GRACIAS
Si viviéramos tanto como nuestra madre, a los más jóvenes nos quedarían unos cuarenta años para darle las gracias por todo lo que nos enseñó. No creo que sean suficientes. Hoy nos sentimos tristes y apenados, pero a la vez terriblemente afortunados por haber tenido una madre y también un padre como los que tuvimos.
A todos sus hijos nos enseñaron a vivir con una sonrisa, a ser cariñosos, a no rendirnos nunca diciendo “no sé hacerlo”, a seguir adelante enfrentando con calma las dificultades, a ser amables y corteses con todo el mundo, a no enredarnos en riñas y peleas inútiles, a no andar con dimes y diretes, a respetar a cada uno tal y como es, a alegrarnos con los éxitos de los demás y sobre todo a querer. A querer con generosidad infinita, gozando de ver felices a quienes nos rodean y acompañan en la vida, sin juzgar ni exigir, sin pedir nada a cambio.
También tenemos que agradecerles hasta la saciedad su buen criterio a la hora de educarnos. Siempre nos dijeron que la herencia que nos dejaban, era que cada uno pudiéramos estudiar lo que quisiéramos y que los títulos que llegaríamos a tener serían los que consiguiéramos con nuestro personal esfuerzo. Nunca dudaron en trabajar para que pudiéramos hacerlo. Qué orgullosos se sentían con los éxitos de sus hijos y nietos.
Procuraremos no olvidar nunca todas estas valiosísimas enseñanzas. Jamás dejaremos de quererte ni de darte las gracias por habernos querido tanto y tan bien, mamá. Muchísimas gracias y un beso eterno.
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