¡Feliz Solemnidad de la Asunción de María! Es hoy un día de alegría para nuestro pueblo, pues el triunfo de Nuestra Señora lo hacemos también propio. Que una mujer de carne y hueso haya sido elevada al cielo en cuerpo y alma es lo que todos desearíamos poder alcanzar: llegar a la gloria sin pasar por la muerte, el sepulcro y la corrupción. Por eso hacemos esta fiesta, pues tenemos por Patrona a la “vestida de sol y coronada con doce estrellas” que nos ha recordado la lectura del Apocalipsis, y que también poéticamente algunos feligrés tiempo atrás rezaban... Es Aquella a la que llamamos abogada nuestra, pues estamos seguros que no sólo nos ha de asistir en la hora de nuestra muerte, sino especialmente intercediendo ante el trono de su Hijo, pidiendo para nosotros la misericordia que no merecen nuestros pecados.
En esta mañana quisiera compartir con vosotros tres ideas que podemos hacer nuestras meditando este misterio y dogma de la Asunción de María, al amparo de la palabra de Dios que ha sido proclamada:
1° Cumplir la misión. ¡Como Ella!... María fue elegida para una misión, y al completar su vida mortal recibió la distinción de ser elevada en cuerpo y alma a los cielos. Es evidente que el Altísimo evidenció con este gesto que la bendita Niña de Nazaret no sólo cumplió, sino que dio plenitud a la tarea de llevar adelante ser la Madre del Redentor. No es fácil siempre cumplir con nuestras misiones, a menudo hemos de elegir entre quedar bien o hacer lo que corresponde. Por ejemplo, cuando yo asumí esta Parroquia sabía perfectamente cómo podía hacer para caer bien a todo el mundo, diciendo sí y amén a todos, en especial a los que se sentían dueños de la Parroquia -o ya lo eran- en no poco uso y abuso de la misma. Ello tal vez me hubiera permitido más tranquilidad, sonrisas, palmadas en la espalda y menos disgustos. Pero habría traicionado la misión encomendada y a mis propios superiores que me indicaron antes de llegar lo que querían y esperaban de mí, lo cual implicaba cambiar algunas cosas ante la misión y realidad que asumía, ni era posible ante la realidad que asumía. Lógicamente para ello me puse en manos de María, nuestra Patrona, como modelo de obediencia y fidelidad.
2° La mundanidad, engaño del mal. Los católicos aspiramos al cielo; nuestra meta no es otra que esa. Somos de Dios y vamos a Él. Esto al demonio le preocupa mucho, por eso nos tiende trampas en las que caemos fácilmente. Seguro que muchos recordareis esa canción que tanto gustaba a los padres dominicos: "el demonio a la oreja me está diciendo, deja misa y rosario sigue durmiendo, viva María, viva el rosario, viva santo domingo que lo ha fundado". Así es: la pereza, la infidelidad al Señor y el ocio malentendido marcan nuestro mundo actual, el cual nos ofrece muchas cosas pero, finalmente, la única que importará cuando nos llegue la muerte no serán los títulos académicos o nobiliarios, ni los países visitados, ni las horas de gimnasio, ni el dinero acumulado para otros, ni las escrituras y propiedades... Eso no valdrá para nada y se quedará todo aquí, y posiblemente, llevando la penitencia en el pecado, en manos de quien no quisiéramos… Siempre digo que tras una carroza fúnebre nuca va ni un camión de mudanzas ni un furgón blindado… En el momento de nuestra muerte el Señor nos preguntará algo de lo que ya sabe Él bien la verdadera respuesta: ¿has amado? ¿has perdonado?... Celebrar la Asunción de María es una invitación a reflexionar sobre el misterio de la muerte en clave de fe; es decir, no viendo ésta como algo oscuro, sino como algo cargado de luz. Vuestros antepasados y feligreses al honrar a María en un día como hoy, lo hacían desde la piedad y la esperanza ante la muerte, rosario en mano y Salve cantada tras la misa y procesión, que daba luego sentido a la mesa compartida de cordero que nos recuerda al Pascual. Ser fieles a esta herencia dignifica su memoria y nos emplaza a nosotros a ese cielo al que María llega hoy…
Os aseguro que se puede vivir el final de nuestra
existencia y nuestra propia muerte con alegría. Sirva el ejemplo:
Hace un mes del fallecimiento de un joven muchacho de Salamanca del que quizás algunos habréis oído hablar: Pablo María de la Cruz, el cual a sus veintiún años ha sabido aprovechar su enfermedad y su propia agonía para hacer el bien hasta el punto de que él animaba a su familia y amigos a no estar tristes, pues se iba feliz y con la alegría de saber que se había preparado como Dios manda, confesando semanalmente, participando diariamente de misa y rosario, y habiendo recibido la unión de enfermos… Se fue sonriendo, pues sabía que iba al cielo. Y por eso su funeral -está colgado en internet- fue una fiesta de sonrisas: ni una lágrima, ni una persona vestida de luto; se respiraba gozo, esperanza y vida. Ojalá supiéramos terminar así nuestra vida, reconciliados con el Señor y los hermanos, con la esperanza firme de saber que nuestra patria no es ésta, sino el cielo. Por eso, no nos atemos tanto a las cosas del mundo que no nos hacen nada bien. En el salmo hemos cantado: ‘’De pie a tu derecha está la Reina’’, y es que este antiquísimo salmo describe perfectamente dónde está María: en la gloria, junto a la diestra del Padre, coronada como Señora de todo lo creado. Dejemos que también sea Ella Reina de nuestras vidas.
3° Su luz nos hace ver la luz. Esta es la última idea: tenemos que pedirle a Nuestra Señora en este día que nos lleve a su Hijo, que es en verdad el protagonista de toda esta historia. Es muy cierto que nuestra Parroquia está dedicada a Ella, que su imagen preside el lugar principal del templo, que las fiestas las hacemos para honrarla, pero no podemos perder de vista que María no es la meta, sino el faro indicador que nos conduce a su Hijo Jesucristo. Al mirar la belleza y la luz de Nuestra Señora hemos de presentarle esta plegaria: ‘’que en tu luz, podamos ver su luz’’; es decir, que Ella nos lleve a Él. En el evangelio María nos regala ese cántico del “Magnificat” donde nos aclara el secreto de por qué Dios se ha fijado en ella y la ha elegido: ‘’porque ha mirado la humillación de su esclava’’. Y es que muchas veces no acabamos de comprenderlo: nuestro Dios no está en lo extraordinario, sino en lo cotidiano; no busca la grandiosidad, sino la sencillez…
Concluyo: Cuando vivimos la crisis sanitaria del covid-19, Rodrigo puso a los pies de la imagen de Nuestra Señora de la Asunción el escudo de Viella impreso a ordenador de modo sencillo. El año pasado los caballeros de la “Orden del Paxu” nos regalaron una pegatina del escudo más elaborada y que es la que ahora veis en el retablo. Es ésta la ofrenda que también le queremos hacer a la Santísima Virgen: poner a nuestro pueblo, a sus gentes, familias y problemas, a sus enfermos y mayores, niños y jóvenes, empresas y negocios y, sobre todo, a nuestros antepasados difuntos que nos transmitieron la fe a los pies de María Asumpta al Cielo.
Ella que es vida, dulzura y esperanza nuestra, a buen seguro nos escuchará. Que así sea.
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