(De profesión cura) Es pregunta que me hacen de vez en cuando, entre otros, algunos compañeros sacerdotes. Viene, yo creo, esta pregunta, porque estamos contagiados de una mentalidad mundana según la cual todo se valora en clave de eficacia, y de una mentalidad eclesiástica inclinada a valorar el trabajo del sacerdote en clave de misas, confesiones, reuniones, papeles, asambleas, coordinaciones y mucha puesta en común. Con estas claves, evidentemente no es fácil comprender el trabajo pastoral en pueblos de pocos habitantes.
Debe ser que los años dan perspectiva, pero creo que la clave de la acción pastoral está en dos puntos:
Ser. Ser sacerdotes. Ser, sobre todo y ante todo, sacerdotes. Cuidarnos como sacerdotes. Es tal el trajín y el movimiento de cada día, son tantas las cosas urgentes que resolver (reuniones, papeles, encuestas, jornadas, informes) que apenas nos queda tiempo para lo realmente importante, como puede ser celebrar, orar, leer, meditar, formación permanente. La vida en una parroquia pequeña facilita estas cosas precisamente porque las urgencias son otras o son menores.
Estar. Así de simple y fácil. Vuelvo a las urgencias. Tantas cosas que hacer que ni tiempo de estar serenamente en la parroquia.
El señor cura está. Vive en el pueblo, duerme en el pueblo, pasea por el pueblo, sale a tirar la basura, pasea al perro, saluda, pregunta por la salud, por la familia, comenta las últimas novedades, aprende de dónde vienen las nubes de lluvia y qué viento es de agua, cuál de calor, cuál de frío. Estar significa que se le ve, que uno puede acercarse a su casa porque sale humo de la chimenea, que es un punto de referencia.
Pastoral es más que reuniones, asambleas, horas de despacho y entrevistas en la curia. Es estar con la gente, que te conoce y a la que conoces, colarte en una casa, agradecer esos tomates recién traídos de la huerta, animar a los padres para que sigan mandando a sus niños a catequesis. Pastoral parroquial es sentarse un rato en cualquier poyo para echar un rato con Antonio aunque la cabeza le vaya solo a medias, es estar disponible para cualquier cosa, visitar un enfermo, facilitar un entierro y llorar con la familia. Es tocar las campanas para la misa, porque las campanas son la voz de Dios.
También es, como en todas partes, celebrar, confesar, hacer papeles, atender una residencia, organizar, pensar, motivar. Pero sobre todo es ESTAR. Estar el día de la fiesta, celebrando misa y procesión y compartiendo con los vecinos ese tradicional aperitivo popular. Celebrar la Navidad con toda solemnidad sin importar la nevada que asusta e impresiona. Sacar la procesión el viernes santo con riesgo de lluvia un año más. Pasar frío con la gente en esa iglesia que aún no dispone de calefacción. Es ser uno más sin ser uno más.
En parroquias grandes se toca la campana y la gente va a misa, a catequesis, a lo que sea. En las pequeñas, aunque se tocan las campanas, la convocatoria se hace por la calle con el saludo, la sonrisa, la invitación, la cercanía… y se hace muy poco a poco. Pero cala.
La pastoral en pequeño se hace queriendo el estandarte y la hermandad, aunque hoy sean cuatro, valorando sus cosas, cuidando sus templos. Para esto una mañana se queda corta.
No. No hacemos nada. Simplemente estamos. Estamos allí donde ya no hay ni escuela, ni tiendas, ni apenas servicios. Pero el señor cura sigue estando.
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