Tal y como recogen los documentos que se conservan en el archivo de la catedral, el 13 de octubre del año 821 tuvo lugar la dedicación de la catedral de Oviedo. 1.200 años después, «agradecer este acontecimiento supone ayudar a conservar y embellecer la catedral, no en sentido del edificio material, sino la Iglesia como edificio espiritual cuya piedra angular es Cristo».
Con estas palabras, el deán de la catedral ovetense, Benito Gallego, comenzó la homilía de la Eucaristía que se celebró por el rito mozárabe, rito que imperaba en la Península en el tiempo de la dedicación del templo.
Las actividades en torno a este aniversario «que seguiremos celebrando con alegría y gratitud» se acogen también a la intercesión de la Virgen de Covadonga, «nuestra Santina, que desde siempre nos protege y nos guía».
Amor y veneración
«El amor a la Catedral no debe ser principalmente por su valor arquitectónico y artístico, o por su historia, tan unida a la historia de nuestra ciudad», expresó el deán en su homilía. «Todo esto nos lleva a un reconocimiento agradecido, es verdad; pero el amor y la veneración que hemos de tener por la catedral debe ser, sobre todo, teológico: como todo templo cristiano, es la Casa de Dios; lugar de oración, que exige un respeto especial».
Aquí está el sagrario, «donde Jesucristo permanece verdaderamente presente para recibir nuestras confidencias (Él es el auténtico tesoro de la Catedral)». Aquí está el altar, «donde Cristo renueva cada día el sacrificio eucarístico y aquí se imparte el sacramento del perdón y de la misericordia, como en todo templo cristiano…»
Pero en la catedral, ha explicado Gallego, «madre y cabeza de todas las iglesias de Asturias», está la cátedra del obispo, signo de unidad del pueblo de Dios en la diócesis. «Una alegría para todos los asturianos: no olvidemos que la Sancta Ovetensis es la catedral de Oviedo, pero también de Gijón y de Avilés, y de toda Asturias… Alegría, por tanto, para toda Asturias», ha explicado.
Benito Gallego que no quiso dejar de mencionar a las «sucesivas generaciones de obispos y canónigos, que han dado vida a nuestra catedral con el culto y el cuidado vigilante y esmerado, que ha hecho posible que llegara hasta nosotros y, en este caso, después de haber superado peripecias bélicas, revolucionarias, meteorológicas y el simple paso del tiempo, que va dejando sus secuelas… No obstante, la catedral de Oviedo goza de una razonable «buena salud».
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