I. La familia en el plan de Dios
2201 La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales.
2202 Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Se la considerará como la referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco.
2203 Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes.
sábado, 25 de noviembre de 2017
Misericordia vs sentido común.Por Gonzalo de Alvear
Vivimos tiempos terribles en donde desde sus poltronas personajes muy siniestros pontifican y deciden en qué y en quiénes debemos creer, al igual que qué debemos de dejar de creer. Y a quien no pase por el aro y se atreva a demostrar públicamente su desacuerdo se le señala y se le condena desde los medios de comunicación y las redes sociales, excitando a esas hordas histéricas que gritan e insultan. Finalmente se le castiga con las nuevas leyes que, prostituyendo la libertad de opinión y conciencia, multan y encarcelan a los disidentes. El miedo a que te tilden de cualquier-cosa-terminada-en-foboacalla la verdad y da igual si es una verdad biológica, científica o demostrable tirando de hemeroteca.
Tristemente en la Iglesia católica se ha colado ese espíritu. En realidad se coló hace tiempo, pero ahora actúa como el chulo de la clase, alardeando y amenazando. Un espíritu aplaudido por el mundo y por sus líderes (¿no es sospechoso?). Un espíritu que intenta amordazar y encadenar la Verdad y nos entrega un ente amorfo y moldeable como nueva verdad. ¿Y con qué amenazan los lacayos de ese espíritu a todo aquel que pretenda ser fiel al Magisterio y al Papa? Con tacharle de inmisericorde, de falto de compasión, de ser enemigo del Papa. Da igual si el acusador no ha dedicado un solo día de su vida a los necesitados y el acusado es un San Francisco del siglo XXI. Da igual. Lo que se busca es dejar el depósito de la fe como un queso gruyère. Que todo sea cuestionable, que no haya más verdad que esos valores que destruyen al ser humano porque ponen las más bajas pasiones como centro de su vida.
Pero mi verdad (en minúscula) se tiene que basar en lo demostrable y en lo que me dice el sentido común. Y la ciencia me dice que hay dos sexos y no 100 géneros. Y pasado y presente me enseñan que no todas las religiones monoteístas son iguales, sino antagónicas. Y la psicología y biología me enseñan que niños y niñas son muy distintos. Y realidades como estas van conformando mi sentido común haciéndome cada vez más hombre, más verdad y más libre. Y si tengo la enorme suerte de haber conocido a Cristo, mejor imposible, ya que añado la Verdad a mi verdad.
Así que cuando el chulo de clase se me acerque y me diga que soy poco misericordioso y que si Cristo volviera a la Tierra me diría eso mismo, podré contestar con tanta paz como seguridad que soy mucho más misericordioso que él ya que no le juzgo ni castigo. Sin duda el hecho de ser perseguido por el mundo y por sus nuevas tiranías me deja muy tranquilo, al igual que las palabras de Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida".
Tristemente en la Iglesia católica se ha colado ese espíritu. En realidad se coló hace tiempo, pero ahora actúa como el chulo de la clase, alardeando y amenazando. Un espíritu aplaudido por el mundo y por sus líderes (¿no es sospechoso?). Un espíritu que intenta amordazar y encadenar la Verdad y nos entrega un ente amorfo y moldeable como nueva verdad. ¿Y con qué amenazan los lacayos de ese espíritu a todo aquel que pretenda ser fiel al Magisterio y al Papa? Con tacharle de inmisericorde, de falto de compasión, de ser enemigo del Papa. Da igual si el acusador no ha dedicado un solo día de su vida a los necesitados y el acusado es un San Francisco del siglo XXI. Da igual. Lo que se busca es dejar el depósito de la fe como un queso gruyère. Que todo sea cuestionable, que no haya más verdad que esos valores que destruyen al ser humano porque ponen las más bajas pasiones como centro de su vida.
Pero mi verdad (en minúscula) se tiene que basar en lo demostrable y en lo que me dice el sentido común. Y la ciencia me dice que hay dos sexos y no 100 géneros. Y pasado y presente me enseñan que no todas las religiones monoteístas son iguales, sino antagónicas. Y la psicología y biología me enseñan que niños y niñas son muy distintos. Y realidades como estas van conformando mi sentido común haciéndome cada vez más hombre, más verdad y más libre. Y si tengo la enorme suerte de haber conocido a Cristo, mejor imposible, ya que añado la Verdad a mi verdad.
Así que cuando el chulo de clase se me acerque y me diga que soy poco misericordioso y que si Cristo volviera a la Tierra me diría eso mismo, podré contestar con tanta paz como seguridad que soy mucho más misericordioso que él ya que no le juzgo ni castigo. Sin duda el hecho de ser perseguido por el mundo y por sus nuevas tiranías me deja muy tranquilo, al igual que las palabras de Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida".
Día mundial de las Personas sin Hogar
(iglesia de asturias) Este domingo, 26 de noviembre, Cáritas celebra el Día Mundial de las Personas sin Hogar, y en este marco, Cáritas diocesana participará en las II Jornadas de las Personas sin Hogar que se celebrarán el próximo martes, 28 de noviembre, en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Oviedo, de 16 a 19,30 horas. Cáritas conmemora, además, 25 años de campaña a favor de las personas que viven en la calle, un tiempo en el que se ha apostado por la dignidad y derechos de miles de personas: “Aún queda mucho por hacer –afirman desde la institución– pero seguimos insistiendo en un mensaje de esperanza, que Nadie sin hogar puede y debe ser una realidad, y para ello es imprescindible el compromiso común”.
sábado, 18 de noviembre de 2017
Repasando el Catecismo
2197 El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.
2198 Este precepto se expresa de forma positiva, indicando los deberes que se han de cumplir. Anuncia los mandamientos siguientes que contienen un respeto particular de la vida, del matrimonio, de los bienes terrenos, de la palabra. Constituye uno de los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia.
2199 El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.
Este mandamiento implica y sobrentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas.
2200 El cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo su recompensa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20, 12; Dt 5, 16). La observancia de este mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este mandamiento entraña grandes daños para las comunidades y las personas humanas.
2198 Este precepto se expresa de forma positiva, indicando los deberes que se han de cumplir. Anuncia los mandamientos siguientes que contienen un respeto particular de la vida, del matrimonio, de los bienes terrenos, de la palabra. Constituye uno de los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia.
2199 El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.
Este mandamiento implica y sobrentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas.
2200 El cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo su recompensa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20, 12; Dt 5, 16). La observancia de este mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este mandamiento entraña grandes daños para las comunidades y las personas humanas.
Ante la muerte. Por Pedro Trevijano
Noviembre es un mes especialmente dedicado a los difuntos. Leemos en «Misericordia et Misera» del Papa Francisco en el número 15: «El momento de la muerte reviste una importancia particular. La Iglesia siempre ha vivido este dramático tránsito a la luz de la resurrección de Jesucristo, que ha abierto el camino de la certeza en la vida futura». Creo que son palabras que hemos de tener muy presentes cuando reflexionemos sobre esta cuestión.
Si hay algo que es indiscutible, es que nos vamos a morir. Aunque gocemos de buena salud, es algo que pronto o tarde nos va a suceder. El año pasado, por primera vez en mi vida, tuve que pasar por el quirófano. Pude afrontarlo con bastante serenidad, porque no pude por menos de pensar, que aunque yo me quiera a mí mismo, está claro que Dios y la Virgen me quieren todavía más. Es decir, estoy en buenas manos, y si no hago el idiota, puedo estar tranquilamente convencido que lo que me va a suceder, aunque sea morirme, es lo mejor para mí.
Recuerdo en este punto lo que me dijo un sacerdote, que sabía que iba a morir a las pocas semanas: «A mí me importa muchísimo lo que piense de mí Dios, algo lo que yo pienso de mí, nada lo que opinen los demás». Es indudable que el recuerdo de la muerte nos lleva a actuar de modo diverso. Por ejemplo en España hace pocos días ha iniciado su tramitación la Ley de Ideología de Género. En la primera votación, sólo hubo dos votos en contra, uno, de un diputado de un pequeño Partido que sólo tiene un diputado. El otro, el de un diputado al que le preocupa mucho más Dios por su enfermedad que la disciplina de Partido.
Me gusta mucho esta frase de Paul Ricoeur: «lo específico del cristiano es la esperanza». Por ello el cristiano sí sabe lo que sucede después de la muerte, porque la Resurrección de Jesucristo es una de las verdades de fe más importantes del Cristianismo Pero es evidente que podemos preguntarnos: ¿la resurrección de Cristo, tiene algo que ver conmigo? A esto nos contesta San Pablo. «no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza» (1 Tes 4,13). Y es que la resurrección de Jesucristo es prenda, señal y garantía de mi propia resurrección. Y es que la muerte, por muy desagradable que sea, es sin embargo también la llave que nos abre la puerta de la felicidad eterna. La esperanza de ir al cielo nos consuela, reconforta e incluso nos llena de alegría. Cualquiera de nosotros tiene la experiencia que cuando fallece una persona con frecuencia su último gesto en su rostro es un gesto de alegría y paz, como un dulce sueño, expresión que con frecuencia hemos notado en tantos fieles difuntos. Y es que, como se dice en el Antiguo Testamento: «La vida de los justos está en manos de Dios» (Sab. 3,1) y en el Salmo 116,15: «Preciosa es a los ojos de Yahvé la muerte de sus santos», sin olvidar lo que dice el Nuevo Testamento en el Evangelio de San Mateo 25,34-35 cuando Jesús afirma: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer…».Y es que como dice el Prefacio Primero de la Misa de difuntos: «Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo».
Sabemos esto, creemos esto, pero también nosotros hemos de repetir lo que los Apóstoles le dijeron a Jesús: «Señor, auméntanos la fe» (Lc 17,5).
Sin embargo, también a veces, uno se queda aterrado de la descristianización de nuestra Sociedad. Hace unos años, una conocida Revista preguntó a bastante gente conocida sobre cómo le gustaría morirse. La mayor parte respondió: «Rodeado de mis familiares y amigos». Sólo hubo tres personas que dieron la respuesta correcta y cristiana: «en gracia de Dios»
Si hay algo que es indiscutible, es que nos vamos a morir. Aunque gocemos de buena salud, es algo que pronto o tarde nos va a suceder. El año pasado, por primera vez en mi vida, tuve que pasar por el quirófano. Pude afrontarlo con bastante serenidad, porque no pude por menos de pensar, que aunque yo me quiera a mí mismo, está claro que Dios y la Virgen me quieren todavía más. Es decir, estoy en buenas manos, y si no hago el idiota, puedo estar tranquilamente convencido que lo que me va a suceder, aunque sea morirme, es lo mejor para mí.
Recuerdo en este punto lo que me dijo un sacerdote, que sabía que iba a morir a las pocas semanas: «A mí me importa muchísimo lo que piense de mí Dios, algo lo que yo pienso de mí, nada lo que opinen los demás». Es indudable que el recuerdo de la muerte nos lleva a actuar de modo diverso. Por ejemplo en España hace pocos días ha iniciado su tramitación la Ley de Ideología de Género. En la primera votación, sólo hubo dos votos en contra, uno, de un diputado de un pequeño Partido que sólo tiene un diputado. El otro, el de un diputado al que le preocupa mucho más Dios por su enfermedad que la disciplina de Partido.
Me gusta mucho esta frase de Paul Ricoeur: «lo específico del cristiano es la esperanza». Por ello el cristiano sí sabe lo que sucede después de la muerte, porque la Resurrección de Jesucristo es una de las verdades de fe más importantes del Cristianismo Pero es evidente que podemos preguntarnos: ¿la resurrección de Cristo, tiene algo que ver conmigo? A esto nos contesta San Pablo. «no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza» (1 Tes 4,13). Y es que la resurrección de Jesucristo es prenda, señal y garantía de mi propia resurrección. Y es que la muerte, por muy desagradable que sea, es sin embargo también la llave que nos abre la puerta de la felicidad eterna. La esperanza de ir al cielo nos consuela, reconforta e incluso nos llena de alegría. Cualquiera de nosotros tiene la experiencia que cuando fallece una persona con frecuencia su último gesto en su rostro es un gesto de alegría y paz, como un dulce sueño, expresión que con frecuencia hemos notado en tantos fieles difuntos. Y es que, como se dice en el Antiguo Testamento: «La vida de los justos está en manos de Dios» (Sab. 3,1) y en el Salmo 116,15: «Preciosa es a los ojos de Yahvé la muerte de sus santos», sin olvidar lo que dice el Nuevo Testamento en el Evangelio de San Mateo 25,34-35 cuando Jesús afirma: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer…».Y es que como dice el Prefacio Primero de la Misa de difuntos: «Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo».
Sabemos esto, creemos esto, pero también nosotros hemos de repetir lo que los Apóstoles le dijeron a Jesús: «Señor, auméntanos la fe» (Lc 17,5).
Sin embargo, también a veces, uno se queda aterrado de la descristianización de nuestra Sociedad. Hace unos años, una conocida Revista preguntó a bastante gente conocida sobre cómo le gustaría morirse. La mayor parte respondió: «Rodeado de mis familiares y amigos». Sólo hubo tres personas que dieron la respuesta correcta y cristiana: «en gracia de Dios»
La Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres
(iglesia de asturias) El pasado 13 de noviembre de 2016 se cerraban las Puertas de la Misericordia en todo el mundo y en la basílica de San Pedro el Papa celebraba el Jubileo dedicado a todas las personas marginadas. Al finalizar, de manera espontánea, manifestó su deseo de que el último domingo del tiempo ordinario, previo a la celebración de Jesucristo, Rey del Universo, fuera dedicado para siempre a una Jornada Mundial de los Pobres.
De esta manera, el próximo domingo, 19 de noviembre, se celebrará en todo el mundo la primera jornada de este tipo, que llevará por lema “No amemos de palabra sino con obras”. Con ello se pretende estimular a los creyentes para que reaccionen ante “la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro”, y al mismo tiempo “invitar a todos, independientemente de su credo, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo de fraternidad”, tal y como ha explicado el Pontífice.Además, el Papa ha recordado que “los pobres no son solo destinatarios de obras de buena voluntad, sino también sensibilizadores de nuestra conciencia y de la injusticia social”.
sábado, 11 de noviembre de 2017
Repasando el Catecismo
Jesús dice a sus discípulos:
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).
2196 En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).
El apóstol san Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).
2196 En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).
El apóstol san Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).
Monseñor Novell: huelga sí, pero a la japonesa. Por Jorge Glez. Guadalix
No me negaran que monseñor Novell, actual obispo de Solsona, es, cuando menos, peculiar. Hace unas semanas pudimos ver a monseñor votando en el ilegal referéndum del 1 de octubre. Quizá pudieron pensar que había llegado al tope de sus insensateces. Je. Pero qué ingenuos.
Hace un par de días lo hemos descubierto sumándose a la huelga o lo que sea a favor de la independencia, en contra del 155, a favor de la república catalana o en contra de lo que sea menester. Parece que la adhesión a la huelga consistió en el cierre de las oficinas del obispado y del museo diocesano, al menos oficialmente. Y digo esto, porque uno no descarta que llevara consigo cosas como supresión de misas, cierre de parroquias o clausura de confesionarios, aunque en esto parece que la huelga es permanente.
Los católicos, especialmente sacerdotes y no digamos obispos, estamos para otras cosas. Para anunciar el evangelio, para convertir las almas a Cristo, para predicar la misericordia, para dejarnos alma, vida y corazón en la causa del Reino de Dios. La situación de la fe en España en general, y en Cataluña en especial, y no digamos en Solsona, es dramática. Pues ya lo ven, en medio de esta situación, la gran ocurrencia del obispo es adherirse a una huelga con evidente contenido político.
Estoy de acuerdo en que puede haber cosas que realmente nos urjan en la causa de Jesucristo: la descristianización, el abandono de la fe, la disminución de la práctica religiosa en general, la legitimación del aborto como derecho, la corrupción económica y política, leyes de ideología de género, la eutanasia que está llegando, la pobreza que sigue, la violencia y la guerra… ¿Sigo?
Pues bien, quizá en estos casos sea obligación de conciencia de obispos y sacerdotes lanzarse a la huelga general… pero a la japonesa. Es decir, están las cosas de tal modo y manera, que no podemos limitarnos a una misita celebrada de cualquier manera, una predicación de tópicos, las reuniones de siempre y un ratito de despacho. No puede ser, si realmente nos urge el celo por las almas, limitar nuestra vida pastoral a unos reducidos horarios, media hora de misa, despacho a días alternos, y mejor si lo hacen laicos, y poca cosa más.
Cuando vemos languidecer a nuestra Iglesia del alma, nos queda vivir en la más decepcionante resignación o echar dos narices al asunto, lanzarnos a la huelga a la japonesa y no cansarnos de predicar, celebrar, convocar convencidos de que mientras haya una sola persona que no acoja a Cristo en su vida, no podremos descansar un minuto. Más aún, y si todos se convierten a Jesucristo, entonces será el momento de cuidar esas vidas para que crezcan incansablemente en santidad.
¿Huelga nosotros? ¿Brazos cruzados? ¿Con un mundo que sufre, que no conoce a Cristo, que vive en a indigencia moral? ¿De huelga? ¿Cerrando despachos, museos, iglesias? ¿Nos hemos vuelto locos? La única huelga que se nos permite, o mejor se nos exige, es a la japonesa, una huelga de celo que no nos deje tranquilos ante las necesidades de la gente.
Ya lo ven. Así estamos y el obispo de Solsona huelga por el derecho a decidir y la estelada. Este chico, con todo respeto, monseñor, no está bien.
Hace un par de días lo hemos descubierto sumándose a la huelga o lo que sea a favor de la independencia, en contra del 155, a favor de la república catalana o en contra de lo que sea menester. Parece que la adhesión a la huelga consistió en el cierre de las oficinas del obispado y del museo diocesano, al menos oficialmente. Y digo esto, porque uno no descarta que llevara consigo cosas como supresión de misas, cierre de parroquias o clausura de confesionarios, aunque en esto parece que la huelga es permanente.
Los católicos, especialmente sacerdotes y no digamos obispos, estamos para otras cosas. Para anunciar el evangelio, para convertir las almas a Cristo, para predicar la misericordia, para dejarnos alma, vida y corazón en la causa del Reino de Dios. La situación de la fe en España en general, y en Cataluña en especial, y no digamos en Solsona, es dramática. Pues ya lo ven, en medio de esta situación, la gran ocurrencia del obispo es adherirse a una huelga con evidente contenido político.
Estoy de acuerdo en que puede haber cosas que realmente nos urjan en la causa de Jesucristo: la descristianización, el abandono de la fe, la disminución de la práctica religiosa en general, la legitimación del aborto como derecho, la corrupción económica y política, leyes de ideología de género, la eutanasia que está llegando, la pobreza que sigue, la violencia y la guerra… ¿Sigo?
Pues bien, quizá en estos casos sea obligación de conciencia de obispos y sacerdotes lanzarse a la huelga general… pero a la japonesa. Es decir, están las cosas de tal modo y manera, que no podemos limitarnos a una misita celebrada de cualquier manera, una predicación de tópicos, las reuniones de siempre y un ratito de despacho. No puede ser, si realmente nos urge el celo por las almas, limitar nuestra vida pastoral a unos reducidos horarios, media hora de misa, despacho a días alternos, y mejor si lo hacen laicos, y poca cosa más.
Cuando vemos languidecer a nuestra Iglesia del alma, nos queda vivir en la más decepcionante resignación o echar dos narices al asunto, lanzarnos a la huelga a la japonesa y no cansarnos de predicar, celebrar, convocar convencidos de que mientras haya una sola persona que no acoja a Cristo en su vida, no podremos descansar un minuto. Más aún, y si todos se convierten a Jesucristo, entonces será el momento de cuidar esas vidas para que crezcan incansablemente en santidad.
¿Huelga nosotros? ¿Brazos cruzados? ¿Con un mundo que sufre, que no conoce a Cristo, que vive en a indigencia moral? ¿De huelga? ¿Cerrando despachos, museos, iglesias? ¿Nos hemos vuelto locos? La única huelga que se nos permite, o mejor se nos exige, es a la japonesa, una huelga de celo que no nos deje tranquilos ante las necesidades de la gente.
Ya lo ven. Así estamos y el obispo de Solsona huelga por el derecho a decidir y la estelada. Este chico, con todo respeto, monseñor, no está bien.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Este domingo, Día de la Iglesia Diocesana
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