domingo, 20 de noviembre de 2016

Clausura del Año de la Misericordia. Y ahora ¿qué?

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Escribe Benito Gallego Casado. Deán y Penitenciario de la Catedral de Oviedo

El próximo domingo el Papa Francisco clausurará la Puerta Santa y con ello termina el Jubileo de la Misericordia… y luego ¿qué?
A lo largo de estos meses hemos procurado redescubrir el misterio del amor misericordioso de Dios y nos hemos esmerado en hacerlo presente en nuestra vida personal con la práctica de las obras de misericordia; nos hemos acercado con más frecuencia a los sacramentos del Perdón y de la eucaristía. Durante este año hemos meditado más a fondo el Evangelio de San Lucas, con especial atención a su capítulo 15 y a la parábola del Buen Samaritano. Hemos renovado, en fin, nuestro amor a Dios y a nuestros hermanos… Y ahora, ¿qué?

Pues esa luz del Amor misericordioso y esa invitación a ser “misericordiosos como el Padre” continuará para toda la vida. La clausura del Año Jubilar no supone una meta, a la que hemos llegado con mayor o menor aprovechamiento, para luego “pasar a otra cosa”, sino un punto de partida, para continuar nuestro camino de cristianos con ilusión renovada. Las obras de misericordia deben constituir unos puntos de examen personal siempre en vigor. El Papa nos deja este mensaje: “No basta con adquirir experiencia de la misericordia de Dios en la propia vida; es necesario que cualquiera que la recibe se convierta también en signo e instrumento para los demás”. Que este Jubileo nos ayude a vencer nuestra indiferencia y a compartir vida y esperanza con los que sufren”.
En Polonia con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud decía el Papa Francisco que el Evangelio era el “libro vivo de la misericordia” y este libro “todavía tiene al final páginas en blanco: es un libro abierto, que estamos llamados a escribir con el mismo estilo, es decir, realizando obras de misericordia”… y concluía: “cada uno de nosotros guarda en el corazón una página personalísima del libro de la misericordia de Dios”. Y esto, en la vida ordinaria, sin estar esperando circunstancias especiales: “en la sencillez de tu labor ordinaria, en los detalles monótonos de cada día, has de descubrir el secreto de la grandeza y de la novedad” (S. Josemaría).
Con el Jubileo de la Misericordia el Espíritu Santo ha marcado un rumbo a la Iglesia, que debe ser su programa en adelante. Para que nos resulte más fácil, contamos con la ayuda de Santa María, que es Madre de misericordia. De este “programa” se nos examinará al final de nuestra vida.

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