sábado, 21 de octubre de 2017
Domund 2017: no sólo para valientes
(iglesia de asturias) “Sé valiente. La misión te espera” es el sugerente lema del Domund 2017 que se celebrará este próximo domingo, 22 de octubre. Ayer tuvo lugar su presentación en la diócesis, con la participación del delegado diocesano de Misiones, Pedro Tardón, y tres misioneros, dos de ellos asturianos: las religiosas Pilar Boves y Alejandrina Solís, y el mexicano Rolando Ruiz. Además, otro acto especial que se llevará a cabo en la diócesis con motivo de la campaña del Domund será una “Vigilia de la luz”, este sábado, a las 9 de la noche, en la parroquia de los PP. Carmelitas de Gijón.
El Domund es el nombre con el que se conoce en España la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año en la Iglesia universal, y que tiene como objetivo recordar la misión evangelizadora de la Iglesia alrededor del mundo. Gracias a los donativos que se recaudan en torno a esta campaña, es posible atender las necesidades de los 1.113 territorios de misión. El año pasado en Asturias se recaudaron 320.711,83 euros, en colectas llevadas a cabo en parroquias, colegios, comunidades o particulares. Al mismo tiempo, es un momento especial para recordar con gratitud y orar por los cerca de 13.000 misioneros españoles que se encuentran en el mundo, de los que 158 son asturianos, repartidos en 42 países diferentes, principalmente de Latinoamérica, pero también de África, Asia y Oceanía.
Ellos mismos recuerdan que no son héroes: tienen miedos e inseguridades como todo el mundo, pero su valentía especial consiste en confiar en el Señor. Así lo relatan en las siguientes entrevistas la asturiana Pilar Boves y el mexicano Rolando Ruiz.
Pilar Boves, asturiana, vive en Mozambique donde atiende labores pastorales y una escuela infantil
Nació en Cuba, pero con catorce años regresó con su familia a la tierra de sus orígenes, Asturias, donde fue creciendo y madurando. Aquí también conoció, concretamente en Noreña, a la congregación de la que forma parte, las Hijas de María, Madre de la Iglesia.
Como misionera, ha trabajado en países como México o Colombia, pero actualmente reside en Mozambique, en una zona rural, Moamba, donde, junto al resto de hermanas (son tres en la misión) atiende pastoralmente a nueve comunidades cristianas y dirige una pequeña escuela de niños de entre 2 y 5 años. “Hace unos meses nos quedamos sin sacerdotes en la zona –hasta ahora teníamos dos misioneros españoles, pero regresaron– y todos los domingos hacemos la celebración de la Palabra con las comunidades más grandes. A otras dos comunidades más lejanas y pequeñas acudimos a llevar la comunión cada más tiempo. Son caminos muy difíciles de transitar, y más en la temporada de lluvias”, reconoce la religiosa. “Además, atendemos una pequeña Escolinha,como dicen allí, con niños cuyas mamás se tienen que ir a trabajar al campo (la machamba), y el papá, normalmente no está, por lo que vienen, para no tener que estar solitos todo el día”, explica. “El centro está en muy buenas condiciones, porque nos ayudó la congregación a construirlo, tenemos juegos, mesitas de colores, y un comedor con una cocina para que los niños puedan tomar un buen desayuno, que procuramos hacer completo y variado. Abrimos a las 7,30 de la mañana, pero desde las 6 ya están llegando, y luego a las 12 se van. En su momento tuvimos una labor de educación importante con las madres para que les bañaran y les pusieran ropa limpia para venir al colegio. Ahora da gusto verles llegar, aunque eso sí, cuando salen se quitan sus ropitas y al rato les ves de nuevo con harapos”.
La vida en Mozambique no es fácil, aunque Pilar sostiene que vive bien. “Me costó al principo, tengo que reconocerlo. Donde nos encontramos no hay nada, es solo campo. No hay tiendas, no hay nada que hacer, allí solo vas a dar. Bueno rectifico, también recibes mucho. El Señor me da a través de ellos. Es una retroalimentación. Y es que ellos son felices, es importante no juzgarles a través de nuestra mentalidad occidental. Hay que reconocer que no hay niños tristes, se hacen sus propios juguetes, son cariñosos, siempre están alegres. ¡Aquí son tantos los problemas que hay y nos complicamos tanto la vida! Allí la principal preocupación es sobrevivir”, afirma.
El lema del Domund de este año es “Sé valiente, la misión te espera”, y al respecto la misionera reconoce que se pregunta si es valiente, “porque lo cierto es que hay veces que tengo miedo, y me pesan algunas cosas. Pero yo veo que Jesús no vino para un tiempo, vino para siempre y está en nosotros, así que tenemos que buscarlo en el mundo en el que estamos. A mí me toca vivir en Mozambique y sé que Él se encarna en aquella gente, y yo quiero compartir mi vida con ellos”.
“A la misión uno no puede llegar pensando que va a hacer mucho, porque no es verdad –reconoce–. Y más en una lengua que no es la tuya y que aprendes a trompicones. En mi caso, el shangana. Pero estamos con la gente, tenemos gestos de cariño con ellos –no están acostumbrados, pero les gusta–. Ellos todo lo agradecen, y eso es lo que yo hago”.
Rolando Ruiz es misionero javeriano. Ha vivido en el Chad y en Camerún, y hoy trabaja con jóvenes e inmigrantes
Aunque lleva 25 años fuera de su país, el padre Rolando Ruiz, misionero javeriano, es mexicano. Lo que está claro es que por sus venas corre sangre misionera, hecho contrastado tras nueve años en el Chad y seis en Camerún. Actualmente se encuentra al frente de una iniciativa de pastoral vocacional y misionera con jóvenes, vinculada directamente a los inmigrantes, una de las nuevas fronteras a las que ha hecho alusión tantas veces el Papa Francisco.
La iniciativa, sin embargo, surgió antes de que el Papa Francisco fuera elegido Pontífice, pero la animación y el impulso de los jóvenes y laicos a la misión es algo que el padre Rolando ve necesario: “Pienso que una de las actividades que tenemos que hacer las Delegaciones de misiones es animar a que el ardor misionero nunca se apague. La misión debe seguir creciendo en el corazón de los cristianos. No podemos ser egosístas y pensar sólo en nosotros, en nuestro entorno y nuestra familia, hay que ir más allá”.
No es necesario irse muy lejos para encontrarse con esas periferias de las que nos habla el Papa Francisco, como son los inmigrantes o los refugiados. Por eso cada año el padre Rolando se lleva a un grupo de universitarios hasta Ceuta, donde trabajan en la ayuda y alfabetización de jóvenes inmigrantes: “Mi misión –afirma– es presentarles a los jóvenes la belleza de la Iglesia y de la fe que va en busca del otro, de nuestros hermanos. De aquellos que tienen el deseo de vivir una vida mejor y no la encuentran, y que para conseguirlo son capaces de atravesar desiertos”, señala. Los jóvenes voluntarios se encuentran con chicos de su edad que han vivido una vida muy distinta a la suya, y que sin embargo, encuentran idénticos a ellos. “Este choque, de gente tan distinta y al mismo tiempo tan parecida, reposiciona al joven de hoy en la situación de Jesús –explica–. Se preguntan: ¿Qué puedo hacer yo por este mundo? Y en su corazón se siembra la semilla del amor por el otro”. Con este sistema, desde hace seis años, el padre Rolando ha organizado unos 15 campos de trabajo, en su mayoría en Ceuta, aunque también se han acercado hasta Tánger, donde los jóvenes se encuentran con una realidad mucho más dura.
“Es verdad que hay que ser valientes en la misión que Dios nos confía”, afirma el religioso. “Yo tengo que reconocer que he tenido mis miedos, ¿Podré vivir en otro país? ¿Me adaptaré? ¿Aprenderé la lengua? Son los primeros miedos. Luego cuando estás realmente en la misión viviendo dificultades reales como la enfermedad, la muerte, el sufrimiento de personas cercanas, te das cuenta de que la fe no te hace las cosas más fáciles, sino que las hace posibles. Es cuestión de ser valiente para confiar en Dios, aunque tus fuerzas no sean tan grandes como tú esperabas para cambiar el mundo”.
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