martes, 31 de mayo de 2016

-A V I S O-



LA MISA “SACRAMENTAL” (CORPUS Y COMUNIONES) DEL PRÓXIMO DOMINGO 05 DE JUNIO SERÁ A LAS 
12´30h. EN LUGAR DE LAS 13´15 (HORARIO HABITUAL)

sábado, 28 de mayo de 2016

Repasando el Catecismo (XIV)



I. La Eucaristía, fuente y culmen de la vida eclesial

1324 La Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG11). "Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (PO5).

1325 "La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre" (Instr. Eucharisticum mysterium, 6).

1326 Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28).

1327 En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 4, 18, 5).

Hemos asfaltado la entrada (llena de baches y desniveles desde hace tiempo) del acceso a la Parroquia.

Panis Angelicus


Ante el Día de la Caridad: el sacramento de la compasión



(Iglesia de Asturias) Este domingo, 29 de mayo, la Iglesia celebra la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo; el Corpus Christi. Es, también, el Día de la Caridad. 

“La Eucaristía, centro y fuente de toda la vida de la Iglesia, es también el gran sacramento de la compasión de Dios” han subrayado los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, en su mensaje con motivo de esta festividad. En él, además, recalcan que en este Año de la Misericordia, la contemplación y la adoración del Señor en el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a crecer y avanzar en el camino de la compasión. Un camino recorrido por Jesús hasta el extremo.

En nuestra diócesis, desde el año 2012, las Delegaciones encargadas de la labor social y caritativa de la Iglesia se encuentran agrupadas en la Comisión de Caridad y Servicio. Son, en total, cinco: Pastoral Penitenciaria, Secretariado de Migraciones, Pastoral de la Salud y Manos Unidas, todas ellas coordinadas por el Delegado episcopal de Cáritas. Con motivo del Día de la Caridad, hemos reunido a los responsables integrantes de esta Comisión, para conocer de primera mano cómo es la labor de la Iglesia en la diócesis con los más necesitados.

¿Qué ventajas ha traído la organización de esta Comisión de Caridad y Servicio?

Jesús Rodríguez de la Vega. Delegado de Cáritas:
La Comisión Caridad y Servicio responde a la última restructuración de la Curia diocesana, y en ella se vió que estas delegaciones, que son un servicio para que la Iglesia esté cerca de los más necesitados, tendrían que estar en un ámbito que facilitara el que trabajaran coordinadamente. Nuestra experiencia de este trabajo es aún pequeña y humilde. En estos años hemos procurado reunirnos una vez al mes, y en esas reuniones hemos ido planteando y poniendo sobre la mesa la realidad de cada una de las Delegaciones, sus dificultades, sus aspiraciones, y hemos empezado a dar pasos de coordinación.
Por parte de todos hay una disposición muy positiva a ir concretando acciones para trabajar de forma complementaria porque lo cierto es que el sujeto al que atendemos, o que llega a cada una de las Delegaciones, en muchos casos es el mismo sujeto. 

José Antonio García Quintana SJ. Pastoral Penitenciaria: Es importante, como decía Jesús, recordar que todo esto responde al Plan Pastoral Diocesano, que tiene dos pivotes, la comunión eclesial y la transmisión de la fe. En cuanto comunión eclesial, en todas las dimensiones que tiene la Iglesia: la caritativa, la catequética, la intelectual y la sacramental, estamos todos unidos, haciendo cosas distintas. Dentro de lo que sería la dimensión caritativa, en la Comisión de Caridad y Servicio nuestra labor es acoger, acompañar y promover humana y socialmente a cuantos sufren la precariedad, la soledad, la exclusión, y en el caso de Pastoral Penitenciaria, todo eso sumado a la privación de libertad.

¿Cuál es la labor de la Iglesia en vuestras Delegaciones?

José Antonio García Quintana, SJ:
Fundamentalmente, el trabajo que se hace es acompañar. Todos los días estamos en la cárcel atendiendo a las demandas en tres dimensiones: una dimensión de asesoría jurídica, otra dimensión social, donde fundamentalmente nos centramos en personas indigentes, sin medios económicos –en colaboración con Cáritas estamos tendiendo una red para ponernos en contacto con personas que no tienen nada y podamos contactar con sus familias para saber qué está pasando–. Además, dentro de la cárcel estas personas están en los módulos ordinarios, donde hay menos atención. Por tanto, nuestra presencia ahí tiene que ser mayor, precisamente, con esas personas. Hacemos también una labor de intentar responder a las demandas que se nos presentan, de cursos de formación. Ahora mismo a través de voluntarios de Cáritas, estamos coordinando unos cursos de economía doméstica, salud, deportes e inglés, y vamos a empezar con carnet de conducir, y con un taller literario de expresión oral y escrita. Son todas cosas que nos demandan los presos, es decir, que la demanda surge de ellos e intentamos responder en la medida de los posible. Finalmente, la tercera dimensión es la pastoral. Por un lado, el catecumenado de adultos, para aquellas personas que se quieren confirmar, bautizar etc. y la atención sacramental –confesiones, celebraciones de la Eucaristía–. 

En la prisión de Villabona hay en torno a 1.200 presos con una variedad de casos y de personas tremendo. Yo creo que la presencia de la Iglesia es sobre todo una labor presencial. Por eso, me parece muy interesante esta Comisión de Caridad y Servicio, donde subrayamos la colegialidad, intentar colaborar entre nosotros en equipo porque muchas veces los sujetos con los que trabajamos son los mismos, y es bueno saber lo que está haciendo pastoral de la salud, inmigrantes, Cáritas y Manos Unidas, porque todo eso nos ayuda a tener una visión más amplia y reconocer que se trata de una misión de la Iglesia, que no es de nadie en particular, ni de colectivos cerrados ni de huertos particulares, sino de toda la Iglesia diocesana. No es una cuestión de egos ni de protagonismos.
Luis Ricardo Fernández Sánchez. Pastoral de la Salud

En nuestra Delegación lo que la Iglesia busca es estar cercano al mundo del sufrimiento, de los enfermos y de los mayores. Eso se hace, por un lado, desde la parroquia, donde hay grupos de pastoral de la salud atentos a aquellos miembros de la comunidad que pasan por el dolor y la enfermedad, y, por otro lado, desde las capellanías que hay en los diferentes hospitales de Asturias, donde estamos los sacerdotes. Y desde ahí se articula esta Delegación, junto con la comisión de caridad y servicio, intentando estar cercana a ese mundo del dolor, para las personas más solas y necesitadas. 
 
Hna. Alicia M.ª Fernández Pérez. Secretariado de Pastoral de Inmigrantes: Desde el encargo recibido, la nombrada como responsable de Inmigrantes soy yo, pero es toda mi comunidad de Religiosas de María Inmaculada la que lleva adelante esta labor. Y es que desde nuestro carisma, el mundo de las migraciones encaja perfectamente, porque de hecho así fueron nuestros comienzos, atendiendo a los inmigrantes que venían hace más de un siglo, de los pueblos a las ciudades buscando trabajo. Hoy ya no vienen de los pueblos, pero sí de otros continentes, de países muy lejanos o quizá más cercanos, pero al final, con realidades y problemáticas muy parecidas. 

A la hora de concretar nuestra tarea lo cierto es que con quien más trabajamos, es con la mujer. No es que no haya inmigrantes varones, hay muchos, pero quizá el mundo laboral para la mujer, dentro de lo difícil que está, tiene más posibilidades. Para la mujer inmigrante hay más trabajo, y si hay trabajo, hay dignidad, porque se sienten mucho más autónomas. Eso sí, son trabajos desarrollados en su inmensa mayoría por mujeres inmigrantes, como son empleadas del hogar, o en empresas de limpiezas, y trabajos, en general, muy humildes. 

A la hora de colaborar en la Comisión de Caridad y Servicio, es muy interesante porque si yo veo una carencia económica, desde mi Delegación no la puedo afrontar, pero la remito a Cáritas, porque sé que ellos van a responder de esa dimensión. Además, tenemos inmigrantes en la cárcel, también, y claro no nos podemos hacer allí presentes, porque aunque tenemos voluntariado, no es tan fácil, sin embargo, sabemos que allí está la Iglesia representada, y lo mismo en el ámbito de la enfermedad.

En el mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social con motivo de la festividad del Corpus Christi, se habla de la cultura de la compasión. ¿Cómo ayudar a extenderla en la sociedad?

Jesús R. De la Vega: En la reciente conferencia de Mons. Mario Iceta, Obispo de Bilbao, en el Seminario de Oviedo, éste recordaba que la misericordia tenía que empezar por uno mismo, dejarse coger por la misericordia de Dios para luego poder ayudar. Yo creo que esta cultura de la compasión empieza por tener yo la experiencia de que alguien ha tenido compasión de mí, y que me acepta todos los días a pesar de mis pobrezas. Sólo desde ahí puedo mirar al otro con ojos de compasión, o, ir más allá del simplemente dolerse con el otro, sino acoger y acompañar, para ayudarle a descubrir que tiene capacidades para vivir con dignidad.

Luis Ricardo Fernández: Hace unos años Manos Unidas hizo una campaña cuyo lema era “Cambia tu vida para cambiar el mundo”. Yo creo que ahí está la clave de la cultura de la compasión. O nos convertimos cada uno de nosotros, o si no, es muy difícil. Yo cuando leía el mensaje de la festividad del Corpus de este año me venía a la cabeza un documento bastante reciente y muy importante de los obispos españoles, que se titulaba “La Iglesia servidora de los pobres”. Ahí yo creo que está la clave de este estilo que tiene el Papa Francisco y que, gracias a Dios, está calando ya tanto en los obispos como en el pueblo de Dios. Estas claves que nos dan los Obispos en este mensaje del Corpus son muy sencillas pero a la vez yo creo que es un mensaje contracultural. En un mundo donde todos estamos a ver cómo ganamos y tenemos más, aquí se nos viene a decir que la clave está en otro sitio: estar más atentos, salir al encuentro del otro, acompañar, curar heridas y trabajar por la justicia. Que no es patrimonio de otros, sino que debiera ser algo muy claro dentro del sentir y vivir de los cristianos y a veces se nos nota poco.

José Antonio G. Quintana SJ: En el espacio de la prisión, yo creo que la peculiaridad de esta cultura de la compasión pasa también por otro concepto muy importante que es el perdón y la reconciliación. Nosotros insistimos mucho en esa labor de escucha. No ir con mis egos, sino que voy a escuchar, a centrarme en el otro, no en mí mismo, y sobre todo el acompañar y comprender esa narrativa principal del preso, de la persona que está allí, por qué ha llegado a estar preso en la cárcel, cuál ha sido el itinerario de su vida etc. Yo creo que la misma escucha es terapéutica, y ayuda a reconciliar y a sacar muchas cosas que tienen, y reconciliarse también con muchos momentos dolorosos de su vida. Yo creo que el perdón cristiano es lo más revolucionario que hay porque es admitir que alguien se ha reconciliado con Dios, que tiene capacidad de empezar de nuevo, y eso desgraciadamente en nuestra sociedad a mucha gente les molesta. Les gusta más vivir con chivos expiatorios a los que siempre culpabilizar. 

Alicia M.ª Fernández Pérez: Hace muchos años una misionera laica que nos dio una charla, nos dijo algo que para mí fue clave. A raíz de algo que le preguntaron, ella dijo que los pobres no tienen por qué ser perfectos. Que también tienen pecados, hacen cosas mal. El pobre no está obligado a ser la persona perfecta. Y yo creo que eso todavía nos falta por conseguir. Somos muy dados, –yo también– a juzgar. Pensar en la ropa que lleva y de dónde la habrán sacado, o si nos están mintiendo. Son cosas que nos hacen mal y que nos restan generosidad, y no nos dejan ver que las pobrezas son múltiples, que tienen muchas caras. A mí me da pena, sobre todo, cuando oigo determinadas expresiones en personas creyentes. Me hacen mucho daño. Creo que es preferible confundirse haciendo el bien, que dejar de hacer el bien por miedo a equivocarse. No vamos a ser ingenuos, pero hay que tener mucho corazón.

¿Cómo valoran la presencia de la pobreza y de los más necesitados en los medios de comunicación? ¿Es una presencia realista?

Luis Ricardo Fernández. Yo creo que se presenta con sensacionalismo. La pobreza no aparece con objetividad, sino de tal forma que llame la atención para ser leído. 

Jesús R. De la Vega: Además hay un problema. Desde la Iglesia, cuando hablamos de las diversas pobrezas, nunca podemos dejar de preguntarnos el por qué. Qué hay detrás, cuáles son las causas, porque éstas tienen nombre. Es un sistema económico que mata, como decía el Papa, son unos intereses financieros… y claro los medios de comunicación, si quieren ser auténticamente objetivos, tendrían que poner el dedo en esas llagas, y eso yo creo que no conviene ni interesa en muchas ocasiones. 

¿Cómo valoran la labor de denuncia de las injusticias, por parte de la Iglesia?

José Antonio G. Quintana: En realidad, cuando los obispos escriben documentos como “La Iglesia servidora de los pobres”, eso no sale de la nada, sino de todo un trabajo de investigación que ha habido detrás, con el fondo de muchas diócesis, de muchos grupos, de mucha gente que ahí y gracias a todas esas personas se puede denunciar situaciones como la cosificación de la pobreza, la manipulación de determinados eventos o realidades para favorecer ideologías, etc. Sin embargo, la mejor denuncia es seguir haciendo nuestro trabajo y permanecer un poco neutrales ante cualquier tipo de manipulación que nos afecte, bien por intereses partidistas, o para otra cosa. Ése es un peligro permanente al que estamos expuestos.¨

¿Qué importancia tienen los voluntarios en la labor de todas estas Delegaciones diocesanas?

José Antonio García Quintana SJ: Son la fuerza de la Iglesia. Necesitamos un voluntariado que tenga un sano sentido eclesial, una referencia de en nombre de quién están realizando su labor, evitar protagonismos personales y también formación. Trabajamos con realidades muy complejas y delicadas donde no puede ir cualquiera, sino personas muy preparadas, no sólo desde el punto de vista eclesial y religioso, sino también técnico, de escucha, atención y discreción. Cada vez más el voluntariado es una labor fundamental en la Iglesia. Eso no quita para que tú tengas a personal técnico contratado, que debe ser así porque la atención a las personas exige invertir recursos, pero la de los voluntarios es una labor complementaria, da mucho cuerpo y es muy necesaria.

Jesús R. De la Vega: Como Comisión, nos compete una tarea muy importante de sensibilizar y concienciar de que el voluntariado no es tarea de unos pocos a los que les sobra tiempo, sino que es una consecuencia de mi vocación bautismal como cristiano. Lo que se me ha dado, lo tengo que compartir. Incluso la palabra voluntario yo sería partidario de desterrarla, porque suena a alguien que dedica unas horas a hacer algo y luego se va a su vida, y yo creo que el ser cristiano debiera ser una vocación que impregna toda la vida.

Luis Ricardo Fernández: Estoy de acuerdo porque creo que en la Iglesia utilizamos el término voluntario para homologarnos con la sociedad civil. Hay que ser cristianos en todas las facetas de la vida, también en el trabajo o la familia.

sábado, 21 de mayo de 2016

Repasando el Catecismo (XIII)



1110 En la liturgia de la Iglesia, Dios Padre es bendecido y adorado como la fuente de todas las bendiciones de la creación y de la salvación, con las que nos ha bendecido en su Hijo para darnos el Espíritu de adopción filial.

1111 La obra de Cristo en la liturgia es sacramental porque su Misterio de salvación se hace presente en ella por el poder de su Espíritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es como el sacramento (signo e instrumento) en el cual el Espíritu Santo dispensa el Misterio de la salvación; porque a través de sus acciones litúrgicas, la Iglesia peregrina participa ya, como en primicias, en la liturgia celestial.

1112 La misión del Espíritu Santo en la liturgia de la Iglesia es la de preparar la asamblea para el encuentro con Cristo; recordar y manifestar a Cristo a la fe de la asamblea de creyentes; hacer presente y actualizar la obra salvífica de Cristo por su poder transformador y hacer fructificar el don de la comunión en la Iglesia.

La polilla ataca el armonio

Señor Dios nuestro...


"Vivimos para rezar por toda la humanidad"



(Iglesia de Asturias) Este próximo domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, se celebra la Jornada Pro orantibus, una ocasión que propone la Iglesia para rezar por los consagrados y consagradas en la vida contemplativa, dar a conocer esta vocación tan específica y agradecer, en definitiva, lo que representan.
La archidiócesis de Oviedo cuenta con 9 monasterios de religiosas contemplativas, y uno de ellos, asentado en la localidad desde el siglo XVII, se encuentra en Cangas del Narcea. En él, viven, oran y trabajan las religiosas Dominicas.

Su llegada a la villa se remonta al año 1658, ya que los vecinos demandaban un colegio para atender a los niños de las familias del pueblo. Los religiosos dominicos se encontraban ya instalados en las inmediaciones, por lo que las religiosas llegaron a la localidad gracias a su intercesión. Una vez allí, el 18 de agosto de 1658, se asentaron en un monasterio en el que permanecieron durante siglos, hasta que, en los pasados años 30, tuvieron que abandonarlo por su antigüedad. Desde entonces, se encuentran en su actual ubicación, un edificio de piedra, casi enfrente del monasterio original, en el que habitan 17 religiosas de edades comprendidas entre los 26 y los 94 años.
Hasta los años 70 del siglo XX, las religiosas atendieron un colegio, anexo al convento. “En aquel momento la Iglesia permitía, por las penurias que estaban pasando las monjas entonces, tener un pequeño apostolado siempre y cuando no afectara a nuestra forma de vida”, explica Sor María Luz Martínez, Subpriora de la comunidad. “Lo teníamos muy bien organizado, yo misma daba clase, éramos alrededor de 45 religiosas y mientras unas hacían tareas de bordados, otras atendíamos el colegio”, recuerda. “Sin embargo, después del Concilio Vaticano II sucedió todo lo contrario, y dijeron que las monjas de vida contemplativa tenían que optar por un pequeño apostolado, si querían, pero pero entonces ya no serían de clausura Papal, sino de clausura constitucional, más o menos amplia, según lo que dijeran sus constituciones. De todos los conventos de Dominicas que hay en España y que tuviéramos colegio, todas decidimos dejar el colegio y pasar más estrecheces, pero ser monjas de clausura Papal”, explica.
Ella lleva casi 50 años en el monasterio y recuerda con cariño aquellos años del colegio, por los que vió pasar a tantos niños y niñas del pueblo.
De 45, a 17. Así descendió, en los últimos años, el número de miembros de la comunidad, que, sin embargo, es una de las más numerosas de vida contemplativa de la diócesis. Entre las más jóvenes, se encuentran religiosas de la India y de Angola, pero también una avilesina, de 29 años.
Su carisma es el que les inspiró su fundador, Santo Domingo, en el siglo XIII. “Él creó la Orden de Predicadores, pero lo cierto es que la rama femenina, nosotras, fuimos aprobadas por Roma antes que ellos”, afirma Sor María Luz. “Santo Domingo se dio cuenta de que lo que él quería, no podía hacerlo sin el respaldo de la oración, y por eso pensó en nosotras”, explica. Hoy en día ambas ramas, femenina y masculina, están muy unidas y comparten un mismo carisma, la predicación, que se expresa de maneras diferentes: “Ellos están en contacto directo con la gente, y nosotros, a través de la oración, pero el fin es el mismo: respaldarles a ellos y por supuesto pedir por toda la humanidad”, explica Sor María Luisa.
La Orden de Predicadores se encuentra viviendo, además, un año muy especial: se cumple el octavo centenario de su fundación, un Jubileo para la Orden que además coincide con el Año de la Misericordia promulgado por el Papa Francisco: una feliz coincidencia que consideran una suerte, pues fue la compasión por la salvación de las almas lo que movió a Santo Domingo a fundar una Orden, que llevase, a todos los rincones de la tierra, el anuncio de la misericordia de Dios por la humanidad. En la comunidad de Dominicas de Cangas de Narcea, tienen ambos eventos muy presentes y a diario rezan por los frutos de uno y de otro.
Así transcurre la vida dentro de los muros del monasterio. Orando, estudiando y trabajando, siempre en comunidad. “Vivimos para los demás, para orar por el mundo y todas sus necesidades”, afirma la Priora, Sor María Ángeles Guirado, que reconoce que la de contemplativa es una vocación muy especial: “es sentirse como un enchufe por donde pasa la corriente de la oración al mundo, y aquí somos felices, porque estamos donde Dios nos quiere, y eso es algo que siempre proporciona felicidad”.
Entre los jóvenes, sin embargo, es difícil encontrar vocaciones para la clausura. Pero ¿cómo amar lo que no se conoce? La Priora de las Dominicas recuerda la frase de Santa Teresa: Los muros son de cristal cuando se vive de verdad la vida contemplativa, a lo que añade: “Que el Señor los haga, entonces, transparentes”.

Este Domingo celebramos la Santísima Trinidad

sábado, 14 de mayo de 2016

Repasando el Catecismo (XII)



“CREO EN EL ESPÍRITU SANTO”

687 "Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de sí mismo" (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn14, 17).

688 La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:

– en las Escrituras que Él ha inspirado;

– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;

– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;

– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;

– en la oración en la cual Él intercede por nosotros;

– en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;

– en los signos de vida apostólica y misionera;

– en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.

Nueva naveta y vieja naveta

Pidamos la gracia de mordernos la lengua, propone el Papa Francisco en la misa de Santa Marta


(Zenit) Jesús, antes de la Pasión, rezó por la unidad de los creyentes de las comunidades cristianas, para que sean una sola cosa como Él y el Padre, y así el mundo crea. Lo ha recordado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la residencia Santa Marta en la mañana del jueves.

De este modo, el Santo Padre ha asegurado que “la unidad de las comunidades cristianas, de las familias cristianas, son testimonio: son el testimonio del hecho que el Padre haya enviado a Jesús”.

También ha reconocido que quizá, llegar a la unidad –en una comunidad cristiana, en una parroquia, en un episcopado, en una institución cristiana o en una familia cristiana– es una de las cosas más difíciles.

Asimismo ha asegurado que “nuestra historia, la historia de la Iglesia nos hace avergonzar muchas veces: hemos hecho guerras contra nuestros hermanos cristianos”. Y ha puesto como ejemplo la guerra de los treinta años.

Por eso, Francisco ha precisado que donde “los cristianos se hacen la guerra entre ellos” no hay testimonio. En esta línea, ha asegurado que debemos pedir perdón al Señor por esta historia. Una historia de muchas divisiones, pero no solo en el pasado, sino también hoy.

Al respecto ha contado que una vez, un cristiano católico preguntaba a otro cristiano de Oriente: ‘Mi Cristo resucitado es pasado mañana. ¿El tuyo cuándo?’ Ni siquiera en la [fecha de la] Pascua estamos unidos “y el mundo no cree”, ha reconocido.

Por otro lado, el Santo Padre ha observado que ha sido la envidia del diablo la que ha hecho entrar el pecado en el mundo. Así, también en las comunidades cristianas “es casi habitual” que haya egoísmo, celos, envidias, divisiones. Y esto, ha advertido, “lleva a hablar mal el uno del otro”.

El Papa ha explicado que en su país “a estas personas les llaman ‘cizañeras’: siembran cizaña, dividen. Ahí las divisiones comienzan con la lengua”.

La lengua –ha observado– es capaz de destrozar una familia, una comunidad, una sociedad; sembrar odio y guerras. En vez de buscar una aclaración “es más cómodo hablar mal” y destrozar “la fama del otro”.

Para explicar esto, el Papa cita el conocido episodio de san Felipe Neri que a una mujer que había hablado mal, como penitencia le dice que desplume un pollo, disperse las plumas por el barrio y después las recoja. “¡No es posible!”, exclamó la mujer. “Así es cuando uno habla mal”, fue la respuesta.

“Hablar mal es así: ensuciar al otro. El que habla mal, ensucia, destruye. Destruye la fama del otro, destruye la vida y muchas veces sin motivo, contra la verdad”, ha advertido el papa Francisco.

Por eso, ha recordado que Jesús ha rezado por nosotros, por todos nosotros que estamos aquí y por nuestras comunidades, nuestras parroquias, nuestras diócesis: “que sean uno”.

Para concluir la homilía, el Pontífice ha invitado a pedir al Señor la gracia y el don de la unidad, es decir, el Espíritu Santo. “Pidamos la gracia de la unidad para todos los cristianos, la gran gracia y la pequeña gracia de cada día para nuestras comunidades, nuestras familias; y la gracia de mordernos la lengua”.

¿Que celebramos?

sábado, 7 de mayo de 2016

AVISO:



Por motivos de agenda del Sr. Arzobispo nos comunican que la Visita prevista para el Sábado día 21 de Mayo queda pospuesta para más adelante. 

Os iremos informando.

Repasando el Catecismo (XI)



El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel

673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12).

674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús . San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).

Cofre nuevo para la llave del Sagrario y Cofre viejo que jubilamos

La Exhortación "Amoris Laetitia"



Escribe el Delegado episcopal de Familia y Vida, José Luis Pascual

Anda descaminado el que busque recetas o definiciones dogmáticas nuevas en esta exhortación postsinodal. No es esa la intención del Papa. A lo largo de la carta se comprende enseguida que su propósito es fundamentalmente pastoral. Señala veredas a recorrer en la pastoral matrimonial y familiar. Para ello, recoge lo que la Palabra de Dios nos enseña, lo acompaña del Magisterio de sus predecesores y lo coloca ante las diversas y nuevas situaciones y campos que afectan al matrimonio y la familia.

El Papa nos invita a bajar a la arena donde se libran los dramas personales de los matrimonios y las familias. Y para ello reclama empuñar las armas de la misericordia que Dios ha mostrado en la Cruz de su Hijo y que responden a la lógica del perdonar, escuchar, comprender, acompañar, sanar e integrar, especialmente a los más débiles que viven en las “periferias existenciales”. Y todo ello sin oscurecer ni renunciar a la verdad y a la justicia desde la “ley de la gradualidad” que explicaba Juan Pablo II.
Me atrevo a decir que hay una intuición que recorre toda la Carta del Papa Francisco: la vida, la Iglesia, el amor, van creciendo y desarrollándose progresivamente, siempre en camino. El carácter dinámico de la Historia de Salvación nos enseña a no contemplar las realidades humanas de forma estática. Somos peregrinos y nunca llegados, en esta vida mortal. No hay duda que para ello es necesario saber a dónde vamos. Se aprecia la predilección y preocupación del Papa por los últimos, por los que sufren las consecuencias del pecado propio o ajeno, por los que se han quedado heridos en la cuneta familiar o matrimonial. El amor de Cristo nos apremia a acompañar a todos al encuentro con el Resucitado que sana las heridas, cura los corazones rotos e ilumina nuestras vidas.
El capítulo más largo es el dedicado al amor en el matrimonio. Ante la grave banalización actual del concepto “amor”, el Papa recorre el himno paulino al amor desgranándolo en el huerto de la vida cotidiana.
El siguiente capítulo está dedicado a la fecundidad del matrimonio: “amor que se vuelve fecundo”. Sabemos de los dos fines del matrimonio: el unitivo (de ayuda mutua y crecimiento en el amor esponsal) y el procreativo que es consecuencia lógica de un amor que no se cierra ni se agota en los esposos. Este apartado, donde el Papa reflexiona sobre la maternidad, la paternidad y las relaciones dentro de las familias, habría que leerlo a la luz del capítulo séptimo dedicado íntegramente a la educación moral de los hijos y a la insustituible responsabilidad de los padres en esa urgente labor.
En el campo de las situaciones “irregulares” especialmente el Papa reclama tomar partido. En la historia de la Iglesia, ya desde el primer concilio de Jerusalén, hemos visto asomar dos puntos de vista opuestos: el de “marginar” y el de “reintegrar”. El camino de la Iglesia fue desde el principio el de la inclusión a través del anuncio del Evangelio “a todas las gentes”. Esta es la perspectiva que pide el Santo Padre también para el ámbito matrimonial y familiar.
Por último, cabe señalar tres líneas pastorales especialmente apremiantes que se remarcan en el documento: la labor de guiar a los novios en su camino de preparación al matrimonio, el acompañamiento en los difíciles primeros años de matrimonio y la urgencia de iluminar las crisis y dificultades.
Termina la carta con un capítulo dedicado a la espiritualidad específica del matrimonio y la familia. La vocación a la santidad, a vivir el amor en plenitud, adquiere tintes propios cuando nos referimos al amor esponsal y familiar. No por estar al final de la carta apostólica es menos importante. Más aún, enmarca todo el cuadro que recorre el documento papal ayudando a clarificar y enfocar aquello que es central: el anuncio del Evangelio de la familia.
Después de estas valoraciones más inmediatas es necesario el esfuerzo de ir aterrizando en nuestra labor pastoral las intuiciones y propuestas del texto. Así ocurrió con la Familiaris Consortio y así deseamos suceda con la Amoris Laetitia.

Domingo de la Ascensión

Renovación litúrgica. Aclaraciones; ahora sí.Por Rodrigo Huerta Migoya



Hace un par de meses se han acometido varios arreglos en el templo parroquial que sin duda han despertado la expectación de algunos, (de muchos no, porque no son muchos los que asoman por la iglesia fuera de los funerales) unos para alabar, otros para criticar, pero al final y como siempre, las aguas vuelven a su cauce, sobre todo cuando el cauce sólo es uno.

Los días de las obras, hubo algunos que nunca dieron tantos viajes al cementerio en su vida, sólo para ver que se cocinaba; incluso hubo quien con descaro y poca educación no pudo reprimir sus ansias de meter las narices previas al cotilleo y preguntar abiertamente, recibiendo la contestación que quizá no esperaba y que quizá también podría haber sido otra, pero que, en todo caso, fue directamente proporcional. Y es que siempre hay gente que se cree que todo le es debido aunque apenas pisen el templo si no es por un interés puntual. 

Ni qué decir, para el que no lo sepa, que el Párroco como Administrador nato por puro Derecho Canónico es el responsable Pastoral, Jurídico y Administrativo de la Parroquia, y tiene toda la potestad para decidir los cambios pertinentes en la misma sin otra obligación que la de consultar con sus superiores. Por no hablar de los resultados de las últimas obras que dieron como conclusión entre "Junta y Junta" hastíos y resentimientos y una deuda final más que llamativa por la que nadie más ha preguntado, particularmente aquellos que tiraron la piedra y luego escondieron la mano, y ahora sólo tiran piedras con las dos manos. Ante la falta de ingresos en su día no se pudieron concluir algunas asignaturas pendientes y que hoy -gracias a Dios- han sido llevadas a cabo, por cierto, sin pedir nada a nadie, ¿sorprendente, verdad?...

Los púlpitos retirados, además de que no tenían valor ninguno (eran de marmolina y baldosa común sostenida por una ripia transversal de madera -podrida-) y de que deberían haberse retirado tras la promulgación de la Constitución "Sacrosantum Concilium", hubo que eliminarlos sin más demora ya que estaban a punto de hundirse (ambos, particularmente el que sostenía la mesa con la Virgen de Nozana sobre ella -pudimos haberla encontrado hecha añicos cualquier día al abrir la Iglesia-) según indicaron los técnicos consultados, por no hablar ya de la dificultad que suponían para niños y mayores "escalarlos" (35 cm. de peldaño) y su estrechez para el acceso.

En lo referente al documento Conciliar antes mencionado, cabe subrayar su número 128 que dice: Revísense cuanto antes lo que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la apta y digna edificación de los templos, a la forma y construcción de los altares, a la nobleza, colocación y seguridad del sagrario, así como también a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden conveniente de las imágenes sagradas, de la decoración y del ornato. Corríjase o suprímase lo que parezca ser menos conforme con la Liturgia reformada y consérvese o introdúzcase lo que la favorezca.

La liturgia de los sacramentos, de forma muy especial la Eucaristía, requiere nuestro mayor cuidado hacia sus espacios y formas, resaltando el Sagrario o tabernáculo dónde se custodia el Tesoro más grande que tenemos que es Jesús mismo.

Nuestro presbiterio ha quedado perfectamente adaptado a las rubricas del Misal Romano. El altar cuenta con un nuevo aspecto. En su dedicación inicial, éste se encontraba unido al retablo mayor. Con los cambios del Concilio Vaticano II se separó de su lugar primitivo para poder el sacerdote celebrar de cara al pueblo, sin embargo había una pega, por detrás, éste estaba hueco. Entonces se puso "provisionalmente" (que duró hasta ahora) una tabla tapando el hueco, cubierta con tela sujetada con chinchetas. Hoy, medio siglo después, hemos completado dicho cambio al dotar al Altar de una pieza de madera noble pintada y a juego con lo ya existente, para no romper la armonía del conjunto.

El ambón, que es el altar de la Palabra de Dios, resalta muchísimo más (como debe ser) que el otro atril, destinado a la palabra del hombre. En el ambón se proclaman las lecturas y el Evangelio y en el atril las moniciones, preces, cantos, acciones de gracias, avisos etc. La sede, por su parte, es el lugar desde donde el sacerdote preside la celebración y que representa a Cristo cabeza de la Comunidad. Silla que cuando el sacerdote no celebra vemos vacía y que nos ha de recordar que esperamos al Señor ascendido al Cielo y que algún día volverá para juzgar a vivos y muertos. Mientras, sus ministros le representan en ella. (La sede es un elemento imprescindible e irrenunciable en cualquier templo -no existía-)

Como nos dijo el Papa Emérito Benedicto XVI ``La oración -que tiene su cumbre en la liturgia, cuya forma está custodiada por la tradición viva de la Iglesia- siempre es un dejar espacio a Dios: su acción nos hace partícipes de la historia de la salvación´´. Y la distribución de un presbiterio no es cuestión de gustos, como quien decora la cocina o el salón de casa. La distribución de un presbiterio es una cuestión litúrgica, y, normalmente, como de electricidad el electricista y de madera el carpintero, el que conoce y sabe de liturgia es el Párroco.