sábado, 13 de enero de 2018

"El mantel de la eucaristía nos une a todos"

(iglesia de asturias) Dentro del Secretariado de Pastoral de Migraciones que coordina la hermana Alicia Fernández, José María Hevia es el encargado de la labor sacerdotal. En este sentido, cada segundo domingo de mes, a las seis de la tarde, celebra una misa con los inmigrantes el Centro María Inmaculada de Oviedo, lugar en el que se realiza todo el proyecto de ayuda y acogida. 

Háblenos de esta misa mensual.
Es muy festiva: cantan, lo hacen muy bien y cada vez van incorporando más instrumentos. Todos participan en la tarea común y la celebración tiene la vitalidad que da la posibilidad del conocerse. Es una eucaristía festiva y por eso cuando un joven la ve se anima a participar. Los latinoamericanos son el núcleo principal, aunque también acude algún polaco o ucranianos.

Disfruto enormemente con esta celebración porque es como continuación de la tarea que tuve en Alemania con los jóvenes, cuando fui capellán en la inmigración con la pastoral juvenil. Acude también bastante gente de Oviedo, por lo que integración se da también a la inversa, no solo de ellos hacia nosotros: el mantel de la eucaristía nos une a todos. 

¿Hacen alguna celebración especial?
La que hacemos en la festividad de la Inmaculada. Hace unos años empezamos una letanía, en la plegaria de los fieles, en la que cada uno dice el apellido de la Virgen María de su tierra, así coge esa fuerza de sentirla próxima y muy cercana. Este año además con Covadonga y su Jubileo, con el cariño y el afecto que tienen a la Santina de los asturianos.
Aparecen apellidos a María muy dispares, cada año descubro dos o tres nuevos, y además en un mundo duro María nos habla de ternura y de no perder la capacidad de sentirla y ofrecerla. 

¿Cuáles son las mayores dificultades con las que se encuentran los inmigrantes?
El espacio laboral, en el que la situación es muy dispersa con la parte también de documentación o de en el sentido de la integración familiar de los que se ocupa la pastoral correspondiente. La madre Alicia trabaja bastante con los jóvenes, con la nueva generación, y siento mucha sintonía con esa labor porque era el trabajo que yo tenía en Alemania.
En ese sentido la segunda generación en Alemania se sentían allí extranjeros, pero cuando venían aquí los amigos les llamaban alemanes. Estaban como en tierra de nadie y lo mismo ocurre ahora. La primera generación tiene clara la referencia de su tierra, pero la segunda a veces vive esa tensión. Por una parte muestran una gran valoración de la familia: del sacrificio y el esfuerzo de sus padres. Pero a la vez las referencias son las europeas y cuando van por ejemplo a Latinoamérica algunos a veces notan como que allí tampoco encajan. En este campo la tarea del centro es muy importante porque hay acogida e incluso la misma celebración corresponde también a la valoración de la cultura.

¿Y cómo es la acogida en nuestro país?
A veces nos pasa que olvidamos de que nosotros también fuimos inmigrantes, pero tampoco se puede decir que no somos acogedores. Depende la capacidad cristiana, y digo cristiana porque es el sentido mismo de la acogida. No hablamos de absorción porque lo que puedan aportar y vivir de su propia cultura es lo que enriquece también a un país y cada uno es hijo de su tierra, pero sí de integración para poder desenvolverse bien.

¿Cómo podemos contribuir a este propósito?

Disfrutando de la pluralidad. Es muy importante salir, ver que hay más mundo, si no nos perderíamos una gran riqueza cultural. Hay que disfrutar de una sociedad que puede ser plural para no estar siempre en la rutina misma de nuestras tareas. Es un don de Dios.

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