Adviento es sentir una presencia, escuchar la voz cercana de un amigo que viene, es temblar ante el milagro más grande, el Padre que viene para quedarse, para hacer su casa con nosotros… Por eso en nuestra parroquia el lema de este año suena a familia: “En la casa de mi Padre”
En la casa de mi Padre se abre un tiempo nuevo de esperanzas y misericordia, de nerviosismo, de miradas frescas, de aventuras, de olor a familia, de hospitalidad…
En la casa de mi Padre hay mucho nervisiosismo, la visita es inminente, se respira en todas las puertas, se extiende por las aceras, quiere correr por las calles. Todos estamos inquietos preparando noticias y palabras para contarlo a la gente de nuestro barrio ¿cómo?
En la casa de mi Padre, la luz de su interior se hace diferente, las tareas cotidianas estallan como flores de pascua con renovada ilusión. Y es que, en la casa de mi Padre, todos esperamos la hermosa noche de reunión de la gran familia que es nuestra comunidad parroquial.
Pero hasta ese momento aún quedan días; días que nos recuerdan que debemos ponernos las pilas desde los más chicos hasta los que ya peinamos canas.
Y nos preparamos con inocencia, la misma de los pequeños que pintan corazones y estrellas para llenar las aceras del templo. Más de 350 niños y niñas que inventan “Corto-Cuentos” navideños o sueñan con sus “Belenes caseros” que presentarán al concurso de nuestro Faceboock.
Nos equipamos de alegría, aquella que nos contagian todos los grupos del cate, que cosen los trajes para nuestro Belén viviente de cientos de pastores y de imágenes, o preparan los villancicos que juntos cantaremos en la tarde de la Nochebuena.
Tomamos la curiosidad de nuestros jóvenes, su aventura de lanzarse a caminos nuevos de solidaridad con la “Campaña de recogida de alimentos y cientos de regalos” para la gente que vive en la calle y acude a hogares amables como “Calor y Café”.
Estrenamos el tiempo de las miradas nuevas que desde Cáritas nos sugieren: cada semana un lema, cada domingo una llamada, para que este camino de adviento no se haga olvido de los menos afortunados.
Cantamos con un aire de familia, canciones de nuestros coros, de casa e invitados; cantamos en los encuentros de los grupos y meriendas de todos los que en la parroquia trabajamos. Con regalos, almanaques, evangelios… y tantos detalles para que nunca olvidemos donde está la casa de nuestro Padre.
Reforzamos el sueño de cada domingo, de la participación en la Eucaristía festiva, de las penitencias, en la Misa del Polluelo o en la Misa de Gallo.
Pero sobre todo nos preparamos con el respeto que nos merece la Iglesia y el amor a nuestra fe. En una hospitalidad nueva para el que viene en los rostros que se acercan a por sus juguetes, su dulces, o simplemente por palabras y miradas amables de nuestra gente.
Y todo, porque pronto, muy pronto, la familia de mi Padre celebrará en su Casa una nueva y dichosa Navidad.
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