viernes, 22 de abril de 2016
Repasando el Catecismo (X)
Las apariciones del Resucitado
641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf.Jn 19, 31. 42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles —y a Pedro en particular— en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los Apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y de los que la mayor parte aún vivían entre ellos. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los Apóstoles (cf. 1 Co15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació —bajo la acción de la gracia divina— de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
Recogida de firmas para que se quede D. Fulano. Por Jorge Glez. Guadalix
Me contaba hace algún tiempo un buen amigo que en su parroquia habían recogido firmas en apoyo a un sacerdote y pidiendo que se revocara su traslado a otro destino pastoral. Se mostraba orgulloso por lo que, según él, era una muestra de la valía del sacerdote, de su buena labor en la parroquia, y del afecto de la gente.
Lo que no se imaginaba mi amigo era que un servidor, en lugar de abundar en sus tesis, sacara justo la conclusión contraria. Si se recogen firmas para que un sacerdote no sea trasladado, eso significa que no se ha entendido lo que es el ministerio, que no se ha hecho comprender a la gente en qué consiste la labor del pastor como colaborador del obispo y además, y sobre todo, que el cura en cuestión es un cantamañanas con ganas de incordiar.
La gente está intoxicada de programas de televisión, por eso no es de extrañar que ante la marcha de un sacerdote de la parroquia surjan personas de buena voluntad que no tengan mejor ocurrencia que recoger firmas y llamar a los de la tele. Me pasó en mi último traslado: “si estás bien, y nosotros contigo, ¿por qué te cambian? ¿No se pueden recoger firmas?” Mi respuesta: “si se os ocurre hacer una cosa así, mañana me voy y no vuelvo a pisar el pueblo”.
El ministerio sacerdotal no puede entenderse si no es desde la colaboración con el obispo. Es el obispo quien tiene encomendado el cuidado pastoral de la diócesis y es él quien va tomando las decisiones más oportunas buscando el bien de las personas y el mejor servicio de los sacerdotes. Ya no existe eso tan antiguo de “parroquias en propiedad” ni nada semejante. Uno está para servir allá donde su obispo vea más oportuno. Ahora toca aquí, y mañana puede ser que en la otra punta por las razones más diversas. ¿Dónde está el problema?
Hay que enseñar a los fieles que el obispo se encarga de apacentar a su rebaño, que tomará las determinaciones más convenientes, y que bajo ningún concepto pueden pensar que nadie anda clon intención de fastidiar, hacer daño y cargarse la fe de nadie, más bien todo lo contrario. También hay que saber explicar que la diócesis es algo mucho más amplio que mi pueblo, mi parroquia o mi barrio, que es algo de todos y que entre todos hay que colaborar. A partir de ahí, agradecidos al sacerdote que se fue, y agradecidos al que viene.
¿Y por qué llamo cantamañanas al cura que acepta eso de las firmas? Es sencillo de comprender. Una recogida de firmas, seamos claros, no vale para nada. Apañados estábamos si hubiera que pastorear la diócesis a golpe de firmas vecinales. La recogida de firmas lo que produce es animadversión contra el pastor (fíjate, llevarse a D. Fulano), desconfianza hacia los compañeros (seguro que le han hecho la vida imposible), división entre los fieles (este no firma porque no quería a D. Mengánez) y siempre mal ambiente. No digamos lo que es de cara al cura que llega, que para algunos podría ser el usurpador.
Los sacerdotes vamos y venimos. Es lo normal. Son las exigencias corrientes de la vida diocesana. D. Fulano se va a tal parroquia porque allí necesitamos un sacerdote que…, o va a tal otra porque lleva muchos años en esta y es bueno para todos un cambio, o a aquella por tal razón. Por cierto, hay razones que tampoco es fácil decir a los fieles.
¿Firmas? Nunca, por favor. Y si un sacerdote se deja querer así, y consiente en ellas, que me perdone, pero no es un sacerdote, es un cantamañanas. Si tiene problemas con el cambio, que lo hable con su obispo, pero que no encizañe a la gente.
sábado, 16 de abril de 2016
Repasando el Catecismo (IX)
El estado de la humanidad resucitada de Cristo
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).
La misericordia de Dios sabe esperar nuestra conversión. Dios es paciente
Parece que a algunos obispos les ha entrado una prisa incomprensible. Dicen, según parece, algunos obispos, que Dios no puede esperar - que su misericordia es algo así como un resorte automático - No lo creo.
Hace unos años, en este mismo blog, publiqué una entrada que titulaba “La paciencia de Dios". Hoy lo he vuelto a leer, ese texto, y me sigue convenciendo:
“Dios se revela como moderado, indulgente, dando lugar tras el pecado al arrepentimiento: “Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres” (Sab 12,18). El poder de Dios se relaciona en este texto con su clemencia y con nuestra esperanza: “diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento” (Sab 12,19).
Santo Tomás de Aquino señala, en un Comentario de la Epístola a los Efesios, cuatro razones de la misericordia divina en relación con nosotros: Dios nos dio el ser; nos hizo a imagen suya y capaces de su felicidad; reparó la quiebra del hombre corrompido por el pecado y entregó a su propio Hijo para que nos salváramos. El poder que manifiesta su obra creadora y redentora expresa, asimismo, su clemencia y misericordia, su “excesivo amor” (Ef 2,4).
La paciencia de Dios sabe esperar el momento de la siega para separar el trigo de la cizaña (cf Mt 13,24-30). Junto a la buena semilla que Cristo planta en el campo del mundo crece también la cizaña. La paciencia de Dios permite incluso actuar a su enemigo, que siembra la cizaña en medio del trigo. Nuestro papel es atajar, en la medida de lo posible, la cizaña pero sin usurpar el papel de Dios. Solo a Él le corresponde el juicio definitivo, no a nosotros.
La comunidad cristiana no es ni puede ser una secta de puros y de iluminados. Esa tentación sectaria, proclive a un ascetismo extremo, no ha estado nunca ausente del todo en la historia del cristianismo. La preocupación de cada uno de nosotros ha de ser dar buen fruto, ser buen trigo, apartando de nuestro corazón todo lo que pueda ser cizaña, sabiendo esperar nuestra propia conversión y la conversión de los otros.
La Iglesia es santa, porque está unida a Cristo y es santificada por Él, aunque en sus miembros – en nosotros que aún peregrinamos por este mundo - esta santidad esté todavía por alcanzar. No podemos, pues, extrañarnos de que la Iglesia abrace en su seno a los pecadores: “En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos” (Catecismo 827).
La presencia del mal en el mundo y en el interior de la Iglesia no ha de llevarnos a dudar de la eficacia del Evangelio, sino a esperar y a confiar en el poder de Dios. No todo tenemos que hacerlo nosotros con nuestras solas fuerzas. Nosotros debemos hacer lo que podamos sabiendo que todo, al final, está en manos de Dios; que a Él, en última instancia, le corresponde establecer la justicia.
San Pablo en la Carta a los Romanos dice que “los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará” (Rom 8,18). Debemos permanecer unidos a Cristo y ejercitar, como Él, la paciencia (cf Rom 3,25-26). San Gregorio Magno enseña que la virtud de la paciencia “es la raíz y defensa de todas las virtudes”: “La paciencia consiste en tolerar los males ajenos con ánimo tranquilo, y en no tener ningún resentimiento con el que nos los causa”.
Que Dios, rico en misericordia, nos dé su gracia para que en nuestras vidas la semilla del Evangelio fructifique de modo abundante y que nos otorgue también los dones de la paciencia y de la esperanza".
Guillermo Juan Morado.
El arzobispo de Oviedo comienza en La Fresneda la primera visita pastoral al arciprestazgo de Siero desde la iniciada en Llanera en el año 2000
La Fresneda (Siero), Lucas BLANCO El Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, trató ayer de revestir de normalidad su visita a la parroquia de La Fresneda para inaugurar la primera visita pastoral al arciprestazgo de Siero, de la que dijo, hablando de sí mismo en primera persona, que "no es una visita de alguien extraño". Sanz apostó por que el recorrido que le llevará por numerosas parroquias de la zona en los próximos meses suponga un aprovechamiento recíproco para él y para los feligreses.
Para dar más énfasis a su mensaje de proximidad a los más de 200 fieles que asistieron a la misa de ayer en la localidad sierense, Sanz Montes utilizó varios símiles llamativos. "Esta no es una visita del fiscal que viene a registrar, ni del gendarme que viene a multar, ni mucho menos del ladrón que viene a llevarse lo que no es suyo", indicó el prelado durante su intervención.
Por otro lado, aprovechó su homilía para abordar los miedos de los fieles a las desgracias y puso como ejemplo el fallecimiento del bombero Eloy Palacio mientras trabajaba en la extinción del incendio en un edificio en la calle Uría, así como el caso de otro bombero asturiano anónimo, aquejado por una enfermedad terminal. "¿Tenéis miedo? ¿hay algo que os asusta?", preguntó el Arzobispo para después señalar que una característica única de los cristianos es tener a Dios como compañero ante la adversidad. Por ello, instó a los presentes a recordar en los malos momentos el testimonio de Jesús recogido en los evangelios en el que señala: "Soy yo, no tengas miedo".
Por su parte, el arcipreste de Siero, José Julio Velasco, tomó la palabra para resaltar que entre los objetivos de la visita pastoral iniciada mañana está "el encuentro, cercanía y diálogo con los fieles" y confesó su "agradecimiento sincero" al Arzobispo por elegir el arciprestazgo.
La de ayer a La Fresneda fue la primera de las visitas que el Arzobispo realizará a 58 parroquias de los concejos de Bimenes, Nava, Siero, Noreña y Llanera hasta finales de año. Su próxima parada será El Berrón el día 1 de mayo y, tras pasarse por varias parroquias, realizará un paréntesis durante julio y agosto para retomar su gira en septiembre.
De momento, el primer encuentro sirvió para demostrar la buena coordinación entre las diferentes parroquias, pues incluso se fletaron un par de autobuses para acudir a la jornada inaugural y la misa contó con el acompañamiento de un coro parroquial reforzado para la ocasión con miembros de las parroquias de San Pedro de Pola de Siero y Llanera. Una muestra de que los fieles están muy involucrados con una visita cuyo precedente más inmediato se inició en Llanera en el año 2000, siendo arzobispo Gabino Díaz Merchán.
sábado, 9 de abril de 2016
Repasando el Catecismo (VIII)
Sentido y alcance salvífico de la Resurrección
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1 Co 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.
652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf.Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc24, 6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. DS 150) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.
653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. Él había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros [...] al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: "Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy"» (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2, 7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificaciónque nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos [...] así también nosotros vivamos una nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1 P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo —y el propio Cristo resucitado— es principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron [...] del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En Él los cristianos "saborean [...] los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. Col 3, 1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5, 15).
"Bendito el que viene en el nombre del Señor"
Después de habernos reunido los sacerdotes y el Consejo Pastoral Arciprestal con nuestro Arzobispo, el próximo día 9 a las 12 del mediodía, en la parroquia de Santa María de la Fresneda, con una eucaristía solemne, dará comienzo, oficialmente, la Visita Pastoral de Fr. Jesús a nuestro Arciprestazgo de Siero.
Quiero expresarle a nuestro Arzobispo Fr. Jesús, en nombre de todos los sacerdotes, religiosos/as y laicos del nuestro arciprestazgo de Siero el agradecimiento por su Visita Pastoral en el Año Jubilar de la Misericiordia; le damos la bienvenida y le abrimos nuestros corazones. Visitará un arciprestazgo con 20 sacerdotes, 75.600 habitantes, 7 municipios (Siero, Llanera, Noreña, Sariego, Bimenes, Nava y Las Regueras) con 4 zonas pastorales (Siero, Noreña, Nava y Llanera) y 58 parroquias.
La Visita Pastoral nos brinda la “oportunidad para el encuentro, la cercanía y el diálogo del obispo con sus fieles” (Pastores Gregis, 46). No es un acto protocolario, se trata de la visita del Pastor, quiere conocernos y que le conozcamos; saber cómo estamos; cuales son nuestros logros y nuestras dificultades. Él llama a nuestra puerta y nosotros le recibimos de corazón, con alegría, fe y esperanza. A esto nos ayudará el revisar la situación real de nuestras comunidades parroquiales: ¿Quiénes somos? ¿qué hacemos? y ¿cómo estamos?, pero sobre todo nos ayudará el rezar juntos y el ir creando en nuestro interior esas actitudes que manifiesten nuestra comunión eclesial.
Su visita es para este arciprestazgo un acontecimiento de gracia; es el Señor quien nos visita y se acerca a nosotros en la persona de nuestro Arzobispo, manifestándonos de este modo la riqueza de su amor. Somos conscientes de ello y por lo mismo no podemos menos que recibirle manifestando con fe viva : ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
La Visita Pastoral es una oportunidad privilegiada por medio de la cual el Señor, a través de nuestro Arzobispo nos manifiesta su caridad pastoral hablándonos al corazón, dándonos aliento y ánimo en medio de las pruebas, cansancios y dificultades, confirmándonos en la fe.
Su presencia, ayudará a que nuestras parroquias se conviertan, cada vez más, en “casas y escuelas de oración”. Con su visita nos ayudará a revisar nuestra vida cristiana y nuestra acción pastoral, para convertirnos al Señor y ser cada día más fieles al Evangelio.
La Visita Pastoral es para todos nosotros un estímulo, un despertar, una llamada a una conciencia para tomar más en serio nuestro Plan Pastoral Diocesano “La Ciudad se llenó de alegría”.
En las manos de la Santina de Covadonga ponemos nuestros proyectos pastorales confiando en que la Visita Pastoral depare frutos abundantes para nuestro arciprestazgo y por ello a la Iglesia de Asturias.
Con gozo Pascual le esperamos Fr. Jesús.
José Julio Velasco Bolaño,
Arcipreste de Siero
sábado, 2 de abril de 2016
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