lunes, 17 de julio de 2017

Vacaciones con el Señor


¡Están llegando las vacaciones! Tiempo de descanso merecidos después de todo un año de trabajo o estudio, tiempo de cambiar de ritmo para dedicarse a fondo a otros aspectos necesarios personales, familiares y sociales.
Pero las vacaciones no pueden ser un tiempo perdido, ni una interrupción en nuestro camino de maduración espiritual, sino que debemos tomarlas como la oportunidad de crecer, de formarnos, de recuperar la paz y la serenidad que posiblemente hayamos perdido a lo largo del año.

Existe el peligro de tomarnos vacaciones no solo de las obligaciones habituales sino también de Dios, de nuestra fe cristiana, no comprometiéndonos espiritualmente. Las vacaciones no pueden ser solo un momento de relax lleno de tentaciones, pensarlas como una especie de tiempo sin ley, donde uno se echa unas cuantas cañas al aire y se permite un montón de cosas que pueden se
r peligrosas. Debemos pensar que no es justo arriesgarse a perder, en unos meses, la hermosa amistad que tenemos con Dios. Debemos perseverar y ser verdaderos cristianos en todo momento.

San Juan Pablo II decía que las vacaciones de verano deben ser un período particularmente propicio para redescubrir los auténticos valores del espíritu. “Las numerosas ocupaciones y los ritmos acelerados de la vida hacen que en ocasiones sea difícil cultivar esta importante dimensión espiritual. Las vacaciones veraniegas, si no son “quemadas” por la disipación y la simple diversión, pueden convertirse en una ocasión propicia para volver a dar aliento a la vida. Cuando disponemos de más tiempo libre, cuando los momentos de descanso son abundantes, podemos dedicarnos con mayor serenidad a tantas actividades que embellecen nuestro corazón y sobre todo que nos acerquen a Dios.

Por eso en las vacaciones aprovechemos para:
Estrechemos vínculos con nuestras familias, tengamos un reencuentro, ayudando y creciendo en comunicación con ellos.
Acerquémonos a nuestros amigos, para arreglar malos entendidos, perdonar, visitar a algún amigo enfermo o necesitado, disfrutar de las buenas compañías.
Vivamos el domingo si estamos en las montañas o en la playa, en vacaciones sigue siendo el día del señor a donde quiera que nos encontremos.
Incrementemos nuestra relación con Dios, aprovechando el silencio y el tiempo para meditar el evangelio tratando de conocer mejor lo que nos dice su palabra o podemos también leer la vida de algún Santo.
Ir un rato a una iglesia a rezar sin prisas sin relojes.
Ayudar a quienes más lo necesitan, ahora no hay excusas por el tiempo. Por ejemplo podemos salir a misionar o realizar alguna labor humanitaria.
Fructifiquemos el período de vacaciones para buscar a Dios y pedirle que nos libere de todo los que nos estorba inútilmente. Pidamos un corazón inteligente y sabio que sepa nunca alejarse.

Como dijo Benedicto XVI “En los días llenos de ocupaciones y de problemas, pero también en aquellos de descanso y de distensión, el Señor nos invita a no olvidarnos que si bien es necesario preocuparse por el pan material y restaurar las fuerzas, aún más fundamental es el crecer en la relación con Él, reforzar nuestra fe en Aquel que es el ‘pan de vida’”.

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