales fueron empleados para la construcción de la capilla del cementerio y algunos objetos como su campana forman hoy parte de esta nueva capilla. En la actualidad sólo se mantiene en pie la de Nuestra Señora del Carmen y San Antonio de Padua, edificada en 1780; forma parte del conjunto de la casona de la familia Valdés-Fano, en el barrio de Quintana. Tenía un retablo barroco que fue profanado al ser incendiada la capilla en la contienda civil, ahora luce un retablo sencillo de estilo gótico. 

Después le preocupaba la iglesia de Fano, que también requería de una rehabilitación importante y que sufría de humedades por el error de construirse en etapas anteriores nichos del cementerio contra la pared de esa joya románica. Al siguiente párroco le tocará enfrentar esa realidad, así como la sacristía de Huerces, que en su exterior está hundiéndose en el terreno. Don José había encargado un estudio al arquitecto Valentín Arrieta, pues le preocupaban las grietas que iban apareciendo, la humedad y otros deterioros que muestra el edificio. Esta Parroquia aquilata un rico pasado vinculado a la vida consagrada, ya que ahí existió con un cenobio benedictino. 

En un documento de 1385 se habla de ''Santianes de Fano''. Parece que el término Fano proviene de "fana pequeña"; es decir, un lugar donde se producen desprendimientos de tierra. Jovellanos habla en sus escritos de la iglesia de Fano. Sabemos que el templo románico fue fundado por Álvaro Gutiérrez y Aldonza Fernández, su esposa, siendo su consagrante el obispo de Oviedo Martín II. Este matrimonio legó sus propiedades en Fano y Ranón (hoy Baldornón) para fundar un monasterio junto a la iglesia de Fano dedicado también a San Juan Bautista, con la condición de que siempre estuviera éste bajo la regla de San Benito : ''fecimus monasterium in hereditate nostra propria in honore Sancti Iohannis Euangeliste in Asturias, in territorio Gegione, locum predictum Ranon'' Parece que la comunidad benedictina que aquí existió funcionó como un priorato dependiente de San Vicente de Oviedo. Entre las escenas bíblicas que aún se distinguen en la piedra se aprecia la escena de Sansón en Timna. 

Durante la guerra civil el templo no fue totalmente destruido gracias a que se utilizó como secadero de tabaco, entre otros usos, aunque sus retablos, tallas y  obras de arte fueron todas saqueadas o quemadas. Aquí no podemos omitir a un ilustre párroco que dejó una gran huella como fue Don Belarmino Lorenzo Cabo, que en octubre de 1968 celebró en ella sus 100 años de edad y sus 70 como cura de Fano. Aún atendió la parroquia dos años más hasta su muerte a los 102 años. Su sobrino D. Demetrio Cabo, fue Vicario General del Arzobispado de Oviedo. Tras Don Belarmino vendría Don Bernardino, un tevergano nacido en La Plaza; antiguo monje trapense de Cóbreces que se pasó al clero diocesano. Un duro cáncer de páncreas le obligó a jubilarse antes de tiempo, sustituyéndole D. José Manuel. No era boyante la economía, pero el buen párroco trató de hacer lo que pudo mejorando el suelo del templo y el presbiterio, dotándolo también de una puerta nueva y, mayormente, evitando que no se perdieran las tradiciones del lugar al cuidar con mimo las fiestas de la Candelaria, San Antonio, San Lorenzo y la Sacramental; Santa Lucía y San Juan Evangelista. La devoción a San Lorenzo tiene su origen en una capilla que existió en las inmediaciones de la Casa llamada de ''El Pinche'' y que fue profanada en la guerra civil. Don José tenía un especial cariño a Fano, no en vano uno de sus barrios se llama como su parroquia natal: Carcedo, además de los de La Cuadra, Fano y Zalce. Él siempre recomendaba visitar el museo ''Asturias si yo pudiera'', hecho con miniaturas al aire libre y que tanto le gustaban. 

En el ámbito de la fraternidad sacerdotal y en la medida de sus posibilidades Don José quiso mantener el Gijón católico que conoció, como hicieron la mayoría de sacerdotes de la zona rural tratando de conservar la costumbre hermosa de participar en las fiestas sacramentales y patronales de las parroquias, concelebrando juntos primero en la misa solemne y compartiendo después fraternalmente la mesa como invitados del párroco anfitrión. Era una estampa que siempre daba alegría al contemplar a un grupo de sacerdotes en una parroquia humilde de aldea. El último que se nos fue Don José Luis, el de Ceares; siempre solía hacer de turiferario, y ahora que se nos ha ido Don José parece que desaparece velozmente el ya olvidado arciprestazgo del Gijón-rural. Una institución en éste también fue Don José Manuel, el Párroco de Caldones, cuyos últimos años de delicada salud el Párroco de Vega fue muy atento con él, pendiente de lo que pudiera necesitar, para ir a buscarlo para las reuniones, y hasta para empujar su silla de ruedas cuando ya apenas podía caminar. Siempre tuve claro que el cura de Vega aspiraba a terminar como el de Caldones, con las botas puestas, y el Señor se lo ha concedido. Siempre fue una persona cuidadosa para el tema de los cementerios, y conocía bien el Derecho Canónico y las Decretales Sinodales, ejerciendo su autoridad de administrador de éstos sin favoritismos, sino aplicando sencillamente la ley gustara menos o más. 

Trataron alguna vez de engañarlo, en especial en estos últimos años al verle tan mayor, pero no lograron colarle fábulas. Él tenía su libreta de notas donde llevaba buena cuenta de situaciones, problemas y circunstancias de los títulos del Derecho de Uso de sus cementerios, y las disputas familiares que llevaban a personas a mentirle para beneficiarse propiamente o perjudicar a la otra parte. Nunca tuvo ni quiso seguro de decesos; la frase tan repetida de que a lo largo de la vida dejas pagado no un funeral sino cuarenta, quizá le llevó a pensar que no se podía permitir el lujo de "tirar" el dinero en pólizas. Los últimos meses de su vida se interesó mucho por el coste de un funeral, pidió presupuestos en la Funeraria de lo que podría costar el más barato, e incluso afirmó a muchas personas que dejaría un sobre preparado en casa con el dinero de su funeral para no causar trastornos a su familia, e incluso parece que cambió varias veces de opinión sobre si enterrarse en Vega o Carcedo, en un nicho o en la capilla junto a Don Alejandro. Pero era tan sencillo que sólo quería una despedida sobria sin coronas de flores ni muchos gastos. Sí le gustaba la implicación de todos; para él no valía "unos pocos todo, sino mejor todos un poco"...
En los últimos años de su vida, en especial de 2018 hasta su muerte las cosas cambiaron mucho, los años le empezaban a pesar, y la realidad de una persona que siempre fue nerviosa e intranquila por naturaleza hubiera requerido el apoyo de algún familiar que le facilitara las cosas de la vida, y aunque su familia era muy querida y respetada en Vega, repetía con frecuencia: ''¡A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos!''...
Otra dura experiencia para él fue el covid-19 que le obligó a cerrar los templos y después afrontar a su avanzada edad la vuelta al culto y a la vida pastoral con medidas de distancia, gel hidroalcohólico y demás...  

El pasado martes 9 de enero se le vio nervioso por el entorno de la iglesia de Vega, como si le faltara algo que necesitara. Se le vio desplazarse en un taxi a Gijón, y se dirigió a Viesques donde hizo una pequeña compra en un conocido supermercado, sufriendo una caída al salir de éste. Se le encontró en el suelo boca arriba sangrando por la cabeza y los oídos. Rápidamente se avisó a una ambulancia, con la coincidencia de que uno de los sanitarios que fueron a recogerle era de Vega e inmediatamente vio que era Don José, y así rápidamente llegó la noticia a la Parroquia. Ya ingresado en el HUCA se vivieron horas de preocupación, y el miércoles fue el primer día casi desde la guerra civil que no hubo la misa en Vega, pues su pastor se encontraba en la Unidad de Coronarias del Hospital muy delicado aunque estable. El jueves hubo un gran susto en la mañana entre sus feligreses al ver llegar la furgoneta de Funerarias Gijonesas acudía a la casa rectoral de Vega; al parecer no estaban informados de la caída e ingreso del sacerdote y al no responder al teléfono se personaron en su domicilio para concertar la hora de un funeral. Ese mismo jueves llegaron noticias de que el Párroco sería sometido a una operación en las siguientes horas para ponerle un marcapasos. Uno de los capellanes del HUCA le administró la Unción de los Enfermos; Don José mantenía los ojos abiertos pero apenas podía articular palabra. Mientras era ungido con el óleo se desprendieron lágrimas al venerable cura, quizás consciente de que se acercaba la hora... A la mañana siguiente, viernes 12 de enero, a las nueve de la mañana, entregaba su alma al Señor. Me dio muchísima pena su muerte, pero por otro lado di gracias al Señor de que hubiera logrado su último anhelo de morir pastoreando a su grey. Si Don José hubiera salido del hospital pero no hubiera podido regresar a sus parroquias sino que tuviera que jubilarse para residir en la Casa Sacerdotal, ese sí que hubiera sido el final que siempre rezó para no ocurriera. Era el segundo sacerdote más mayor en activo de toda la diócesis de Oviedo, por detrás del cura de Ujo. Mi amigo Xuan Pandiella me llamó roto de dolor informándome de la muerte de Don José: qué bello es comprobar el amor de los feligreses por su sacerdote, y en este caso se sintió más si cabe, pues era toda una vida de presencia diaria y constante allí, al pie del cañón. La noticia corrió como la pólvora por el pueblo, y cuando los padres iban a buscar a los peques a la salida del colegio muchos volvían explicándoles que Don José se había marchado al cielo; un hombre a la puerta del bar "El Cristal" escuchaba a una niña replicar a su madre: ¿pero cómo se va ir Don José, mamá, si el domingo estaba en misa?... Aquel día muchos niños de Vega dedicaron dibujos y cartas de despedida a su abuelo-Párroco. A continuación muestro algunosde los que me pasaron por "whatsapp"... Se veló a Don José en el Tanatorio de Cabueñes, y al día siguiente llegaba a la iglesia de San Emiliano mientras las campanas que tienen grabado ''Fabrica de Metales de Lugones'' tañían tristes a toque de difunto; las mismas que volvieron a sonar cuando salieron sus restos mortales del templo para volver al coche fúnebre que le llevaría de vuelta a su Valdés natal. Cuando arrancó el cortejo rumbo a Carcedo, la multitud presente en el entorno arrancó en un aplauso espontáneo  y emocionado que se entendía como expresión de un ''Gracias Don José, por darse por entero y no sólo un poco, y por darse no sólo a algunos sino a todos''...

Funeral de Don José Manuel en Vega (Gijón). Fotografías de J.R. Santa Eugenia Gómez