lunes, 19 de marzo de 2018
sábado, 17 de marzo de 2018
Repasando el Catecismo
V. Las autoridades en la sociedad civil
2234 El cuarto mandamiento de Dios nos ordena también honrar a todos los que, para nuestro bien, han recibido de Dios una autoridad en la sociedad. Este mandamiento determina tanto los deberes de quienes ejercen la autoridad como los de quienes están sometidos a ella.
Deberes de las autoridades civiles
2235 Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo” (Mt 20, 26). El ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural.
2236 El ejercicio de la autoridad ha de manifestar una justa jerarquía de valores con el fin de facilitar el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad de todos. Los superiores deben ejercer la justicia distributiva con sabiduría, teniendo en cuenta las necesidades y la contribución de cada uno y atendiendo a la concordia y la paz. Deben velar porque las normas y disposiciones que establezcan no induzcan a tentación oponiendo el interés personal al de la comunidad (cf CA25).
2237 El poder político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la persona humana. Y a administrar humanamente justicia en el respeto al derecho de cada uno, especialmente el de las familias y de los desheredados.
Los derechos políticos inherentes a la ciudadanía pueden y deben ser concedidos según las exigencias del bien común. No pueden ser suspendidos por la autoridad sin motivo legítimo y proporcionado. El ejercicio de los derechos políticos está destinado al bien común de la nación y de toda la comunidad humana.
2234 El cuarto mandamiento de Dios nos ordena también honrar a todos los que, para nuestro bien, han recibido de Dios una autoridad en la sociedad. Este mandamiento determina tanto los deberes de quienes ejercen la autoridad como los de quienes están sometidos a ella.
Deberes de las autoridades civiles
2235 Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo” (Mt 20, 26). El ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural.
2236 El ejercicio de la autoridad ha de manifestar una justa jerarquía de valores con el fin de facilitar el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad de todos. Los superiores deben ejercer la justicia distributiva con sabiduría, teniendo en cuenta las necesidades y la contribución de cada uno y atendiendo a la concordia y la paz. Deben velar porque las normas y disposiciones que establezcan no induzcan a tentación oponiendo el interés personal al de la comunidad (cf CA25).
2237 El poder político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la persona humana. Y a administrar humanamente justicia en el respeto al derecho de cada uno, especialmente el de las familias y de los desheredados.
Los derechos políticos inherentes a la ciudadanía pueden y deben ser concedidos según las exigencias del bien común. No pueden ser suspendidos por la autoridad sin motivo legítimo y proporcionado. El ejercicio de los derechos políticos está destinado al bien común de la nación y de toda la comunidad humana.
La soledad del duelo incomprendido
(iglesia de Asturias) Si a alguien le preguntan: “¿Qué es lo peor que podría pasarte?” una de las respuestas más probables sería “perder a mi hijo”. Y es que ver morir a un hijo entra dentro de los supuestos más dolorosos que unos padres se puedan plantear. El ciclo de la vida natural presupone que un padre muere anciano cuando el hijo es maduro y autosuficiente para continuar con su vida a pesar del dolor. La realidad no siempre transcurre por estos derroteros, desgraciadamente, pero es el planteamiento inicial para todos.
De la misma manera, cuando unos padres pierden a su hijo que aún no ha nacido, por accidente, aborto espontáneo o enfermedad, han de vivir un duelo, exactamente igual que si su hijo hubiera estado fuera del útero materno, y es un duelo que lleva su tiempo, no puede actuarse como si nada hubiera pasado, y mantendrá una herida que nunca se cerrará, aunque se aprenda a vivir con ella.
A ese dolor se le suma en numerosas ocasiones el sentimiento de culpa de una madre que se ha visto obligada a abortar, y lo ha hecho, en ese momento, conscientemente, ante un caleidoscopio de circunstancias que no han de entrarse a juzgar.
“Pero ¿no era lo que querías?”
Aunque no está recogido en el elenco de enfermedades como tal, son muchos los médicos y psiquiatras que hablan del conocido como “síndrome post aborto”, como un “cuadro ansioso depresivo, reactivo a una realidad” como es el aborto en sí mismo. Al igual que las madres que han sufrido un aborto espontáneo, el dolor de las que lo provocaron está ahí, y más tarde o más temprano surge, a veces camuflado entre otras problemáticas, o directamente, siendo conscientes de que hay un duelo enquistado que no se ha podido expresar. Porque al dolor del hijo que no ha nacido, se le une una tremenda soledad. La mujer que ha abortado voluntariamente y expresa su pesar por ello, recibe generalmente respuestas del tipo “tú lo decidiste”, “pero ¿no era lo que querías?”, quedándose sin apoyos y sin comprensión por parte de su entorno.
De ello pueden dar fe las personas vinculadas al Proyecto Raquel. Una iniciativa que surgió hace décadas en Estados Unidos, y que desde hace unos años, con el impulso de la Conferencia Episcopal Española, se encuentra implantándose en las diferentes diócesis, coordinados por la Asociación de Fieles, con sede en Madrid, Spei Mater. Actualmente, en la diócesis, se encuentra dentro del Centro de Orientación Familiar (COF).
“Proyecto Raquel no es una terapia psicológica: es un camino de sanación para mujeres que sufren el síndrome post aborto y que se acercan hasta nosotros buscando ayuda. En este proceso, acompañamos a la mujer, pero tan solo somos un mero instrumento en manos de Dios; es Jesús quien viene como sanador de esa herida, desde la misericordia. Como dice el Papa Francisco, la Iglesia es un hospital de campaña que “sale” a curar a los heridos”. Son palabras de Inmaculada Fernández, coordinadora en la diócesis del Proyecto Raquel, que se puso en marcha en Asturias precisamente a lo largo del Año de la Misericordia, y que lleva funcionando varios meses, tras un año de intensa formación en la que se involucraron unas treinta personas, entre sacerdotes, médicos y psicólogos.
Las mujeres que acuden al Proyecto Raquel llegan desde diversas vías. “No es algo fácil –reconoce Inmaculada–. La herida de un aborto provocado es muy profunda, y para poder sanarla hay que andar en verdad. Para empezar un proceso de sanación se tiene que reconocer que hay un problema, y a veces empiezas a abrir la herida y duele mucho y hay miedos”.
Inmaculada ha pasado años colaborando en lo que en el ámbito provida se conoce como “rescate”, dentro de la Asociación Mar (Madres Asturianas en Riesgo). Mediante un teléfono de contacto que se puede localizar en internet, cientos de mujeres embarazadas se han puesto en contacto desde hace más de diez años con aquella asociación para buscar una ayuda, ante la duda de si abortar o no. Desde la Asociación procuraban ofrecerles alternativas, ayudándolas a que pudieran tener a su hijo. De entre todas las llamadas, más de una vez escuchó el mismo argumento: “no quiero volver a hacerlo”. “Tras un aborto, muchas mujeres, aún en situaciones desfavorables, eran conscientes de lo que suponía deshacerse de otro hijo más –afirma Inmaculada–. Y es que el síndrome post aborto se reconoce ante síntomas como la ansiedad, las pesadillas, el miedo, la culpa, la depresión, y trastornos como la bulimia o la anorexia esconden a veces un aborto, como una forma de autocastigarse”.
Actualmente, Inmaculada ha tenido que dejar la asociación para hacerse cargo del Proyecto Raquel. “Me costó mucho trabajo, pues llevaba muchos años muy metida en el tema de rescates, pero lo recé y pensé: esto no lo busqué, si me lo piden, será voluntad de Dios”.
Una pastoral sin nombres
“El Proyecto Raquel es una pastoral en la que no se llevan archivos, ni nombres, ni datos, es absolutamente discreta –destaca Inmaculada–. Y junto a los acompañantes, formados mediante un curso durante un año y con una vocación muy concreta, se trabaja en colaboración con un sacerdote –porque hay un momento del proceso en el que se invita a hacer una confesión, que es bueno que se haga en el momento oportuno, ni antes ni después–, y también con psicólogos y con psiquiatras, porque a veces se puede detectar que puede hacer falta ayuda psicológica, o incluso psiquiátrica, si hay una depresión”. Ésta es una de las principales características del Proyecto Raquel, y el motivo por el que surgió, precisamente, hace décadas, en Estados Unidos, al darse cuenta un sacerdote de que muchas mujeres acudían a él buscando sanar la herida de un aborto provocado, y él caer en la cuenta de que la ayuda necesitaba ser abordada desde diferentes perspectivas. Ante ese momento del camino, en el que la mujer acude al sacramento de la confesión, el Delegado de Pastoral Familiar en la diócesis, José Luis Pascual, afirma que “he podido comprobar que se trata de un sacramento de sanación, que cura verdaderamente. Y lo he visto con tal claridad, que resulta muy edificante como sacerdote”.
La Iglesia, en este sentido, ha comprendido que debe situarse al lado de las personas que sufren, en este caso las mujeres que han abortado, sin juzgar, acompañándolas y ayudándolas en un proceso en el que puedan superar su dolor. “No se sabe acompañar a estas mujeres porque en el fondo, no nos creemos que cuando se concibe un hijo, Dios infunde el alma a ese bebé y es desde el primer momento un ser humano. Como no lo vemos, porque sucede dentro del vientre materno, nos cuesta creerlo –afirma Inmaculada- pero la mamá sí que lo siente. Te dicen “no es el momento de ser madre”; “no son más que unas células”, y todo ello cuando la mujer ha de decidir rápidamente, en un carrusel de sentimientos, de ansiedades y de miedos en el que no puedes decidir con claridad. El mundo te invita a que te quites de en medio el problema, pero luego, cuando ya estás herida, te niega tu propio dolor: “eso son paranoias tuyas”. Pero ese hijo tenía una dignidad, era único e irrepetible. La mujer se queda totalmente sola e incomprendida. Hay que acompañarla en el duelo”.
De la misma manera, cuando unos padres pierden a su hijo que aún no ha nacido, por accidente, aborto espontáneo o enfermedad, han de vivir un duelo, exactamente igual que si su hijo hubiera estado fuera del útero materno, y es un duelo que lleva su tiempo, no puede actuarse como si nada hubiera pasado, y mantendrá una herida que nunca se cerrará, aunque se aprenda a vivir con ella.
A ese dolor se le suma en numerosas ocasiones el sentimiento de culpa de una madre que se ha visto obligada a abortar, y lo ha hecho, en ese momento, conscientemente, ante un caleidoscopio de circunstancias que no han de entrarse a juzgar.
“Pero ¿no era lo que querías?”
Aunque no está recogido en el elenco de enfermedades como tal, son muchos los médicos y psiquiatras que hablan del conocido como “síndrome post aborto”, como un “cuadro ansioso depresivo, reactivo a una realidad” como es el aborto en sí mismo. Al igual que las madres que han sufrido un aborto espontáneo, el dolor de las que lo provocaron está ahí, y más tarde o más temprano surge, a veces camuflado entre otras problemáticas, o directamente, siendo conscientes de que hay un duelo enquistado que no se ha podido expresar. Porque al dolor del hijo que no ha nacido, se le une una tremenda soledad. La mujer que ha abortado voluntariamente y expresa su pesar por ello, recibe generalmente respuestas del tipo “tú lo decidiste”, “pero ¿no era lo que querías?”, quedándose sin apoyos y sin comprensión por parte de su entorno.
De ello pueden dar fe las personas vinculadas al Proyecto Raquel. Una iniciativa que surgió hace décadas en Estados Unidos, y que desde hace unos años, con el impulso de la Conferencia Episcopal Española, se encuentra implantándose en las diferentes diócesis, coordinados por la Asociación de Fieles, con sede en Madrid, Spei Mater. Actualmente, en la diócesis, se encuentra dentro del Centro de Orientación Familiar (COF).
“Proyecto Raquel no es una terapia psicológica: es un camino de sanación para mujeres que sufren el síndrome post aborto y que se acercan hasta nosotros buscando ayuda. En este proceso, acompañamos a la mujer, pero tan solo somos un mero instrumento en manos de Dios; es Jesús quien viene como sanador de esa herida, desde la misericordia. Como dice el Papa Francisco, la Iglesia es un hospital de campaña que “sale” a curar a los heridos”. Son palabras de Inmaculada Fernández, coordinadora en la diócesis del Proyecto Raquel, que se puso en marcha en Asturias precisamente a lo largo del Año de la Misericordia, y que lleva funcionando varios meses, tras un año de intensa formación en la que se involucraron unas treinta personas, entre sacerdotes, médicos y psicólogos.
Las mujeres que acuden al Proyecto Raquel llegan desde diversas vías. “No es algo fácil –reconoce Inmaculada–. La herida de un aborto provocado es muy profunda, y para poder sanarla hay que andar en verdad. Para empezar un proceso de sanación se tiene que reconocer que hay un problema, y a veces empiezas a abrir la herida y duele mucho y hay miedos”.
Inmaculada ha pasado años colaborando en lo que en el ámbito provida se conoce como “rescate”, dentro de la Asociación Mar (Madres Asturianas en Riesgo). Mediante un teléfono de contacto que se puede localizar en internet, cientos de mujeres embarazadas se han puesto en contacto desde hace más de diez años con aquella asociación para buscar una ayuda, ante la duda de si abortar o no. Desde la Asociación procuraban ofrecerles alternativas, ayudándolas a que pudieran tener a su hijo. De entre todas las llamadas, más de una vez escuchó el mismo argumento: “no quiero volver a hacerlo”. “Tras un aborto, muchas mujeres, aún en situaciones desfavorables, eran conscientes de lo que suponía deshacerse de otro hijo más –afirma Inmaculada–. Y es que el síndrome post aborto se reconoce ante síntomas como la ansiedad, las pesadillas, el miedo, la culpa, la depresión, y trastornos como la bulimia o la anorexia esconden a veces un aborto, como una forma de autocastigarse”.
Actualmente, Inmaculada ha tenido que dejar la asociación para hacerse cargo del Proyecto Raquel. “Me costó mucho trabajo, pues llevaba muchos años muy metida en el tema de rescates, pero lo recé y pensé: esto no lo busqué, si me lo piden, será voluntad de Dios”.
“El Proyecto Raquel es una pastoral en la que no se llevan archivos, ni nombres, ni datos, es absolutamente discreta –destaca Inmaculada–. Y junto a los acompañantes, formados mediante un curso durante un año y con una vocación muy concreta, se trabaja en colaboración con un sacerdote –porque hay un momento del proceso en el que se invita a hacer una confesión, que es bueno que se haga en el momento oportuno, ni antes ni después–, y también con psicólogos y con psiquiatras, porque a veces se puede detectar que puede hacer falta ayuda psicológica, o incluso psiquiátrica, si hay una depresión”. Ésta es una de las principales características del Proyecto Raquel, y el motivo por el que surgió, precisamente, hace décadas, en Estados Unidos, al darse cuenta un sacerdote de que muchas mujeres acudían a él buscando sanar la herida de un aborto provocado, y él caer en la cuenta de que la ayuda necesitaba ser abordada desde diferentes perspectivas. Ante ese momento del camino, en el que la mujer acude al sacramento de la confesión, el Delegado de Pastoral Familiar en la diócesis, José Luis Pascual, afirma que “he podido comprobar que se trata de un sacramento de sanación, que cura verdaderamente. Y lo he visto con tal claridad, que resulta muy edificante como sacerdote”.
La Iglesia, en este sentido, ha comprendido que debe situarse al lado de las personas que sufren, en este caso las mujeres que han abortado, sin juzgar, acompañándolas y ayudándolas en un proceso en el que puedan superar su dolor. “No se sabe acompañar a estas mujeres porque en el fondo, no nos creemos que cuando se concibe un hijo, Dios infunde el alma a ese bebé y es desde el primer momento un ser humano. Como no lo vemos, porque sucede dentro del vientre materno, nos cuesta creerlo –afirma Inmaculada- pero la mamá sí que lo siente. Te dicen “no es el momento de ser madre”; “no son más que unas células”, y todo ello cuando la mujer ha de decidir rápidamente, en un carrusel de sentimientos, de ansiedades y de miedos en el que no puedes decidir con claridad. El mundo te invita a que te quites de en medio el problema, pero luego, cuando ya estás herida, te niega tu propio dolor: “eso son paranoias tuyas”. Pero ese hijo tenía una dignidad, era único e irrepetible. La mujer se queda totalmente sola e incomprendida. Hay que acompañarla en el duelo”.
¿Cómo es la oración cristiana, según el Papa? Tiene tres rasgos: libertad, esperanza y valentía
(Rel.) Orar con valentía, orar con esperanza paciente y con libertad: esas son las tres características propias de la oración auténticamente cristiana, explicó el Papa Francisco en su homilía matinal de este jueves 15 de marzo en la Casa Santa Marta, en el Vaticano.
El Papa analizaba la lectura del Libro del Éxodo en la que Moisés y Dios conversan sobre la apostasía del pueblo de Israel.
Moisés trata de interceder ante Dios por su pueblo, que “abandonó la gloria del Dios vivo para adorar a un becerro de oro”. Moisés ora ante Dios “sin vender su conciencia. Y esto le gusta a Dios. Cuando Dios ve un alma, una persona que reza y reza y reza por cualquier cosa, Él se conmueve”.
La actitud de Moisés es de sinceridad, “nada de tangentes. Yo estoy con el pueblo. Y estoy contigo. Esta es la oración de intercesión: una oración que argumenta, que tiene la valentía de hablar a la cara al Señor, que es paciente”.
Si prometes oración, no basta un padrenuestro
“En la oración de intercesión es necesaria la paciencia: nosotros no podemos prometer a alguien que rezaremos por él y luego terminar la cosa con un Padre Nuestro y un Avemaría y adelante. No. Si tú dices que vas a rezar por otro, debes avanzar por este camino. Se necesita paciencia”.
El Papa insistió: “Para la oración de intercesión se necesitan dos cosas: valentía y paciencia. Si yo quiero que el Señor escuche aquello que le pido, debo avanzar, avanzar y avanzar, llamar a la puerta, y llamar al corazón de Dios. ¡Pero porque mi corazón se encuentra comprometido con ello! Si mi corazón no se compromete con esa necesidad, con aquella persona por la que debo rezar, no seré capaz ni de la valentía ni de la paciencia”.
Rezar con insistencia y paciencia
El Santo Padre finalizó la homilía pidiendo “que el Señor nos conceda esta gracia. La gracia de rezar delante de Dios con libertad, como hijos. De rezar con insistencia, de rezar con paciencia. Pero, sobre todo, de rezar sabiendo que hablo con mi Padre, y mi Padre me escuchará”.
sábado, 10 de marzo de 2018
Repasando el Catecismo
2232 Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo crece hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús (cf Mt 16, 25): “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37).
2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: “El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 49).
Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.
2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: “El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 49).
Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.
Ayuda a la Iglesia Necesitada organiza un Vía Crucis en Covadonga
(Iglesia de Asturias)
Ayuda a la Iglesia Necesitada organiza mañana viernes, en la Basílica de Covadonga, un Vía Crucis por los cristianos perseguidos en el mundo. Será a las cinco y media de la tarde, presidida por el canónigo José Juan Hernández.
En él, cada estación corresponderá a una historia de un cristiano o grupo de cristianos que llevan la cruz como Jesús, para así experimentar la comunión con nuestros hermanos, rezar por ellos, y aprender de ellos a vivir la fe bajo cualquier circunstancia adversa.
Fundamentación cristiana del Noviazgo. Por Pedro Trevijano
En estos momentos, en que en nuestra Sociedad y en nuestras leyes impera la ideología de género, que cuenta con el beneplácito de la inmensa mayoría de las clase política y los partidos, así como de casi todos los medios importantes de comunicación social, Está claro que esta ideología relativista, anticatólica y diabólica, que no distingue entre lo lícito y lo ilícito, lo bueno y lo malo, lo normal y lo anormal, y además pretende destruir el matrimonio y la familia, no es la adecuada a la hora de contraer matrimonio, y menos matrimonio cristiano, y es que a todo manipulador, y especialmente al demonio, le estorba la familia.
En cambio en el noviazgo auténticamente cristiano es muy conveniente la presencia de Cristo haciendo que sea un tiempo de oración y de gracia en el que se frecuenten los sacramentos y se viva una vida verdaderamente religiosa, teniendo ideas claras sobre lo que está bien y lo que está mal. Una fe religiosa fuerte que oriente de verdad la vida indiscutiblemente une a la pareja y les ayuda a cumplir a cumplir sus compromisos y obligaciones, promover los valores espirituales y combatir las inclinaciones pecaminosas. La castidad es la mejor preparación para el matrimonio y para su vivencia cristiana, y es que «según la visión cristiana, la castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverla hacia su realización plena» (Exhortación de san Juan Pablo II «Familiaris Consortio» nº 33). Y es que la castidad protege y desarrolla el amor y supone el dominio de la sexualidad por la recta razón.
Para preparar un buen matrimonio es necesario educar y afianzar el carácter, así como cultivar esas formas de amor y ternura adecuadas para una relación que todavía es provisional. Es preciso ser veraz, no despertando falsas expectativas ni hacer promesas que no podrán cumplirse, lo que incluye también algunas expresiones de afecto, que podrían ser mal entendidas. Además, estos signos de amor a menudo no se hacen por el solo amor, sino por motivos también sensuales. Entonces son mayores los peligros del egoísmo y búsqueda de sí mismo. Los novios que se portan como verdaderos cristianos, ciertamente hoy una minoría, pero no casos raros, resuelven de común acuerdo y con toda claridad respetarse mutuamente la intimidad de sus cuerpos, hasta que Dios manifieste su voluntad con el sacramento. Pero es muy conveniente que esta decisión de posponer la entrega sexual hasta después del matrimonio sea concordada por ellos, a fin de poner los medios pertinentes para que así ocurra, tanto más que si ambos saben lo que pretenden y tienen objetivos comunes, les será más fácil conseguirlo. Y si ocurre algún desliz, el verdadero amor cristiano se mostrará exhortándose y ayudándose al arrepentimiento y a una mayor cautela.
Con el dominio personal, que es la base de la propia libertad, que consiste en saber mandar en sí mismo, crece el respeto recíproco, que es el presupuesto más importante para una futura donación matrimonial. Es indudable que la castidad prematrimonial no es idéntica a la castidad monacal. El noviazgo es una preparación y un aprendizaje del amor matrimonial, que se expresa a través del lenguaje sexual. En este tiempo se debe aprender desde la consideración mutua a integrar todos los elementos de la sexualidad y darle su sentido humano y cristiano. El límite en el que la ternura se hace juego sexual varía de pareja a pareja y cada pareja debe buscarlo en el juicio honrado de su conciencia, preocupándose sobre todo en cómo alcanzar el fin de una preparación amplia y humana al matrimonio.
Amor, libertad (no libertinaje) y responsabilidad han de ser las cualidades esenciales del noviazgo, debiendo nosotros los sacerdotes educar y fomentar la responsabilidad personal, evitando cuidadosamente en nuestras intervenciones el convertirnos en dictadores del noviazgo. Y cuando hablamos de libertad no nos olvidemos de que el noviazgo es una relación temporal que puede terminar de dos maneras: 1) por ruptura entre ambos, para la que basta que cualquiera de ellos piense sería un error dar el paso hacia el matrimonio; 2) por matrimonio, cuando se da el paso y se transforma en definitivo lo que hasta ese momento sólo era provisional.
La Iglesia debe, mediante su ayuda y consejo, contribuir a crear los presupuestos necesarios para el futuro éxito de los matrimonios jóvenes y para su maduración en etapas ulteriores de la vida. Son muchos los novios que consideran su noviazgo como un verdadero itinerario de fe, preparándose con seriedad al matrimonio y tratando de darle un verdadero sentido cristiano, pues son conscientes de que Dios es el creador e inventor del amor, y por tanto el que los dos se quieran ya es una gracia de Dios y el que busquen, tanto individualmente como en pareja la presencia de Dios en sus vidas, contribuye indiscutiblemente a mejorar la calidad de su amor, sin olvidar la mutua relación y apoyo que hay entre el amor a Dios y al prójimo. Es indudable que el éxito de un matrimonio depende en gran medida de los fundamentos en que se basa. Allí donde estos fundamentos son considerar al matrimonio como una verdadera vocación divina, allí donde hay vida familiar cristiana, fe y castidad, allí está presente esa realidad que es un sacramento y cuyas consecuencias son la bendición de Dios y los buenos frutos. Por ello, el servicio propio de la Iglesia habrá de consistir en capacitar a los jóvenes para el amor a partir de la fe. La iniciación y ejercitación en la fe es la mejor preparación para el matrimonio que la Iglesia puede proporcionar.
En cambio en el noviazgo auténticamente cristiano es muy conveniente la presencia de Cristo haciendo que sea un tiempo de oración y de gracia en el que se frecuenten los sacramentos y se viva una vida verdaderamente religiosa, teniendo ideas claras sobre lo que está bien y lo que está mal. Una fe religiosa fuerte que oriente de verdad la vida indiscutiblemente une a la pareja y les ayuda a cumplir a cumplir sus compromisos y obligaciones, promover los valores espirituales y combatir las inclinaciones pecaminosas. La castidad es la mejor preparación para el matrimonio y para su vivencia cristiana, y es que «según la visión cristiana, la castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverla hacia su realización plena» (Exhortación de san Juan Pablo II «Familiaris Consortio» nº 33). Y es que la castidad protege y desarrolla el amor y supone el dominio de la sexualidad por la recta razón.
Para preparar un buen matrimonio es necesario educar y afianzar el carácter, así como cultivar esas formas de amor y ternura adecuadas para una relación que todavía es provisional. Es preciso ser veraz, no despertando falsas expectativas ni hacer promesas que no podrán cumplirse, lo que incluye también algunas expresiones de afecto, que podrían ser mal entendidas. Además, estos signos de amor a menudo no se hacen por el solo amor, sino por motivos también sensuales. Entonces son mayores los peligros del egoísmo y búsqueda de sí mismo. Los novios que se portan como verdaderos cristianos, ciertamente hoy una minoría, pero no casos raros, resuelven de común acuerdo y con toda claridad respetarse mutuamente la intimidad de sus cuerpos, hasta que Dios manifieste su voluntad con el sacramento. Pero es muy conveniente que esta decisión de posponer la entrega sexual hasta después del matrimonio sea concordada por ellos, a fin de poner los medios pertinentes para que así ocurra, tanto más que si ambos saben lo que pretenden y tienen objetivos comunes, les será más fácil conseguirlo. Y si ocurre algún desliz, el verdadero amor cristiano se mostrará exhortándose y ayudándose al arrepentimiento y a una mayor cautela.
Con el dominio personal, que es la base de la propia libertad, que consiste en saber mandar en sí mismo, crece el respeto recíproco, que es el presupuesto más importante para una futura donación matrimonial. Es indudable que la castidad prematrimonial no es idéntica a la castidad monacal. El noviazgo es una preparación y un aprendizaje del amor matrimonial, que se expresa a través del lenguaje sexual. En este tiempo se debe aprender desde la consideración mutua a integrar todos los elementos de la sexualidad y darle su sentido humano y cristiano. El límite en el que la ternura se hace juego sexual varía de pareja a pareja y cada pareja debe buscarlo en el juicio honrado de su conciencia, preocupándose sobre todo en cómo alcanzar el fin de una preparación amplia y humana al matrimonio.
Amor, libertad (no libertinaje) y responsabilidad han de ser las cualidades esenciales del noviazgo, debiendo nosotros los sacerdotes educar y fomentar la responsabilidad personal, evitando cuidadosamente en nuestras intervenciones el convertirnos en dictadores del noviazgo. Y cuando hablamos de libertad no nos olvidemos de que el noviazgo es una relación temporal que puede terminar de dos maneras: 1) por ruptura entre ambos, para la que basta que cualquiera de ellos piense sería un error dar el paso hacia el matrimonio; 2) por matrimonio, cuando se da el paso y se transforma en definitivo lo que hasta ese momento sólo era provisional.
La Iglesia debe, mediante su ayuda y consejo, contribuir a crear los presupuestos necesarios para el futuro éxito de los matrimonios jóvenes y para su maduración en etapas ulteriores de la vida. Son muchos los novios que consideran su noviazgo como un verdadero itinerario de fe, preparándose con seriedad al matrimonio y tratando de darle un verdadero sentido cristiano, pues son conscientes de que Dios es el creador e inventor del amor, y por tanto el que los dos se quieran ya es una gracia de Dios y el que busquen, tanto individualmente como en pareja la presencia de Dios en sus vidas, contribuye indiscutiblemente a mejorar la calidad de su amor, sin olvidar la mutua relación y apoyo que hay entre el amor a Dios y al prójimo. Es indudable que el éxito de un matrimonio depende en gran medida de los fundamentos en que se basa. Allí donde estos fundamentos son considerar al matrimonio como una verdadera vocación divina, allí donde hay vida familiar cristiana, fe y castidad, allí está presente esa realidad que es un sacramento y cuyas consecuencias son la bendición de Dios y los buenos frutos. Por ello, el servicio propio de la Iglesia habrá de consistir en capacitar a los jóvenes para el amor a partir de la fe. La iniciación y ejercitación en la fe es la mejor preparación para el matrimonio que la Iglesia puede proporcionar.
sábado, 3 de marzo de 2018
Repasando el Catecismo
2228 Durante la infancia, el respeto y el afecto de los padres se traducen ante todo en el cuidado y la atención que consagran para educar a sus hijos, y para proveer a sus necesidades físicas y espirituales. En el transcurso del crecimiento, el mismo respeto y la misma dedicación llevan a los padres a enseñar a sus hijos a usar rectamente de su razón y de su libertad.
2229. Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos (cf GE6). Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio.
2230 Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación de confianza con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Esta indispensable prudencia no impide, sino al contrario, ayudar a los hijos con consejos juiciosos, particularmente cuando éstos se proponen fundar un hogar.
2231 Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres, o sus hermanos y hermanas, para dedicarse más exclusivamente a una profesión o por otros motivos dignos. Estas personas pueden contribuir grandemente al bien de la familia humana.
2229. Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos (cf GE6). Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio.
2230 Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación de confianza con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Esta indispensable prudencia no impide, sino al contrario, ayudar a los hijos con consejos juiciosos, particularmente cuando éstos se proponen fundar un hogar.
2231 Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres, o sus hermanos y hermanas, para dedicarse más exclusivamente a una profesión o por otros motivos dignos. Estas personas pueden contribuir grandemente al bien de la familia humana.
Felipe VI venera la imagen del Cristo de Medinaceli
(Abc/Infocatólica) Era la primera vez que Don Felipe veneraba esta imagen como Rey, aunque ya lo había hecho en numerosas ocasiones a lo largo de su vida, primero como Infante de España y después como Príncipe de Asturias. En concreto, la de hoy ha sido su décima visita a Medinaceli, pero también la más emotiva.
Cuando Don Felipe entró en el templo, empezó a sonar el himno nacional entre aplausos y vivas. En su recorrido por el pasillo central, el Rey no paró de saludar a los fieles que aguardaban en los bancos y, al llegar ante la venerada talla, besó el pie izquierdo de Jesús de Medinaceli.
Después se santiguó, mantuvo unos minutos de recogimiento y pasó a la sacristía, donde se reunió con la comunidad y la junta de la Archicofradía. Fue entonces, cuando recibió el diploma y la medalla de esclavo de honor de la Real Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli, de la que es su protector. Y el Rey salió del templo con la medalla de esclavo colgando de su cuello.
Igual que ocurrió a la entrada, a la salida se repitieron las ovaciones y los aplausos. Mientras se oían los «¡Viva el Rey!», «¡Felipe, Felipe!» y «¡Viva España!», el Monarca se acercó a saludar al público que aguardaba tras las vallas, muchos de ellos desde la madrugada, para besar los pies a Jesús. Al ver a la multitud aclamándole, Don Felipe cruzó la acera para saludar a los fieles, y la gente le agradeció el gesto con nuevas ovaciones.
Don Felipe fue recibido en la puerta del templo por el padre Benjamín Echeverría, superior provincial de los Padres Capuchinos; el padre Carlos Coca, superior de la Comunidad de Padres Capuchinos, y el padre Gregorio Blanco, un viejo amigo de la Familia Real que estuvo viviendo muchos años en El Pardo. También recibió el saludo del duque de Segorbe y de Pablo Hohenlohe Medina, presidente y adjunto al presidente, respectivamente, de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, y durante la visita, le acompañó una representación de la Cofradía de Jesús de Medinaceli.
Cuando Don Felipe entró en el templo, empezó a sonar el himno nacional entre aplausos y vivas. En su recorrido por el pasillo central, el Rey no paró de saludar a los fieles que aguardaban en los bancos y, al llegar ante la venerada talla, besó el pie izquierdo de Jesús de Medinaceli.
Después se santiguó, mantuvo unos minutos de recogimiento y pasó a la sacristía, donde se reunió con la comunidad y la junta de la Archicofradía. Fue entonces, cuando recibió el diploma y la medalla de esclavo de honor de la Real Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli, de la que es su protector. Y el Rey salió del templo con la medalla de esclavo colgando de su cuello.
Igual que ocurrió a la entrada, a la salida se repitieron las ovaciones y los aplausos. Mientras se oían los «¡Viva el Rey!», «¡Felipe, Felipe!» y «¡Viva España!», el Monarca se acercó a saludar al público que aguardaba tras las vallas, muchos de ellos desde la madrugada, para besar los pies a Jesús. Al ver a la multitud aclamándole, Don Felipe cruzó la acera para saludar a los fieles, y la gente le agradeció el gesto con nuevas ovaciones.
Don Felipe fue recibido en la puerta del templo por el padre Benjamín Echeverría, superior provincial de los Padres Capuchinos; el padre Carlos Coca, superior de la Comunidad de Padres Capuchinos, y el padre Gregorio Blanco, un viejo amigo de la Familia Real que estuvo viviendo muchos años en El Pardo. También recibió el saludo del duque de Segorbe y de Pablo Hohenlohe Medina, presidente y adjunto al presidente, respectivamente, de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, y durante la visita, le acompañó una representación de la Cofradía de Jesús de Medinaceli.
Mateo, el guía más joven de la Catedral
(iglesia de asturias) Desde esta temporada la Catedral de Oviedo tiene un joven guía en plantilla: Mateo, una ilustración que acompaña a los niños en su visita con un material adaptado a su edad y pensado para incentivar su curiosidad.
Los responsables de la actividad cultural de la catedral observaban que, en muchas ocasiones, cuando una familia acudía a hacer la visita turística, los niños al poco tiempo perdían interés u optaban por llevar ellos la audioguía general que está adaptada como información para adultos. De esa circunstancia nació la idea de personalizar la información del recorrido pensando en el público infantil, sin duda, uno de los más exigentes.
Las sesiones que cada año se organizan con los hijos de los abonados de la catedral sirvieron como taller para comenzar a perfilar el futuro Mateo. Quince niños probaron actividades, opinaron sobre qué cosas les gustaban y ayudaron a acotar, por las inquietudes que mostraban, también la edad adecuada para poder disfrutar de la visita tal y como se estaba planteando. En este sentido se decidió que sería de los ocho a los doce años.
Ellos fueron también los que decidieron cómo tenía que ser Mateo. Mientras que los adultos que participaban en su creación se lo imaginaban como un peregrino con todos sus atributos, los niños tenían claro que debía ser como ellos. Un niño que se vistiera de su misma forma con vaqueros, sudadera y capucha. No dudaron en que debía de ser moreno, rizoso y con pecas, porque se lo imaginaban muy simpático y ese detalle de su rostro era importante para que así lo vieran. Con la descripción de los niños se acudió a una empresa de diseño que fue la que dio forma definitivo a Mateo y al comic que sirve de guía.
Como no podía ser de otra manera este grupo de niños fue el que acudió a la primera visita organizada con este nuevo guía. Se sintieron muy orgullosos de su participación y, sobre todo, dieron su aprobación para que Mateo comenzase su labor y andadura en la catedral.
¿Cómo se organiza la visita?
Cuando un turista llega a la catedral, para hacer la visita de 45 minutos se le entrega una audioguía y un mapa en el que con números se indican los puntos de interés. Este mismo sistema es el que se ha empleado con el folleto, en tamaño A-3, que se entrega a los niños y que permite que todos vayan haciendo el recorrido al mismo tiempo.
Mateo les da la bienvenida y las explicaciones necesarias. En ocasiones estas son informaciones religiosas o artísticas, con contenido sencillo, pero que resumen lo que están viendo; otras veces les indica que miren a uno u otro lugar o que no pierdan de vista un detalle por el que están a punto de pasar. Y también hay momentos en los que Mateo les plantea un reto: que respondan a una pregunta, un objeto concreto que deben encontrar a lo largo de la visita o por ejemplo identificar, llegados a la Cámara Santa, cuál es la Caja de las Ágatas, la Cruz de la Victoria… De este modo la parte más didáctica y la más orientada al juego se complementan en esta gymkana.
Mateo ha dado muchas gratas sorpresas desde su llegada a la catedral. Ha servido como nuevo aliciente para las visitas escolares en las que los profesores, que se han mostrado muy contentos con la actividad, distribuyen a los alumnos por grupos cada uno de ellos con un Mateo.
En las visitas individuales también han aparecido resultados inesperados: muchos niños que llegan solos con su familia se unen a otros que también están haciendo la visita y juntos hacen equipo para resolver los distintos retos de la gymkana. Además con la ventaja de que al estar organizada siguiendo la visita para adultos no corren el riesgo de despistarse. Los padres han agradecido también esta idea, incluso se han animado a superar ellos mismos algunas de las pruebas que se proponen.
En definitiva, una manera de conocer la Catedral de Oviedo que ha traído nuevas posibilidades para despertar el interés de unos niños que dentro de unos años tendrán como anécdota que la primera vez que visitaron la catedral Mateo fue su guía.
Los responsables de la actividad cultural de la catedral observaban que, en muchas ocasiones, cuando una familia acudía a hacer la visita turística, los niños al poco tiempo perdían interés u optaban por llevar ellos la audioguía general que está adaptada como información para adultos. De esa circunstancia nació la idea de personalizar la información del recorrido pensando en el público infantil, sin duda, uno de los más exigentes.
Las sesiones que cada año se organizan con los hijos de los abonados de la catedral sirvieron como taller para comenzar a perfilar el futuro Mateo. Quince niños probaron actividades, opinaron sobre qué cosas les gustaban y ayudaron a acotar, por las inquietudes que mostraban, también la edad adecuada para poder disfrutar de la visita tal y como se estaba planteando. En este sentido se decidió que sería de los ocho a los doce años.
Como no podía ser de otra manera este grupo de niños fue el que acudió a la primera visita organizada con este nuevo guía. Se sintieron muy orgullosos de su participación y, sobre todo, dieron su aprobación para que Mateo comenzase su labor y andadura en la catedral.
Cuando un turista llega a la catedral, para hacer la visita de 45 minutos se le entrega una audioguía y un mapa en el que con números se indican los puntos de interés. Este mismo sistema es el que se ha empleado con el folleto, en tamaño A-3, que se entrega a los niños y que permite que todos vayan haciendo el recorrido al mismo tiempo.
Mateo ha dado muchas gratas sorpresas desde su llegada a la catedral. Ha servido como nuevo aliciente para las visitas escolares en las que los profesores, que se han mostrado muy contentos con la actividad, distribuyen a los alumnos por grupos cada uno de ellos con un Mateo.
En las visitas individuales también han aparecido resultados inesperados: muchos niños que llegan solos con su familia se unen a otros que también están haciendo la visita y juntos hacen equipo para resolver los distintos retos de la gymkana. Además con la ventaja de que al estar organizada siguiendo la visita para adultos no corren el riesgo de despistarse. Los padres han agradecido también esta idea, incluso se han animado a superar ellos mismos algunas de las pruebas que se proponen.
En definitiva, una manera de conocer la Catedral de Oviedo que ha traído nuevas posibilidades para despertar el interés de unos niños que dentro de unos años tendrán como anécdota que la primera vez que visitaron la catedral Mateo fue su guía.
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