sábado, 30 de julio de 2016
Repasando el Catecismo (XX)
"Haced esto en memoria mía"
1341 El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras "hasta que venga" (1 Co11,26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los Apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
1342 Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén se dice:
«Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones [...] Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón» (Hch 2,42.46).
1343 Era sobre todo "el primer día de la semana", es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para "partir el pan" (Hch 20,7). Desde entonces hasta nuestros días, la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.
1344 Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús "hasta que venga" (1 Co 11,26), el pueblo de Dios peregrinante "camina por la senda estrecha de la cruz" (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino.
Los 4 mártires de Nembra serán beatificados el 8 de octubre
Nembra (Aller), C. M. BASTEIRO , lne
La Iglesia celebrará el día 8 de octubre, a las once de la mañana, en la Catedral de Oviedo, la ceremonia de beatificación de los mártires de Nembra. El cardenal Angelo Amato, de la Congregación para las Causas de los Santos, oficiará el acto. También estarán los obispos de la archidiócesis de Santander, Astorga, León y Oviedo. El sacerdote Jenaro Fueyo, los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández, y el joven Antonio González tendrán su propia conmemoración en el calendario: el día 21 de octubre.
La instrucción de beatificación de los mártires de Nembra comenzó en 1990. "Estamos muy contentos de tener una fecha concreta", afirmó ayer el párroco de Nembra, Enrique Iglesias. El religioso Jenaro Fueyo es el único sacerdote diocesano muerto en la Guerra Civil que ha sido beatificado. El párroco fue capturado y torturado hasta su muerte en el año 1936. Estuvo apresado junto a Segundo Alonso, Isidro Fernández y Antonio González, que corrieron la misma suerte.
Fueron perseguidos en vida. Los cuatro formaban parte del grupo local de la Adoración Nocturna, una reunión que permitía dedicar una noche al mes a la oración. Fueyo tenía setenta y dos años y era conocido por su bondad y entrega a la comunidad. Los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández trabajaban en la Hullera Española, empresa del marqués de Comillas, y promovían la fe cristiana. El joven Antonio González era estudiante de magisterio. Cuentan que, a este último, los captores le dieron una oportunidad: le dijeron que si pisaba la piedra ara y blasfemaba, le liberarían. Él se negó.
La beatificación es un proceso previo a la canonización. Los beatos fallecen en su archidiócesis, mientras que los santos mueren por pasión universal. Para que se produzca la canonización de un beato es necesario un nuevo proceso y que se reconozcan dos milagros, que tendrán que ser aprobados desde el Vaticano. Enrique Iglesias aseguró que "nuestro objetivo es llegar a canonizar a los cuatro beatos de Nembra". Pero, avisó ayer, será un proceso "largo y costoso".
El párroco prefiere olvidarse del futuro estos días, para disfrutar de la alegría que siente ante la beatificación de los alleranos. "Lo que está pasando en esta parroquia es algo muy grande, debemos mucho a la fe cristiana de la localidad de Nembra", aseguró el sacerdote.
La instrucción de beatificación de los mártires de Nembra comenzó en 1990. "Estamos muy contentos de tener una fecha concreta", afirmó ayer el párroco de Nembra, Enrique Iglesias. El religioso Jenaro Fueyo es el único sacerdote diocesano muerto en la Guerra Civil que ha sido beatificado. El párroco fue capturado y torturado hasta su muerte en el año 1936. Estuvo apresado junto a Segundo Alonso, Isidro Fernández y Antonio González, que corrieron la misma suerte.
Fueron perseguidos en vida. Los cuatro formaban parte del grupo local de la Adoración Nocturna, una reunión que permitía dedicar una noche al mes a la oración. Fueyo tenía setenta y dos años y era conocido por su bondad y entrega a la comunidad. Los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández trabajaban en la Hullera Española, empresa del marqués de Comillas, y promovían la fe cristiana. El joven Antonio González era estudiante de magisterio. Cuentan que, a este último, los captores le dieron una oportunidad: le dijeron que si pisaba la piedra ara y blasfemaba, le liberarían. Él se negó.
La beatificación es un proceso previo a la canonización. Los beatos fallecen en su archidiócesis, mientras que los santos mueren por pasión universal. Para que se produzca la canonización de un beato es necesario un nuevo proceso y que se reconozcan dos milagros, que tendrán que ser aprobados desde el Vaticano. Enrique Iglesias aseguró que "nuestro objetivo es llegar a canonizar a los cuatro beatos de Nembra". Pero, avisó ayer, será un proceso "largo y costoso".
El párroco prefiere olvidarse del futuro estos días, para disfrutar de la alegría que siente ante la beatificación de los alleranos. "Lo que está pasando en esta parroquia es algo muy grande, debemos mucho a la fe cristiana de la localidad de Nembra", aseguró el sacerdote.
Manos Unidas financia una maternidad en Camerún, gracias a los arciprestazgos de Siero, El Fresno y Oviedo
(Iglesia de Asturias) Los arciprestazgos de El Fresno, Oviedo y Siero financiaron en la Campaña contra el Hambre del 2015 la construcción de un bloque de hospitalización postparto en la región de Moutourwa, en Camerún.
Los habitantes de esta zona no contaban con un centro hospitalario especializado en pediatría y maternidad en la región, y en caso de necesidad, tenían que desplazarse a hospitales muy lejanos, no teniendo, además, medios económicos para afrontar el viaje. Las Hijas de la Caridad, que están presentes en la zona desde el año 1972, fueron las que solicitaron este proyecto a Manos Unidas.
Ellas se han dedicado desde los comienzos de su misión a la atención materno infantil, atendiendo, en los últimos 10 años, a 8.335 niños. Aunque el proyecto contemplaba un edificio de laboratorio y dispensario farmacéutico, un edificio de atención quirúrgica, una pediatría y un sistema de suministro eléctrico, la parte que ha financiado Manos Unidas gracias al apoyo de estos tres arciprestazgos es un nuevo edificio de hospitalización posparto donde se proporciona un seguimiento de las madres y los bebés más necesitados y desnutridos, incluyendo tratamientos para evitar la trasmisión del SIDA entre madres e hijos, y formación en los campos de la higiene, alimentación y medidas básicas de cuidado sanitario.
Desde el pasado mes de marzo, el edificio se encuentra a pleno rendimiento, y desde allí, las hermanas han escrito una carta agradeciendo “su aportación inconmensurable que nos permite expresar la compañía de Dios a los enfermos”.
sábado, 2 de julio de 2016
Repasando el Catecismo (XIX)
La institución de la Eucaristía
1337 El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13,1-17). Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, "constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento" (Concilio de Trento: DS 1740).
1338 Los tres evangelios sinópticos y san Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la Eucaristía; por su parte, san Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6).
1339 Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:
«Llegó el día de los Ázimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; [Jesús] envió a Pedro y a Juan, diciendo: "Id y preparadnos la Pascua para que la comamos"[...] fueron [...] y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los Apóstoles; y les dijo: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios" [...] Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío". De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: "Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros"» (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co11,23-26).
1340 Al celebrar la última Cena con sus Apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino.
El efecto Ratzinger: para hacer memoria agradecida. Por Isidora Suárez Allendes
Gratiasagens, Eucharistomen. Fueron éstas las palabras con las que el Papa Emérito Benedicto XVI recordó ayer su sesenta y cinco aniversario de vida sacerdotal. Son las palabras que nos interpelan en cada Eucaristía, cuando el sacerdote, in persona Christi Capitis, realiza en el altar la acción misma del Señor: la obra de la redención en el sacrificio único de la cruz. Él mismo nos había dicho en otra ocasión que: “El hecho de que el Sacramento del altar haya asumido el nombre de «Eucaristía» —«acción de gracias»— expresa precisamente esto: que la conversión de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo es fruto de la entrega que Cristo hizo de sí mismo” (Corpus Christi 2011). El sacerdote, pues, representa al Señor llevando a efecto lo que él, por sí mismo, no podría realizar. No es más que “un simple y humilde trabajador en la viña del Señor” (Benedicto XVI, 19 de Abril de 2005). Un servidor invitado a imitar lo que administra (Cf. PO 13, § 3) y a vivir en “acción de gracias”.
Eucharistomen, pues, nos indica a Cristo mismo y a él debe conducirse todo sacerdote en el ejercicio del ministerio a él confiado. Eco hacen aquí las palabras de San Benito en su Regla: nihil amori Christi praeponere, “no anteponer nada al amor de Cristo”, que el Papa Benedicto en más de una ocasión hizo referencia. En efecto, es el amor del Señor el que anima el servicio sacerdotal. Debe fiarse todo él a este fundamento único que sostiene realmente la existencia humana. Benedicto XVI con una vida al servicio de Dios y de la Iglesia ha dado testimonio cierto de un Eucharistomen constante, acción de gracias que no cesa, ya que, en la medida de sus posibilidades, sigue sirviendo al rebaño del Señor, esta vez de un modo silencioso, de la fuerza que transforma al mundo: la oración.
Un 29 de junio de 1951 Joseph Ratzinger se ordena sacerdote. No podemos negar que estos 65 años de sacerdocio, de servicio a la Iglesia, han sido los años que han dado vida a un sacerdocio santo que se ha cultivado con el tiempo, un sacerdote que ha mostrado un amor por la Iglesia, a través de una entrega especialmente en su trabajo teológico que no ha sido innovador, la teología comprendida en su esencia y sin caricaturas, sino que en coherencia con las enseñanzas de la Iglesia y una predicación totalmente unida a su lema episcopal “Cooperatores veritatis”. Primero como teólogo y profesor, luego como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, como Sumo Pontífice y hoy a través de una vida totalmente dedicada a la oración. Enseñándonos, que el permanecer en la Iglesia es fruto de una respuesta que solo se puede comprender por la fe, que no se puede alcanzar ni superar, es decir, que se comprende por un “fiat” en el “Logos”. No dejaron de sorprender cada uno de sus actos que no eran más que la manifestación de lo que conduce su vida: el cristianismo... Cada uno de sus actos, especialmente como obispo de Roma, nos han mostrado al verdadero hombre que hay detrás del Papa alemán: un incansable buscador y cooperador de la verdad.
Especialmente hoy, no podemos dejar de agradecer a Dios por haber donado a la Iglesia al Santo Padre, Benedicto XVI y tampoco podemos dejar de agradecerle a él por su testimonio, por enseñarnos que barca de la Iglesia, no es nuestra, que es del Señor quien no deja que se hunda; que Él es quien la conduce y que quien cree nunca más está solo.
Este es el efecto Ratzinger, la maduración de una reflexión teológica, que va despertando interés por ser cooperadores de la Verdad en más y más personas en el mundo, por su sencillez y oratoria extraordinaria que logró transmitir a la Iglesia y el mundo, enseñanzas que sobre todo las nuevas generaciones que han recibido con una gran lucidez y han sido un impulso para seguir el camino del incansable cooperador de la Verdad. ¡Gracias Santo padre!
Eucharistomen, pues, nos indica a Cristo mismo y a él debe conducirse todo sacerdote en el ejercicio del ministerio a él confiado. Eco hacen aquí las palabras de San Benito en su Regla: nihil amori Christi praeponere, “no anteponer nada al amor de Cristo”, que el Papa Benedicto en más de una ocasión hizo referencia. En efecto, es el amor del Señor el que anima el servicio sacerdotal. Debe fiarse todo él a este fundamento único que sostiene realmente la existencia humana. Benedicto XVI con una vida al servicio de Dios y de la Iglesia ha dado testimonio cierto de un Eucharistomen constante, acción de gracias que no cesa, ya que, en la medida de sus posibilidades, sigue sirviendo al rebaño del Señor, esta vez de un modo silencioso, de la fuerza que transforma al mundo: la oración.
Un 29 de junio de 1951 Joseph Ratzinger se ordena sacerdote. No podemos negar que estos 65 años de sacerdocio, de servicio a la Iglesia, han sido los años que han dado vida a un sacerdocio santo que se ha cultivado con el tiempo, un sacerdote que ha mostrado un amor por la Iglesia, a través de una entrega especialmente en su trabajo teológico que no ha sido innovador, la teología comprendida en su esencia y sin caricaturas, sino que en coherencia con las enseñanzas de la Iglesia y una predicación totalmente unida a su lema episcopal “Cooperatores veritatis”. Primero como teólogo y profesor, luego como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, como Sumo Pontífice y hoy a través de una vida totalmente dedicada a la oración. Enseñándonos, que el permanecer en la Iglesia es fruto de una respuesta que solo se puede comprender por la fe, que no se puede alcanzar ni superar, es decir, que se comprende por un “fiat” en el “Logos”. No dejaron de sorprender cada uno de sus actos que no eran más que la manifestación de lo que conduce su vida: el cristianismo... Cada uno de sus actos, especialmente como obispo de Roma, nos han mostrado al verdadero hombre que hay detrás del Papa alemán: un incansable buscador y cooperador de la verdad.
Especialmente hoy, no podemos dejar de agradecer a Dios por haber donado a la Iglesia al Santo Padre, Benedicto XVI y tampoco podemos dejar de agradecerle a él por su testimonio, por enseñarnos que barca de la Iglesia, no es nuestra, que es del Señor quien no deja que se hunda; que Él es quien la conduce y que quien cree nunca más está solo.
Este es el efecto Ratzinger, la maduración de una reflexión teológica, que va despertando interés por ser cooperadores de la Verdad en más y más personas en el mundo, por su sencillez y oratoria extraordinaria que logró transmitir a la Iglesia y el mundo, enseñanzas que sobre todo las nuevas generaciones que han recibido con una gran lucidez y han sido un impulso para seguir el camino del incansable cooperador de la Verdad. ¡Gracias Santo padre!
"Cuatro años más tarde, vuelve el alma a Valdediós"
Este pasado jueves ha tenido lugar la presentación, ante los medios de comunicación, de la nueva comunidad religiosa que vivirá en el Monasterio de Valdediós a partir de este verano. Se trata de las Carmelitas Samaritanas del Corazón de Jesús, una comunidad de 32 religiosas que hasta el momento se encontraban en Valladolid. A partir de ahora, la comunidad de desdoblará, y pasarán a desarrollar su vida religiosa en su convento de Valladolid y en el de Valdediós, donde, en este último, se espera que habiten de manera continua unas 12 ó 13, aunque es probable que, en los momentos de mayor afluencia de peregrinos, acudan algunas hermanas más para reforzar el trabajo.
El Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, realizó una breve presentación, recordando que tal día como hoy, 30 de junio, de hace cuatro años, se despedían los últimos moradores de Valdediós, los hermanos de San Juan: “Al poco de llegar yo como Arzobispo de Oviedo, los hermanos de San Juan me dijeron que estaban encantados de haber llegado a Asturias, pero la índole de su vocación no se correspondía con un monasterio, y que el camino monástico no era el de ellos. Yo entendí sus razones, y Valdediós se quedó sin moradores, nuevamente”.
Durante estos cuatro años, Valdediós ha seguido recibiendo visitas y ha continuado funcionando el albergue de peregrinos. Sin embargo, tal y como destacó Mons. Sanz, “Valdediós tiene un bellísimo cuerpo, pero le faltaba el alma. Hoy, cuatro años más tarde, el alma vuelve a Valdediós”. “Éste es un lugar paradisíaco –añadió–, pero lo cierto es que no es un museo. Por eso no hemos traído a gente que gestione un museo, sino a gente que ponga vida y alma en este lugar”. “Valdediós –manifestó el Arzobispo de Oviedo– tiene una importante historia de acogida a lo largo de los años. Las hermanas continuarán en esta misma línea, porque aquí se acerca mucha gente con preguntas, inquietudes, heridas, y en Valdediós pueden hallar un lugar de paz, donde encontrarse con el Señor”.
El Arzobispo de Oviedo señaló también que durante estos años se ha llegado a poner en contacto hasta con 12 congregaciones para ver si era posible que vinieran a habitar Valdediós, pero “las Carmelitas samaritanas han sido la respuesta final, de forma providencial para mí, porque los demás habían mostrado mucho interés, pero no podían hacerse cargo de este lugar. Ellas estaban disponibles para venir, les gustó, y a mí me gustó cómo ellas plantean su presencia”, dijo el Arzobispo.
Por su parte, la superiora de la Comunidad, la Madre Olga Santamaría, manifestó que “ha sido un hecho providencial el que don Jesús buscase una comunidad y nosotras estuviésemos buscando un monasterio. La Providencia hizo que nos cruzáramos y después de varias conversaciones, que comenzaron después de Navidad, lo pensamos, lo dialogamos y lo oramos mucho, decidiendo finalmente venir. No es un capricho estar aquí, creemos que Dios quiere que vivamos en este lugar nuestra consagración”.
“Hoy empezamos de manera oficial esta nueva andadura en nuestras vidas –afirmó la Madre Olga–, estamos comenzando a hacer de Valdediós un hogar, un hogar peculiar, qué duda cabe, con unas características propias, en una tierra que no es la nuestra, pero esperamos que pronto haya Carmelitas samaritanas asturianas. Venimos con el deseo y la ilusión de hacer este lugar nuestro, porque todo es de Dios, y nosotros somos de Él. Aquí, en este lugar concreto, este Valle de Dios, es donde Él nos ha traído a vivir, donde nos siembra, y donde esperamos florecer. Con esa ilusión y esas ganas venimos. Nuestra principal preocupación es gritar al mundo que Jesús nos espera en la Eucaristía, que es una presencia real, está vivo, y quiere intimar con cada uno de nosotros”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)