Antes de llegar a Viella, recibí varias instrucciones
e indicaciones; las escuché todas, pero sólo me quedé con las que mis
superiores me dieron sobre lo que esperaban de mí aquí. Quizá si hubiera sido
más indiferente y aplicado criterios propios de “supervivencia” habría vivido
al principio más en paz y con menos problemas y críticas de algunos más vecinos
que feligreses (no es lo mismo, ni tampoco da derecho a lo mismo) y tal vez
incluso hubiera tenido por “amigos” a los que tiraban la piedra y escondían la
mano, pero habría supuesto una infidelidad a mi misión que era muy clara y
definida, y a lo que esperaban de mi desde el Arzobispado. Estoy seguro que el
día de mañana si otro sacerdote tuviera que atender esta comunidad podrá entrar
con la paz y tranquilidad que yo no tuve al principio, y con todo en su sitio
más o menos y cada cual en su lugar, pues jamás me he dejado intimidar por
soberbios y satisfechos (que los había) ni tampoco he sido insensible de ante
arrepentimientos y situaciones dialogadas: es el privilegio que tenemos los
pobres que en conciencia le decimos sí al Señor, y al señor obispo que en su
nombre nos habla. No hay postor ni cacique que pueda poner precio a la voluntad
y libertad de los hijos de Dios. Ya el pasado 15 de Agosto daba gracias al
Señor porque se acercaba la fecha de mis diez años entre vosotros. Este verano
viviré mi décima Asunción como párroco de Viella para volver a cumplir un año
más en septiembre haciendo ya un total de once al servicio de esta
Parroquia.
Doy gracias al Señor por este tiempo donde no me ha
faltado el trabajo, los problemas y al tiempo la ilusión como en toda familia y
en toda institución. Desde que asumí esta responsabilidad, la parroquia de
Viella siempre ha estado y continúa estando en mi cabeza, corazón y oración. He
tratado y trato de hacerlo lo mejor he sabido y sé, y siempre he buscado y
pretendido el bien para esta Comunidad. Cuando llevaba apenas tres años en esta
feligresía tuvimos la visita pastoral del Sr. Arzobispo el 15 de Octubre de
2016; en la sacristía uno de los sacerdotes me preguntó que cada cuánto tenía
misa en Viella, yo respondí con sinceridad: ''todos los sábados y domingos''.
Me dijeron que era una muy buena atención y que en muy pocas parroquias de esta
entidad tenían tal asistencia. Yo respondí: ''son pocos; es verdad, pero no
quiero que los feligreses que se mantienen fieles al Señor paguen las
consecuencias de los que sólo son vecinos''. Durante una década me he mantenido
en el propósito de no cambiar los horarios de culto a pesar de que en la
mayoría de las ocasiones no somos ni una veintena los que nos reunimos en torno
al altar los sábados y domingos, y salvando funerarles, Ramos y Difuntos,
muchos ni están ni se les espera. En estos años hemos dicho adiós a muchas
personas cuyo hueco vacío en su banco se hace notar y ha hecho nuestra
comunidad terrenal más pequeña, aunque a buen seguro, agrandándose la del
cielo. Hemos de reconocer que las vacas flacas han llegado y no tienen pinta de
volver a engordar en mucho tiempo, por eso desde el Arzobispado se nos reclama
e impone la aplicación de las "Unidades Pastorales" para unir fuerzas
en estos momentos en que vivimos escasez de sacerdotes y fieles.
No dejemos de reconocer, arrimar el hombro y animar a
la Comisión de fiestas ''Los Paxarros''; hay muchas fiestas que ya han
desaparecido y más que pueden desaparecer, pues todo el mundo quiere disfrutar
pero pocos trabajar, y tampoco son pocos los que se dedican a buscar defectos
mientras sueltan la lengua a pacer si pegar nunca un palo al agua. Una buena
forma de hacer pueblo es tendiendo puentes los unos con otros desde nuestras
propias virtudes y defectos; ejemplo para todos es esta juventud que saca adelante
las fiestas de Viella. Benedicto XVI afirmó: ''La fiesta de la Asunción es un
día de alegría. Dios ha vencido. El amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha
puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la
verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amor''. En pocas palabras lo resumió
todo... Os animo a vivir estas fiestas de La Asunción como punto de
encuentro que reúna a las familias dispersas, a los nuevos amigos siempre
pendientes de encontrar, y a los antiguos para volver a reencontrarse con
ellos. Animar a los feligreses y vecinos -¡ahora sí!- que desde cada rincón de
la Parroquia tienen en el entorno de la iglesia y en la Iglesia la meta de su
peregrinación, para compartir la alegría de estar juntos y celebrar a la
Patrona de nuestro pueblo y de nuestra comunidad parroquial con todo el ánimo
de estar aquí un año más... Que María no sea una excusa para hacer fiesta,
sino hagamos la fiesta de fe y con María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario