Por amistades que tengo en ese pueblo voy cada 15 de agosto a Viella a participar de la fiesta, sintiéndome uno más. Este año he de decir que la he disfrutado, a pesar de la pena de no tener la folixa en el prau fue un día entrañable para compartir con los amigos y la gente que quieres.
Ha sido un detalle que la comisión de fiestas no dejara pasar la fiesta del pueblo sin hacer algo significativo como el reparto de la botella y el bollu preñao. Estoy seguro que ese gesto no pasó desapercibido para las gentes del pueblo.
Hacia tiempo que no disfrutaba de una misa como la de este domingo en la iglesia de Viella: órgano, incienso, cantos hermosos... la emoción se respiraba en el ambiente hasta el punto de que, una vez finalizada, todo el mundo rompió en un gran aplauso.
Qué decir del párroco, que desde su llegada a Viella no ha parado de trabajar y mejorar la parroquia, de año en año uno se encuentra algo nuevo o restaurado; y eso en una parroquia pequeña y sin recursos no se ve todos los días. Su homilía, como siempre, acertada y actualizada al momento, donde hizo una magnífica disertación sobre las palabras del Evangelio.
Me gustó mucho su agradecimiento a la juventud de la comisión de fiestas, a las mujeres que limpiaron la iglesia y sus ánimos por mirar al futuro con esperanza. Es lo que todos deseamos en estos momentos, poder celebrar la fiesta de 2022 sin las complicaciones de la pandemia.
Puede parecer una tontería, pero los muchos pequeños detalles de este año: el bollu, el poema, las palabras del sacerdote, etcétera, me han llevado a la conclusión de que no pasó el 15 de agosto en Viella sin pena ni gloria. Ahora, a por el año que viene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario