(Iglesia de Asturias) Este próximo domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, se celebra la Jornada Pro orantibus, una ocasión que propone la Iglesia para rezar por los consagrados y consagradas en la vida contemplativa, dar a conocer esta vocación tan específica y agradecer, en definitiva, lo que representan.
La archidiócesis de Oviedo cuenta con 9 monasterios de religiosas contemplativas, y uno de ellos, asentado en la localidad desde el siglo XVII, se encuentra en Cangas del Narcea. En él, viven, oran y trabajan las religiosas Dominicas.
Su llegada a la villa se remonta al año 1658, ya que los vecinos demandaban un colegio para atender a los niños de las familias del pueblo. Los religiosos dominicos se encontraban ya instalados en las inmediaciones, por lo que las religiosas llegaron a la localidad gracias a su intercesión. Una vez allí, el 18 de agosto de 1658, se asentaron en un monasterio en el que permanecieron durante siglos, hasta que, en los pasados años 30, tuvieron que abandonarlo por su antigüedad. Desde entonces, se encuentran en su actual ubicación, un edificio de piedra, casi enfrente del monasterio original, en el que habitan 17 religiosas de edades comprendidas entre los 26 y los 94 años.
Hasta los años 70 del siglo XX, las religiosas atendieron un colegio, anexo al convento. “En aquel momento la Iglesia permitía, por las penurias que estaban pasando las monjas entonces, tener un pequeño apostolado siempre y cuando no afectara a nuestra forma de vida”, explica Sor María Luz Martínez, Subpriora de la comunidad. “Lo teníamos muy bien organizado, yo misma daba clase, éramos alrededor de 45 religiosas y mientras unas hacían tareas de bordados, otras atendíamos el colegio”, recuerda. “Sin embargo, después del Concilio Vaticano II sucedió todo lo contrario, y dijeron que las monjas de vida contemplativa tenían que optar por un pequeño apostolado, si querían, pero pero entonces ya no serían de clausura Papal, sino de clausura constitucional, más o menos amplia, según lo que dijeran sus constituciones. De todos los conventos de Dominicas que hay en España y que tuviéramos colegio, todas decidimos dejar el colegio y pasar más estrecheces, pero ser monjas de clausura Papal”, explica.
Ella lleva casi 50 años en el monasterio y recuerda con cariño aquellos años del colegio, por los que vió pasar a tantos niños y niñas del pueblo.
De 45, a 17. Así descendió, en los últimos años, el número de miembros de la comunidad, que, sin embargo, es una de las más numerosas de vida contemplativa de la diócesis. Entre las más jóvenes, se encuentran religiosas de la India y de Angola, pero también una avilesina, de 29 años.
Su carisma es el que les inspiró su fundador, Santo Domingo, en el siglo XIII. “Él creó la Orden de Predicadores, pero lo cierto es que la rama femenina, nosotras, fuimos aprobadas por Roma antes que ellos”, afirma Sor María Luz. “Santo Domingo se dio cuenta de que lo que él quería, no podía hacerlo sin el respaldo de la oración, y por eso pensó en nosotras”, explica. Hoy en día ambas ramas, femenina y masculina, están muy unidas y comparten un mismo carisma, la predicación, que se expresa de maneras diferentes: “Ellos están en contacto directo con la gente, y nosotros, a través de la oración, pero el fin es el mismo: respaldarles a ellos y por supuesto pedir por toda la humanidad”, explica Sor María Luisa.
La Orden de Predicadores se encuentra viviendo, además, un año muy especial: se cumple el octavo centenario de su fundación, un Jubileo para la Orden que además coincide con el Año de la Misericordia promulgado por el Papa Francisco: una feliz coincidencia que consideran una suerte, pues fue la compasión por la salvación de las almas lo que movió a Santo Domingo a fundar una Orden, que llevase, a todos los rincones de la tierra, el anuncio de la misericordia de Dios por la humanidad. En la comunidad de Dominicas de Cangas de Narcea, tienen ambos eventos muy presentes y a diario rezan por los frutos de uno y de otro.
Así transcurre la vida dentro de los muros del monasterio. Orando, estudiando y trabajando, siempre en comunidad. “Vivimos para los demás, para orar por el mundo y todas sus necesidades”, afirma la Priora, Sor María Ángeles Guirado, que reconoce que la de contemplativa es una vocación muy especial: “es sentirse como un enchufe por donde pasa la corriente de la oración al mundo, y aquí somos felices, porque estamos donde Dios nos quiere, y eso es algo que siempre proporciona felicidad”.
Entre los jóvenes, sin embargo, es difícil encontrar vocaciones para la clausura. Pero ¿cómo amar lo que no se conoce? La Priora de las Dominicas recuerda la frase de Santa Teresa: Los muros son de cristal cuando se vive de verdad la vida contemplativa, a lo que añade: “Que el Señor los haga, entonces, transparentes”.