Entrevista a Anastasio Gil, director de las Obras Misionales Pontificias
Segoviano de nacimiento, está vinculado desde el año 2001 a las OMP, una institución inserta dentro de la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal española
España ha sido tradicionalmente uno de los primeros “exportadores” de misioneros. ¿Cuál es ahora la situación?
Sí que es cierto que es de los países que más coopera en cuanto a envío de misioneros y misioneras. El hecho de que en este momento haya cerca de 13.000 hombres y mujeres españoles al servicio de la Iglesia universal desde los lugares más recónditos de la tierra es el mayor motivo de gratitud hacia Dios y hacia ellos. También España es muy generosa en la cooperación económica, que la OMP en España está canalizando con una transparencia absoluta, a disposición del Santo Padre.
La labor misionera es, quizá, una de las más sencillas de comunicar.
Se dice socialmente que los misioneros están muy bien considerados –es verdad porque es un servicio extraordinario– pero es que es la fuente de la esperanza, en ellos vemos la universalidad de la Iglesia. Pongo un ejemplo, si yo voy a un pueblo de Asturias, el sacerdote ve que aquel pueblo está disminuyendo, que no hay bautizos, etc. puede deprimirse. Pero si ese sacerdote tiene espíritu universal, descubre que lo que está haciendo es un servicio a la Iglesia y a la humanidad, y que los frutos a lo mejor se están produciendo en Zimbawe o Nueva Zelanda. Es una cosa para dar gracias a Dios saber que el Evangelio está llegando a muchos corazones.
Las OMP han avanzado especialmente en el ámbito de la comunicación, situándose a la vanguardia en el uso de Redes Sociales y otros canales.
Hasta hace unos años OMP trataba de poner al servicio de las diócesis los materiales y las herramientas necesarias con motivo de las campañas, para atender a nuestras comunidades cristianas. Nos hemos dado cuenta de que, manteniendo eso, tenemos que salir a la calle y mostrar a la gente que la Iglesia y los misioneros están sirviendo a la humanidad. Tenemos un tesoro en las manos que tenemos que mostrar a toda la sociedad, sacar adelante la grandeza de estas personas, los misioneros, que están gastando su vida sirviendo a los más pobres, excluidos, abandonados.
Especialmente llamativa y novedosa fue la elección de la periodista Pilar Rahola como pregonera del DOMUND este pasado año.
Llevamos 5 años llevando a cabo esta iniciativa, ya estamos preparando la sexta, que será, lo cuento como primicia, en Santiago de Compostela. No excluimos a nadie. No preguntamos a una persona si creo o no cree, si se compromete o no se compromete. Me llamó la atención aquel artículo que escribió en La Vanguardia, mostrando la heroicidad de los dos misioneros de San Juan de Dios que habían perdido la vida por el ébola. Para mí aquello fue un punto de inflexión.
¿Se reconoce la labor del misionero, a su vuelta?
Pues a pesar de todo ese halo de veneración y admiración hacia los misioneros, sin embargo hay que decir que no tienen cobertura social o sanitaria. Cuando salen a la misión no están dados de alta en la seguridad social, porque son voluntarios, no cooperantes. Llevamos luchando mucho por este tema porque hay un vacío legal. Recientemente acaba de salir la ley de voluntariado que tal vez nos pueda ayudar.
Usted, que habrá conocido a miles de misioneros, ¿qué es lo que destacaría de todos ellos?
La virtud de la paciencia. Nosotros estamos urgidos por la inmediatez, pero un misionero tiene la paciencia de Dios.
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